𝟎𝟑𝟎

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El departamento estaba en calma, había pasado un rato desde que Kiyomi y Satoru se habían acurrucado en el sofá, y ahora él estaba en la cocina, desempaquetando una orden ridículamente grande de KFC que habían pedido. Claro, ambos estaban agotados, pero después de tanta intensidad, lo único que querían era disfrutar de una comida sabrosa y reírse un poco mientras tenían tiempo a solas para los dos.

Gojo estaba apoyado contra la isla de cocina, sacando cada porción de pollo y organizándolas en la superficie con precisión. Las cajas estaban apiladas, los cubiertos de plástico esparcidos por la mesa, y el delicioso olor a comida rápida impregnaba el aire. Mientras desempaquetaba todo, pensaba en lo surrealista que era todo, estar allí, en el departamento de ella, después de todo lo que habían compartido ese día. Una sonrisa se asomó en su rostro, recordando cada detalle.

En ese momento, Kuro, el gato negro de Kiyomi...de ambos, apareció de la nada, como una sombra sigilosa. Posiblemente había estado durmiendo todo el rato y ahora, había despertado por el olor a pollo frito, decidiendo hacer su entrada. Gojo observó cómo el felino saltaba a la isla de la cocina, aterrizando suavemente cerca de las cajas de pollo.

El gato, como si hubiera encontrado un tesoro sagrado, fijó su mirada en una pieza de pollo particularmente jugosa. No hacía ningún movimiento para agarrarla, solo la miraba con adoración. Sus ojos estaban fijos en la comida, pero parecía contenerse, como si esperara una señal divina para actuar.

Satoru se quedó mirando la escena, entretenido por la absoluta devoción de Kuro ante la pieza de pollo.


— ¿Qué pasa, Kuro? ¿Te estás conteniendo? — murmuró con una sonrisa divertida, mientras le daba un suave golpe en la cabeza del gato.— Sabes que no puedes comer eso, ¿verdad?


Kuro no desvió la mirada de la comida, como si estuviera en una especie de trance. Satoru soltó una risa baja, encantado por la seriedad del minino.

Justo en ese momento, sintió algo cálido y suave a sus espaldas. Kiyomi apareció de la nada, como siempre solía hacer, moviéndose con una gracia casi fantasmal. Antes de que pudiera reaccionar, ella lo abrazó por detrás, pegándose a su espalda mientras que sus manos se deslizaban por debajo de su camiseta, recorriendo suavemente el abdomen de él con dedos curiosos.


— ¿Disfrutando de la vista, Toru? — murmuró, en un tono que parecía ser seductor, su aliento cálido rozaba con el cuello de él.

— ¿La vista del pollo o la tuya? — respondió con un tono juguetón, levantando una ceja mientras que sus manos seguían ordenando la comida. Pero su concentración pronto se desvaneció cuando sintió cómo las manos de ella bajaban un poco más, acariciando los músculos de su abdomen de una forma que le robaba el aliento.

— No es la primera vez que notó como miras algo con tanta devoción, Toru. — susurró contra su oído. — Es igual que cuando me viste...ya sabes...— sus labios rozaron su cuello antes de continuar. — ...de la misma forma en que me miraste cuando estabas entre mis piernas.


Satoru quedó helado por un segundo, su mente repitiendo lo que ella acababa de decir. La sorpresa y la provocación en sus palabras lo hicieron reír nerviosamente mientras una ola de calor subía por su rostro. Ella sabía cómo jugar con él, y lo hacía con tanta facilidad que lo dejaba desarmado. Su cuerpo respondió instantáneamente al toque de ella, pero el comentario lo dejó casi sin palabras.


— ¿Así que... me estabas observando de cerca, eh?


𝑹𝒆𝒔𝒐𝒏𝒂𝒏𝒄𝒊𝒂 𝑰𝒏𝒇𝒊𝒏𝒊𝒕𝒂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora