1. Ryo Mitaka

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El sol de la tarde bañaba las calles de Tokio con un resplandor dorado mientras Yuji Itadori, Nobara Kugisaki y Megumi Fushiguro caminaban detrás de su excéntrico mentor, Satoru Gojo. El grupo se dirigía hacia su siguiente misión, sus pasos resonando en el pavimento mientras avanzaban por las concurridas aceras.

"¿Por qué tenemos que ir a una misión tan tarde?" se quejó Nobara, arrastrando los pies dramáticamente. "Ya deberíamos estar cenando o algo así."

Yuji asintió enérgicamente, su estómago gruñendo en señal de protesta. "Sí, Gojo-sensei. ¿No podemos posponerlo hasta mañana? Muero de hambre."

Gojo se detuvo abruptamente, girando sobre sus talones para enfrentar a sus estudiantes con una sonrisa traviesa bailando en sus labios. "Oh, ¿acaso escucho quejas? Y yo que pensaba invitarlos a cenar después de la misión... Pero si están tan cansados, supongo que tendré que ir solo a ese nuevo restaurante de ramen que abrió cerca de aquí."

Los ojos de Yuji y Nobara se iluminaron instantáneamente, toda señal de fatiga desapareciendo de sus rostros.

"¡¿Ramen?!" exclamaron al unísono, repentinamente llenos de energía.

Megumi dejó escapar un suspiro exasperado, frotándose las sienes como si intentara alejar un dolor de cabeza inminente. "Son tan fáciles de manipular," murmuró para sí mismo.

Gojo rio, su voz ligera y despreocupada. "Bien, entonces está decidido. Primero la misión, luego el ramen. ¡Vamos!"

Con renovado entusiasmo, el grupo continuó su camino. Las calles bulliciosas gradualmente dieron paso a zonas menos transitadas, los edificios modernos y relucientes siendo reemplazados por estructuras más antiguas y descuidadas. Finalmente, se detuvieron frente a un edificio particularmente decrépito, sus ventanas rotas y paredes cubiertas de grafiti contaban una historia de años de abandono.

"Aquí es," anunció Gojo, su tono volviéndose más serio. "Se ha reportado actividad de una maldición en este lugar. Nuestra misión es investigar y, si es necesario, exorcizarla."

Los tres estudiantes asintieron, la atmósfera cambiando instantáneamente de juguetona a tensa. Se adentraron en el edificio, sus sentidos en alerta máxima mientras atravesaban el umbral.

El interior estaba sumido en sombras, el aire cargado de polvo y un aroma a humedad. Sus pasos resonaban en el silencio, el crujir de los escombros bajo sus pies creando una sinfonía inquietante. Avanzaron con cautela, atentos a cualquier señal de la maldición.

Sin embargo, lo que encontraron fue algo completamente inesperado.

Al doblar una esquina, se toparon con una escena que parecía sacada de una película de gángsters. Un grupo de hombres, todos con tatuajes elaborados y expresiones amenazantes, rodeaba a un individuo que estaba de rodillas en el suelo. El hombre arrodillado temblaba visiblemente, su voz quebrada por el miedo mientras suplicaba.

"Por favor, les juro que pagaré. El negocio ha estado mal, pero les devolveré cada centavo. Solo necesito más tiempo."

En un sofá desgastado, aparentemente ajeno a la desesperación del hombre, se encontraba sentado un joven. Su presencia emanaba una autoridad silenciosa que contrastaba con su apariencia relajada. Llevaba una camisa de botones abierta que revelaba un torso cubierto de intrincados tatuajes de dragones. En su mano sostenía un cigarrillo, del cual tomó una larga calada antes de hablar.

"¿Más tiempo?" Su voz era suave, casi melodiosa, pero con un filo oculto que hizo que todos en la habitación se tensaran. "Yuno, mi buen amigo, ¿no le di ya tres días extra para pagar su deuda?"

Uno de los hombres tatuados asintió nerviosamente. "Sí, jefe. Tres días extra."

El joven, evidentemente el líder, se inclinó hacia adelante, sus ojos azules brillando con una mezcla de diversión y crueldad. "¿Lo ves, Sawada? Soy la persona más amable del mundo. ¿No es así, muchachos?"

Jujutsu Kaisen: El Dragón Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora