14. Choque de Titanes

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Con un estruendo ensordecedor, Youhei lanzó un poderoso puñetazo envuelto en llamas azules hacia Gojo. El ataque, cargado de una energía maldita tan densa que hacía vibrar el aire, pareció desvanecerse en la nada al acercarse al hechicero de cabello blanco. Gojo, con una sonrisa enigmática jugando en sus labios, permaneció inmóvil, sus ojos ocultos tras sus características gafas de sol.

"Nada mal", comentó Gojo, su voz mezclando diversión y un toque de admiración reluctante.

Youhei entrecerró los ojos, una chispa de comprensión iluminando su mirada. "Con que este es tu famoso ritual", murmuró, más para sí mismo que para su oponente.

Aprovechando la momentánea distracción, Mahito se abalanzó sobre Ryo con una velocidad inhumana. Sus dedos, alargados y afilados como cuchillas, cortaron el aire en busca de la carne del joven hechicero. Ryo, con reflejos agudizados por años de peleas callejeras y entrenamiento intensivo, logró esquivar por los pelos, sintiendo el roce del aire desplazado por el ataque de Mahito contra su mejilla.

Sin perder un segundo, Ryo contraatacó con un golpe certero al abdomen de Mahito. Sus nudillos impactaron contra la carne pálida y suturada de la maldición, pero algo no se sentía bien. La mano de Mahito se deformó ligeramente, como si fuera plastilina, y antes de que Ryo pudiera reaccionar, los dedos de la criatura se alargaron y atravesaron su brazo.

El dolor fue instantáneo y agudo, pero Ryo no dejó que eso lo detuviera. Con una sonrisa que era más una mueca de determinación, agarró el brazo de Mahito con su mano libre. En un instante, llamas azules brotaron de sus dedos, envolviendo el brazo de la maldición en un fuego tan intenso que el aire a su alrededor parecía distorsionarse por el calor.

Mahito soltó un chillido que era mitad sorpresa y mitad dolor, retrocediendo de un salto. Sus ojos, normalmente burlones, mostraban ahora un destello de cautela. "Vaya, vaya", dijo, sacudiendo su brazo como si tratara de disipar una molestia menor. "Eso quema bastante. Aunque, debo admitir, no se acerca al calor de Youhei".

Kugisaki, viendo una apertura, lanzó una andanada de clavos imbuidos con su energía maldita. Los proyectiles cortaron el aire con un silbido amenazador, pero Mahito los esquivó con una gracia antinatural, su cuerpo retorciéndose de maneras que desafiaban la anatomía humana.

De repente, la sombra de algo enorme se cernió sobre Mahito. Un shikigami con forma de elefante, invocado por Fushiguro, apareció en el aire sobre la maldición. Por un momento, pareció que Mahito sería aplastado bajo el peso colosal de la criatura espiritual. Sin embargo, en el último segundo, se escurrió entre las patas del elefante con una fluidez que hizo que Ryo apretara los dientes de frustración.

Aprovechando la distracción momentánea, Ryo se lanzó hacia adelante. Su puño conectó con la cara de Mahito en un impacto que habría noqueado a cualquier ser humano normal. La cabeza de la maldición se dobló hacia atrás de una manera grotesca, pero antes de que pudiera regodearse en su éxito, Ryo reunió toda su energía maldita en sus manos.

"¡Toma esto, bastardo!", gritó, liberando un cañón de llamas azules directamente contra el pecho de Mahito.

El fuego rugió con una intensidad cegadora, iluminando toda la sala con un resplandor azul sobrenatural. El calor era tan intenso que las paredes cercanas comenzaron a agrietarse y derretirse.

Mientras tanto, Youhei, decidido a no ser superado por su hijo, lanzó su propio cañón de fuego azul contra Gojo. El ataque era una columna de llamas tan densa y poderosa que parecía que podría atravesar una montaña. Sin embargo, al igual que antes, el fuego simplemente desapareció al acercarse a Gojo, como si hubiera sido tragado por un vacío invisible.

Youhei, lejos de parecer frustrado, sonrió con una mezcla de emoción y anticipación. "Sabes", dijo, su voz cargada de una extraña nostalgia, "desde que me enteré del nacimiento del usuario de los Seis Ojos, ansiaba pelear contra él".

Jujutsu Kaisen: El Dragón Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora