15. Cicatrices

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En la imponente mansión Zenin, una estructura tradicional japonesa que exudaba poder y antigüedad, tres figuras se encontraban reunidas en una sala de tatami finamente decorada. La tensión en el aire era palpable, espesa como la niebla que a menudo envolvía los jardines de la propiedad.

Naoya Zenin, con su porte arrogante y mirada afilada, se paseaba inquieto por la habitación. Su yukata de seda negra susurraba con cada movimiento, como si incluso su ropa compartiera su agitación. Ouji, sentado en seiza con una postura perfecta, observaba a Naoya con una expresión de calma calculada. Y presidiendo la reunión, Naobito Zenin, patriarca del clan, mantenía una expresión pétrea, sus ojos entrecerrados en contemplación.

"Youhei ha escapado", comenzó Naobito, su voz grave rompiendo el tenso silencio. "Esta... situación presenta una amenaza significativa para nuestro clan".

Naoya se detuvo en seco, girándose hacia su padre con una mueca de desprecio. "¿Una amenaza? Es un maldito desastre. Youhei conoce todos nuestros secretos, nuestras debilidades. Si decide volver por venganza..."

"No lo hará", interrumpió Ouji, su voz suave pero firme. "Al menos no directamente. Youhei es muchas cosas, pero no es estúpido. Sabe que un ataque frontal contra el clan sería suicida".

Naobito asintió lentamente, sus dedos tamborileando sobre su rodilla en un ritmo pensativo. "Cierto, pero eso no significa que no sea peligroso. Necesitamos un plan, una forma de contrarrestar cualquier movimiento que pueda hacer".

Ouji se aclaró la garganta, atrayendo la atención de los otros dos. "Tengo una propuesta", dijo, sus ojos brillando con una idea que claramente había estado considerando por un tiempo. "Hagamos a Megumi Fushiguro el líder del clan".

Naoya soltó una carcajada burlona. "¿El mocoso de Toji? ¿Has perdido la cabeza, Ouji?"

Pero Ouji no se inmutó ante la burla. "Piénsalo. Fushiguro tiene un potencial enorme. Si lo obligamos a asumir el liderazgo y utilizar a Mahoraga..."

"Mahoraga", interrumpió Naoya, su voz mezclando desprecio y un toque de temor. "Youhei ya peleó contra Mahoraga en el pasado, y déjame decirte, barrió el piso con él. Ese shikigami no es la solución mágica que crees".

Un silencio pesado cayó sobre la habitación. La revelación de Naoya parecía haber eliminado la única opción viable que tenían. Los tres hombres se sumieron en sus pensamientos, el peso de su dilema casi tangible en el aire.

Finalmente, Naobito habló, su voz cargada de resignación. "No tenemos otra opción", dijo, cada palabra medida y deliberada. "Debemos traer a Ryo".

Naoya se giró bruscamente hacia su padre, la incredulidad pintada en su rostro. "¿Ryo? ¿El bastardo que rechazó al clan en el pasado? Padre, seguramente no estás considerando..."

"Es nuestra mejor opción", interrumpió Naobito. "Ryo tiene el poder de Youhei, pero sin la locura que lo consume. Si podemos convencerlo de unirse a nosotros..."

"No vendrá por voluntad propia", señaló Ouji, su voz calmada contrastando con la tensión creciente en la habitación. "Ya nos rechazó una vez".

Naobito cerró los ojos por un momento, como si la decisión que estaba a punto de tomar le pesara físicamente. Cuando los abrió, había una determinación fría en su mirada. "Entonces", dijo, cada palabra cayendo como un martillo, "lo obligaremos".

Mientras tanto, en los extensos terrenos de la escuela de jujutsu en Tokio, una escena muy diferente se desarrollaba. El otoño había teñido los árboles de tonos cálidos, y una suave brisa hacía que las hojas danzaran en el aire antes de caer suavemente al suelo.

Jujutsu Kaisen: El Dragón Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora