7. Fantasma

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La habitación de Yina estaba envuelta en penumbras, iluminada únicamente por la tenue luz de la luna que se filtraba a través de las cortinas entreabriertas. El aire estaba cargado de calor y el aroma embriagador de la pasión. Los jadeos entrecortados de Yina y Ryo resonaban por toda la estancia, mezclándose con el rítmico chirrido de la cama que protestaba bajo el peso de sus cuerpos entrelazados.

Ryo observaba el rostro de Yina, sus facciones suavizadas por el placer y bañadas en una fina capa de sudor que brillaba tenuemente bajo la luz lunar. Sus ojos, normalmente claros y amables, ahora estaban oscurecidos por la lujuria y el deseo. Una sonrisa de satisfacción curvaba sus labios, y Ryo no pudo evitar que un pensamiento inquietante cruzara por su mente.

"No robarás mi juventud, ¿verdad?" preguntó, medio en broma, medio en serio, recordando los eventos del Internado Sakura.

Yina rio entre jadeos, su cuerpo estremeciéndose bajo el de Ryo. "Por supuesto que no", respondió, su voz entrecortada por el placer. "No soy una bruja".

Sus palabras fueron interrumpidas por un gemido profundo cuando ambos alcanzaron el clímax simultáneamente. Por un momento, el mundo pareció desvanecerse a su alrededor, reducido únicamente a la sensación de sus cuerpos unidos y el éxtasis que los recorría.

Finalmente, exhaustos y satisfechos, se dejaron caer sobre la cama, sus respiraciones agitadas poco a poco volviendo a la normalidad. Se quedaron así, mirando al techo en un silencio cómodo, cada uno perdido en sus propios pensamientos.

Después de unos minutos, Ryo se incorporó. "Abriré la ventana", murmuró, el aire de la habitación de repente pareciéndole demasiado denso y sofocante.

Se acercó a la ventana y corrió las cortinas, permitiendo que la brisa nocturna entrara y refrescara la habitación. Pero cuando se asomó, el alivio que esperaba sentir se transformó instantáneamente en un terror gélido que se extendió por todo su cuerpo.

Allí, flotando en el aire justo fuera de la ventana, estaba ella. El espectro de la mansión. Su rostro pálido y demacrado estaba a centímetros del de Ryo, sus ojos muertos y blanquecinos fijos en los suyos con una intensidad que parecía penetrar hasta su alma.

El cabello de la aparición, largo y enmarañado, se movía como si estuviera sumergido en agua, a pesar de que no había viento. Su piel, de un blanco enfermizo, parecía traslúcida, permitiendo ver las venas oscuras y pulsantes que se ramificaban bajo la superficie.

Pero lo más aterrador era su boca. Estaba abierta en un grito silencioso, mostrando una hilera interminable de dientes afilados como agujas. De entre sus labios agrietados y azulados, un líquido negro y espeso goteaba lentamente, evaporándose antes de tocar el suelo.

Ryo se quedó paralizado, su mente luchando por procesar lo que estaba viendo. Las maldiciones normalmente no abandonaban sus escondites, y mucho menos se alejaban tanto de ellos. Algo no cuadraba.

Con un esfuerzo monumental, Ryo logró apartar la mirada de la aparición y se volvió hacia Yina, que seguía recostada en la cama, ajena al horror que flotaba fuera de su ventana.

"Dime", comenzó, tratando de mantener su voz casual a pesar del miedo que le atenazaba la garganta, "¿han visto la típica chica fantasma en la mansión?"

Yina asintió lentamente. "Sí, es parte de las leyendas locales".

"¿Y la han visto por el pueblo?"

La expresión de Yina cambió, una sombra de preocupación cruzando su rostro. "Sí, pero es raro. Se dice que si la ves fuera de la mansión... es porque ha venido por ti".

Ryo sintió que un escalofrío recorría su espalda. Forzó una sonrisa, aunque estaba seguro de que parecía más una mueca. "Iré a fumar un cigarro", anunció, comenzando a vestirse apresuradamente.

Jujutsu Kaisen: El Dragón Azul Donde viven las historias. Descúbrelo ahora