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La familia se había instalado en su nuevo hogar, y aunque las habitaciones estaban decoradas y organizadas, el resto de la casa todavía parecía un poco vacío y, sobre todo, muy blanco. A Jeongin, siempre lleno de energía y creatividad, le molestaba el aspecto austero de las paredes.

Una noche, mientras todos dormían, Jeongin se levantó de su cama con una idea brillante. Con cuidado para no despertar a Jisung, quien dormía a su lado, tomó su caja de colores y marcadores y se dirigió al salón.

— Esta casa necesita color — murmuró Jeongin para sí mismo, decidido a transformar el espacio.

Comenzó a dibujar en las paredes del salón, creando un mural lleno de color y vida. Dibujó árboles, flores, animales y escenas felices que había imaginado. Su pequeño corazón latía con emoción mientras su obra de arte tomaba forma en las paredes blancas.

Horas pasaron mientras Jeongin trabajaba incansablemente, sus ojos brillaban con cada trazo que daba. No se dio cuenta del tiempo hasta que el sol comenzó a asomar por el horizonte.

BangChan y Minho se despertaron temprano, como de costumbre, y al bajar al salón quedaron boquiabiertos al ver el colorido mural que ahora decoraba las paredes. Jeongin, cubierto de pintura y con una sonrisa enorme en su rostro, estaba terminando los últimos detalles.

— Innie, ¿qué has hecho? — preguntó BangChan, tratando de mantener la calma mientras observaba el desastre artístico.

— ¡Papá! ¡Miren lo que hice! — exclamó Jeongin, corriendo hacia ellos con los brazos abiertos. — Pensé que la casa necesitaba más color, así que dibujé todas estas cosas para hacerla más bonita.

Minho y BangChan se miraron, sus corazones enternecidos por la inocencia y la creatividad de su hijo.

— Bebé has trabajado muy duro, ¿no? — dijo Minho, agachándose para estar a la altura de su hijo.

— Sí, papá. Quería que la casa se sintiera más alegre y como nuestro hogar — explicó Jeongin, sus ojos brillando de entusiasmo. — ¿Les gusta?

BangChan y Minho no pudieron evitar sonreír ante la dulzura de Jeongin. Aunque las paredes estaban ahora llenas de dibujos infantiles, la intención detrás de ellos era pura y amorosa.

— Nos encanta, Jeongin. Tu mural es muy hermoso y lleno de vida — dijo BangChan, abrazando a su hijo. — Gracias por hacer nuestro hogar más alegre.

— Pero la próxima vez, avísanos antes de dibujar en las paredes, ¿de acuerdo? — añadió Minho con una sonrisa. — Así podemos ayudarte y asegurarnos de que no te lastimes.

Jeongin asintió, feliz de que sus padres apreciaran su esfuerzo.

— ¡Lo prometo! — dijo Jeongin, abrazando a sus padres con fuerza.

Los otros niños, despertados por el bullicio, comenzaron a bajar al salón. Al ver el colorido mural, sus caras se llenaron de asombro y alegría.

— ¡Wow, Jeongin! ¡Esto es increíble! — exclamó Felix, admirando los dibujos.

— Sí, realmente has hecho que la casa se sienta más viva — dijo Hyunjin, sonriendo.

La familia pasó el resto de la mañana admirando la obra de arte de Jeongin, y pronto decidieron que cada uno añadiría sus propios toques al mural para hacerlo aún más especial.

Esa noche, mientras los niños se acurrucaban en sus camas, el salón del nuevo hogar brillaba con colores vibrantes y dibujos llenos de amor. BangChan y Minho, sentados juntos, observaron el mural con orgullo y gratitud. Sabían que, con la creatividad y el amor de sus hijos, cualquier lugar podía transformarse en un verdadero hogar.

— Hemos hecho lo correcto al mudarnos aquí — dijo BangChan, sonriendo a Minho.

— Sí, y este mural es la prueba de que siempre encontraremos la manera de ser felices, no importa dónde estemos — respondió Minho, tomando la mano de BangChan.

Chaotic family | Stray kids Donde viven las historias. Descúbrelo ahora