Capítulo 8: Mike

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Regresé a casa con el mismo humor de siempre.

Cansado y sin energía. Por alguna razón, llegar a mi casa después de la escuela era una de las cosas más exhaustivas que sentía. No era solo el camino de regreso, que atravesaba varias calles y parques, sino la certeza de que lo que me esperaba al cruzar la puerta no era precisamente algo a lo que pudiera llamar un hogar.

El peso de la mochila parecía aumentar con cada paso, y el silencio del vecindario solo hacía que mis pensamientos se volvieran más ruidosos.

Vivía en un vecindario con casas muy finas y elegantes, en pocas palabras, vivía en un vecindario para niños ricos.

Al abrir la puerta principal de la mansión, el eco de mis pasos resonó en el amplio recibidor. Las lámparas de cristal y los muebles lujosos parecían aún más fríos y distantes cuando me sentía así. Era una casa sin vida.

Dejé caer la mochila en el suelo de mármol y subí las escaleras lentamente, con la mente puesta en lo que escucharía al llegar a la sala de estar.

Me asomé a la entrada de la sala y vi a mis padres conversando.

-Dave tendrá un partido de fútbol americano la próxima semana - le dijo mi madre a mi padre - pensé que sería buena idea ir.

-Claro que sí -replicó mi padre, ajustando sus lentes mientras leía el periódico, como siempre - hace mucho no lo veo jugar.

-Estoy tan orgullosa de él - dijo mi madre con una gran sonrisa en sus labios rojos que yo nunca pude provocar.

-Es un buen chico -agregó mi padre sin levantar la vista de sus papeles.

-También pensé... - dijo mi madre, vacilando como si no estuviera segura de si decir lo que sea que iba a decir- que Mike...bueno, que él pudiera acompañarnos.

Entendía por qué mi madre había dudado en sugerir la idea. A mi padre no le gustaba hablar sobre nada que tuviera que ver conmigo después de que tuviéramos una pelea. Pude sentir que el ambiente entre ellos se puso tenso por la manera en la que mi padre torció su boca en una mueca.

-Sería bueno pasar un tiempo con él - agregó mi madre para aligerar la tensión en el aire - siempre está encerrado en su habitación, jugando con sus videojuegos y esas...cosas.

Mi padre presionó sus labios en una delgada línea repleta de desaprobación.

A mis padres no les gustaba mi fascinación por los videojuegos y las computadoras, decían que era una pérdida de tiempo y que no aportaba nada en mi vida.

Los videojuegos se habían convertido en un refugio para mí en los últimos años. Cada vez que me sentía mal o tenía una reprimenda de mis padres, me encerraba en mi cuarto y me ponía a jugar. Solo, porque Dave compartía las mismas ideas que mis padres.

Una vez, había tenido una discusión muy grande con mi padre cuando tenía unos doce años. Fue tan grande que mi padre, completamente furioso conmigo, subió hasta mi habitación, entró sin permiso y tomó todos mis videojuegos y mis casetes. Los puso en una bolsa negra y los lanzó a la basura después de pisarlos.

No hablé durante semanas con él y logré de alguna forma comprar mis propios videojuegos y mantenerlos ocultos de su vista. Desde ese día, mi padre jamás volvió a entrar a mi habitación.

-No creo que quiera estar con nosotros después de lo de ayer -dijo mi padre finalmente, su voz sonando como un golpe seco en el aire.

El estómago me dio un giro cuando recordé lo que había pasado la noche anterior y el dolor de mi mejilla se hizo más presente en respuesta.

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