Capítulo 10: Mike

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Caminé en silencio hasta mi casa.

Ya era de tarde y había pasado toda la mañana paseando por todo el vecindario. Después del breve encuentro que tuve con Mónica, me había quedado sin ideas de a donde ir para escapar de mi familia.

Eventualmente, me rendí. Me hubiera gustado haber llevado algo de dinero conmigo para poder haber pagado un lugar para dormir pero lamentablemente me olvidé de ese detalle. Y tampoco tenía la mínima esperanza de que alguno de mis amigos me hiciera un favor, por lo que eso no era una opción.

Cuando me "escapé" por primera vez ayer de mi casa, después de haber tenido una pelea con Dave, volví de nuevo a altas horas de la noche prácticamente caminando de puntillas para que nadie me escuchara. Y lo logré pero volví a irme en la madrugada ya que no quería enfrentar ningún problema con mis padres ni con mi hermano. Ya había tenido suficiente.

Así que opté por pasear de nuevo por el parque que no estaba ni tan cerca ni tan lejos de mi casa. Visité casi todas las tiendas y puestos y, como ya mencioné que olvidé el dinero por estúpido, no compré nada. Y no era que quisiera algo, de todos modos.

Entré al último lugar que me quedaba por visitar: la biblioteca.

Venía ahí de vez en cuando, no siempre. Solo paseaba por las estanterías y hojeaba libros aleatoriamente. De niño, me gustaba mucho leer para apaciguar mi mente curiosa pero ahora era muy raro que algún título me llamara la atención.

Estaba a punto de largarme y pensar que demonios hacer con mi vida hasta que observé de reojo una silueta de una chica conocida que captó mi atención.

Me acerqué más al lugar en donde estaba escondida, en el fondo de toda la biblioteca, y pude distinguir con más claridad a la chica de la que ya tenía una idea de quién se trataba.

Alta, cabello ondulado y café, vestida con una pechera verde oscura, una camisa con líneas blancas y negras y por último, unos converse negros.

La chica se dió la vuelta, quedando de perfil, y se ajustó los lentes mientras hojeaba un libro con mucha atención.

Era Mónica.

Sentí una chispa en mi pecho, una sensación extraña pero para nada desagradable. Era un tipo de emoción al verla de nuevo.

Y sin dudarlo ni un segundo más caminé hacia su dirección lentamente, cuidando que mis pasos no hicieran que la madera del suelo rechinara. Me detuve a unos treinta centímetros de ella y aún así, pude alcanzar a oler su aroma.

Ella siempre olía a vainilla.

La llamé una vez pero no respondió. La llamé de nuevo y se dió la vuelta rápidamente, sus ojos cafés se cernieron sobre los míos.

Sentí como el corazón se me detuvo al verla. Ella era la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida. Tenía un tipo de belleza natural, no tan común. Era el tipo de belleza que te dejaba sin aliento.

Ya estaba a poco tiempo de llegar a mi casa pero él con el pensamiento del encuentro reciente no podía dejar de sonreír. Era como si esa breve plática con Mónica me hubiera hecho olvidarme de todos mis problemas.

Deje de caminar al llegar a la entrada de mi casa y suspiré con malestar.

Si tan solo pudiera irme a otro lugar, pensé.

No me quedó más remedio que tragarme todos mis remordimientos y tocar el timbre.

Pasaron unos cuantos minutos y nadie me abrió. Fruncí el ceño y volví a presionar el timbre. Aún era de tarde, por lo que nadie debía estar durmiendo. La mayoría de las veces, la señora de limpieza, Mary, era la que respondía a la puerta por lo que esperaba que esta vez lo hiciera ella.

El pensamiento de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora