Capítulo 3: Mónica

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Las clases terminaron y caminé sola de vuelta a casa.

Caminé por las calles y por varios árboles, con los audífonos de cable puestos mientras escuchaba la música de Gracie Abrams (mi cantante favorita) hasta llegar a mi casa.

Mi casa no era tan grande pero tampoco muy pequeña. Vivíamos en un vecindario común en Hallowell, Maine. Era una casa normal, nada de ella resaltaba mucho.

Toqué la puerta y esperé hasta que mi tía Margaret la abriera.

-Hola, cariño - me saludó, dejándome pasar -¿Cómo te fue en la escuela?

-Mmm, bien - entré y dejé mi mochila en una pequeña silla -¿Dónde está mamá?

-En su cama - respondió.

-Voy a saludarla - le avisé antes de subir por las escaleras casi corriendo.

-No te tardes mucho que la comida está casi lista - exclamó para que la alcanzara a escuchar.

Subí y caminé hasta llegar a la puerta de la habitación de mi mamá. Respiré hondo antes de entrar y dibujé una sonrisa en mi rostro.

-Hola, mamá - dije dulcemente.

-Hola, corazón - dijo sonriéndome de vuelta.

Corrí a abrazarla y a recostarme junto a ella. Los abrazos de mi mamá eran la mejor sensación que existía.

Mi mamá era una mujer muy bonita. Tenía el mismo cabello que yo antes de las quimioterapias, los mismos ojos y las mismas pecas en la nariz.

Seguía siendo la misma con o sin cáncer. Para mí siempre sería la mujer más hermosa que había visto en toda mi vida.

-¿Cómo te fue? - preguntó lo mismo que mi tía.

-Bien - respondí - ¿y a ti?

-Oh, igual que siempre - contestó mientras acariciaba mi cabello con una mano delgada y temblorosa.

Debe de estar adolorida, pensé. Me aparté de sus brazos para dejarla reposar.

-La tía Margaret dijo que la comida ya estaba casi lista - le dije.

-Entonces vayamos.

-Puedo traerte la comida si quieres - ofrecí.

-No, gracias. Hace mucho que no me he movido - dijo - necesito hacerlo.

-Esta bien - concordé.

-¿Me ayudarías a levantarme, corazón? - me preguntó volviendo a tomar mi brazo.

-Sip.

Me levanté de la cama y me puse al lado de ella, sosteniendo su brazo con una mano y su espalda con la otra, teniendo cuidado de no ocasionar ningún dolor.

La levanté lentamente hasta que pudo ponerse de pie con éxito.

Juntas bajamos las escaleras, escalón por escalón hasta llegar a la cocina. Mi tía se apresuró a sostener a mi madre y a sentarla en una de las sillas.

-Gracias, Mónica - me dijo.

-Por nada.

-Siéntate, yo sirvo la comida - ordenó mi tía.

La tía Margaret era dos años más grande que mi madre, lo que la convertía en la hermana mayor. Compartía los mismos rasgos que mi mamá pero sus facciones eran un poco más duras.

Yo siempre la había admirado, se había casado una vez pero después quedó viuda, nunca había tenido hijos por lo que siempre estuvo sola. Era una mujer muy fuerte y trabajadora. Cuando mi madre enfermó de cáncer y tuvo que dejar su trabajo por su salud, mi tía se convirtió en la encargada de mantener la familia y ganar dinero. Para reducir su carga, decidimos que yo sería la encargada de la limpieza.

El pensamiento de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora