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"and i've been a fool and i've been blind i can never leave the past behind"
Florence and the Machine
18 DE JUNIO DE 1996
La habían reclutado en contra de su voluntad, pero no era la primera vez que le sucedía, así como tampoco había sido la primera vez que intentó evitar problemas guardando silencio.
Odiaba aquella insignia dorada en su pecho, odiaba que los ingenuos a su alrededor pensaran que tenían poder cuando en realidad solo eran marionetas, odiaba a Dolores Umbridge. Desde el momento en que la profesora había entrado en su vida, todo había empezado a ir cuesta abajo. Sin embargo, era el destino. Ella era una Malfoy y una Slytherin, además de poseer una inteligencia notable, así que solo era cuestión de tiempo antes de que Umbridge la notara y la hiciera líder del Escuadrón Inquisitorial.
Desde el principio había detestado que la obligaran a deambular por los pasillos con un aire de superioridad, lista para quitar puntos a las otras casas por cualquier tontería. Odiaba toda la atención que estaba recibiendo por esa insignia en su capa. Odiaba la voz que chirriaba cerca de su oído cada vez que Dolores Umbridge se acercaba a ella, con esa sonrisa gruesa y sus pomposos y estúpidos ropajes rosas.
Esa no era una tarde ordinaria. Su hermano Draco había encontrado a Potter y a algunos de sus amigos en la oficina de Umbridge. No tenía ninguna razón para excusar a la profesora, pero lo que habían hecho era realmente estúpido; ¿de verdad pensaban que nadie los iba a descubrir? Tenían prácticamente todos los ojos del castillo sobre ellos.
"¡Están aquí, profesora!" había gritado Pansy detrás de Draco cuando Draco había sonreído triunfal y maliciosamente al dar en el blanco.
No tardó mucho en que Umbridge se abriera paso entre los miembros del Escuadrón Inquisitorial para sorprender a los estudiantes. Agarró a Harry Potter por el cuello de la camisa y, con un movimiento de muñeca, ordenó a sus secuaces que detuvieran al resto de los estudiantes. Maia reconoció al instante todos los rostros de los compañeros de Potter. Qué sorpresa, siempre que ocurría algo, estaban todos ellos involucrados.
"Asegúrense de que no se escapen", ordenó Umbridge con esa voz suya. Hermione Granger no se movió en sus brazos, sabiendo que no había manera de que pudiera zafarse del agarre de Maia. No era muy fuerte, pero era más alta que ella, y conocía demasiado bien sus habilidades en duelos como para intentar algo. "¿Qué hacían aquí?"
Maia tuvo que reprimir una risa. Potter, a quien obviamente se dirigía, permaneció en silencio. Draco apretó su agarre, Maia pudo ver que estaba furioso. Sabía de su profundo desprecio por el Gryffindor, sabía que había vivido a su sombra desde el principio, y que tener poder sobre Potter ahora lo hacía pensar en las cosas más impactantes.
"Pregunté amablemente, pero no tengo otra opción. Señorita Malfoy, ¿podría llamar a Severus? Necesitamos un poco de Veritaserum."
"No queda Veritaserum, profesora. Ya lo ha gastado. No es necesario llamar al profesor Snape", respondió Maia con un tono aburrido.
