Hacia un imperio Helenico

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Península de Hellas, Reino de Makedonia
Ciudad de Pella, Cámara del Consejo de los 500
991 D.G.M (Después de la Gran Migración)

El salón del Buleuterio era imponente, con techos altos y paredes de mármol adornadas con frescos que narraban las glorias pasadas de Makedonia. Grandes columnas sostenían el techo abovedado, y candelabros de bronce colgaban, iluminando con su cálida luz el lugar donde se tomaban decisiones cruciales. Las ventanas altas permitían que la luz del sol de la tarde se filtrara, creando sombras que danzaban sobre las caras serias de los consejeros. El aire estaba cargado con una mezcla de anticipación y tensión mientras la sesión continuaba.

- Iremos a la guerra - son las palabras de mi padre en el Buleuterio, el consejo de los 500 en el reino de makedonia - No hay momento más propicio que este para realizar nuestras ambiciones, con la liga del Peloponeso y la liga de Delos matándose al sur, y los Saderanos ocupados con los Parsos, nadie podría amenazar nuestras fronteras - un murmullo llena el consejo, Argos, Pirro y Sócrates están sentados un asiento por debajo de mí, en la sección donde se reúnen los leales a mi padre

- ¡Su alteza! ¡Debo objetar! - alza la voz alguien, un hombre chaparro, canoso y más arrugado que una pasa, pero que milagrosamente logra mantenerse en pie aun con su edad aparentemente avanzada - No podemos movilizar todo nuestro ejército, si dejáramos nuestras fronteras desprotegidas, sería una invitación para una invasión - expresó el anciano

- Movilizaremos 200 mil soldados, y además llamaremos a nuestros aliados Odrisios y Dalmacios para que nos asistan en la guerra, si envían a sus ejércitos nuestras fuerzas aumentaría hasta en 300 mil efectivos - aclara mi padre

- ¿Tiene idea, su alteza, de cuánto costaría mantener una fuerza de ese tamaño? - preguntó un senador

- Tengo una idea clara, por eso nos moveremos rápidamente para reclamar la victoria, no tenemos la logística o economía de nuestros vecinos más grandes, por ello, atacaremos las ciudades más importantes de nuestros enemigos, forzandolos a rendirse o perder su centro de poder - declaró mi padre, varios miembros de la facción de los lealistas se ponen de pie para apoyarlo

- ¡Un excelente plan! ¡Un ataque rápido, preciso y quirúrgico al corazón del enemigo conseguirá confundirlo sin darle la oportunidad de recomponerse! - exclama uno de los generales a mi derecha

Niego levemente en la cabeza, pero no se puede evitar, la guerra es una realidad de la que nadie puede escapar en falmart, y sobre todo, parece que algún dios o diosa está escribiendo mi historia como le plazca, aunque todo parece indicar que mi vida seguirá un rumbo similar a la de Alejandro Magno, ¿acaso no puede ser más creativo o creativa este ser místico?

Sintió que alguien tocaba su pantorrilla, inclinó la cabeza y observó a Argos, quien contaba con una pequeña barba, al igual que yo, llevaba su armadura de Linotórax, Pirro y Sócrates estaban en togas, al menos la mitad de los presentes estaban en Togas y la otra mitad llevaba sus Armaduras.

- ¿Que opina mi principe? - pregunta Argos señalando hacia mi padre - ¿Mucha ambición? - Pirro se gira al percatarse de la conversación

- Un poco, pero es como dice mi padre, una oportunidad de oro, con nuestros enemigos naturales ocupados en sus guerras, podríamos avanzar y tomar control de Hellas sin una amenaza en nuestras fronteras, si somos afortunados, dominaremos toda la península antes de que Sadera pueda siquiera hacer algo - Pirro asiente, sopesando realmente mis palabras

- Una campaña relámpago sería lo más beneficioso, tomar sus capital, o derrotar a sus ejércitos principales, ahora que están exhaustos, nos permitiría subyugarlos sin tanto derramamiento de sangre - explica

- ¿Subyugarlos? Mejor anexarlos, formar un imperio para hacerle frente a los tiempos venideros, un estado centralizado, fuerte y unificado, es mejor que 20 estados pequeños y débiles, que luchan entre si - explica

- Habla de unir a todos los pueblos de la península como si fuera fácil - comentó Sócrates, antes de recibir una patada en la espalda de su hermano, que lo puso de pie.

- Hijo de... - Sócrates había empezado a girarse hacia su hermano para comenzar una de sus ya conocidas peleas verbales antes que su acción fuera interrumpida por Philippos.

- Joven Sócrates, ¿qué desea agregar a esta sesión? - preguntó Philippos con una voz autoritaria pero curiosa. 

El rey, sentado en su trono de madera tallada, observó la escena con una mezcla de interés y paciencia. A su lado, los estandartes reales ondeaban suavemente, decorados con el emblema del Sol makedonio.

Sócrates se tensó ante las palabras del rey, haciendo una leve reverencia antes de empezar a hablar.

- Nada en absoluto, mi señor. Solo tuve una pequeña molestia al estar sentado - se explicó, tratando de ocultar su incomodidad.

Philippos entrelazo sus dedos y lo miró fijamente. 

- Insisto en que hables, nadie que se pone de pie debe volver a sentarse sin expresar sus ideas, a no ser que esta sesión se levante. Por favor, estamos esperando - indico el rey, señalando hacia la multitud presente, que miraba a Sócrates expectantes.

Sócrates suspiró, sintiendo el peso de la expectativa sobre él. Tomó un profundo aliento antes de continuar, no sin antes mirar a su hermano Argos y escupir una serie de maldiciones silenciosas por meterlo en aquel problema.

- Mi señor, si hemos de conquistar a nuestros vecinos, debemos tomar en cuenta que su pensamiento es muy distinto al nuestro. Desde los belicosos Lacemadones, los democráticos amantes de niños en Acropolea, hasta los fieros Dálmatas del norte. Somos un pueblo con ideas distintas. Para ello, necesitamos establecer una carta que asegure los derechos de cada individuo libre, garantice la ciudadanía, así como sus derechos básicos. Con esto, podremos obtener la lealtad de nuestros hermanos sin recurrir a las armas y a la opresión, como nuestros vecinos Saderanos - Sócrates vaciló al final, un pequeño temblor en su voz, trago saliva al terminar de hablar, nervioso por la reacción de los miembros del consejo. 

La sala quedó en silencio mientras las palabras de Sócrates resonaban en el aire. Los consejeros intercambiaron miradas pensativas, considerando la propuesta. La luz del sol se desvanecía lentamente, creando un ambiente casi etéreo, como si el destino de Makedonia estuviera siendo escrito en ese mismo instante. Philippos se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en los brazos de su trono, asintiendo levemente mientras analizaba la propuesta del amigo de su hijo

- Interesante perspectiva, joven Sócrates. La unidad a través de la equidad y la justicia podría ser la clave para nuestro éxito. Tendremos que debatir esto más a fondo. - Expreso finalmente, indicando con un movimiento 

Los murmullos volvieron a llenar la sala, pero esta vez eran de contemplación y no de duda. Las sombras en las paredes parecían alargarse, reflejando el prolongado debate que apenas comenzaba. La visión de Sócrates había plantado una semilla de reflexión en la mente de los consejeros, y el Buleuterio, testigo de tantas decisiones, aguardaba la resolución de este nuevo desafío.

Socrates solo se sentó soltando un suspiro de alivio cuando tocó el asiento, era su primer debate público, y lo había dejado tenso, sintió una mano sobre su hombro, se giró y encontró a su hermano Argos quien sonreía triunfante.

- Interesante propuesta hermanito, ¿Idea tuya o de nuestro príncipe? - preguntó con una sonrisa en su rostro

- Mis ideas, pero Alexandros me ha dado algunas ideas interesantes, supongo que fue una colaboración entre nuestras mentes de genio - se jactó el chico

- Como sea, solo distes una idea para la conquista, tendremos que ir a la guerra - habla Alexandros, haciendo que los jóvenes centraran su atención nuevamente en el debate que llevaban acabo los adultos.

Finalmente, el consejo aprobó la idea de ir a la guerra, con sus falanges marchando contra las otras ciudades estado para establecer la hegemonía total sobre la península, y este acontecimiento sería recordado como el inicio de las guerras helénicas, a finales del 991 y a principios del 992 DGM.

Gate: la Ascensión de HellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora