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Unai llamó de nuevo su atención casi sin verlo cogiendo su mano, siendo consiente de que llevaba un anillo en el pulgar, ni tan grueso ni tan delgado, plateado. Lope sintió la desmesurada curiosidad sobre ese objeto que dijo: es de Víctor, bueno, un regalo de Víctor. Se sintió satisfecho con aquella respuesta, quiso negar que eran celos pero los tenía, Víctor no era una amenaza para Unai en lo físico, pero sabía que llevaban más años conociéndose, que su relación era mucho más fuerte de lo que ellos tenían en ese momento. La inseguridad se apropió de su cuerpo, ¿qué podría ofrecerle que Víctor no le hubiera ofrecido ya? No quería pensar solamente en lo carnal, quería ser el hombre en quien pudiera confiar en todo el mundo.

—¿Y cómo os habéis hecho amigos? —preguntó en el tono más mundano y practicado que tenía, rodeando su cuello con su brazo para que cayera sobre su pecho.

Lope volvió en si y al ver el anillo recordó los primeros días en que conoció a Víctor. Ahora le parecía una juego de chiquillos pero en su momento fue lo peor que le había pasado.

—Pues la verdad al principio nos detestábamos, fue en la ESO —viendo ahora el brazo de Unai, tenía un par de venas resaltadas —. Éramos... lo contrario del otro: Víctor siempre ha sido el gracioso, el divertido que sonríe por todo, que no alza la voz, que jamás se enoja y yo en ese tiempo estaba tan molesto que un día nos hicimos de palabras, nos liamos a mamporros, más yo que él, cabe mencionar.

—¿Por qué estabas molesto?

Lope mordió su labio. Llevaba tanto tiempo sin mencionar aquel suceso que decirlo en voz alta tal provocó que su cuerpo volviera a tensarse como en aquello días.

—Mi madre había muerto y no podía ver a nadie contento, pobre de Víctor —dijo casi ausente, jugando con los dedos de Unai —. Intentaron llamar a casa para resolverlo con los adultos pero, nadie fue. Me volví solo a casa. Al día siguiente durante el recreo se me acercó, el pobre tenía un moratón en la mejilla, no me creí al verlo que yo se lo provoqué. Me dijo: "mi madre me ha dicho que no lo hiciera pero pasé toda la noche pensando que debe de haber una razón por la cual seas una rosa con espinas". Estaba loco. A veces lo sigue estando. Ah —tomando aire —, él que detesta los conflictos, que no se enfada por nada vino y... calmó todo mi ser. Estaba enfadado, tan enfadado... —soltando una tremenda risa al recordar algo.

—¿Qué pasa? —contagiándose rápido de aquel destello de alegría que había soltado.

Unai miró lo fácil que le resultaba a Lope perderse en sus recuerdos y sonreír de esa forma, lo que lo hizo pensar en las veces que recordaba las cosas más dolorosas.

—¿Sabes la forma en que él se tranquiliza cuando "se enfada"? Bebe agua. Y me lo dijo aquellos días, que debería probar con beber agua cuando estuviese enfadado. La primera vez que me lo dijo quise soltarle un guantazo por lo estúpido que sonaba pero después... Su madre casi se desmaya cuando me vio parado en su portal. No le quedó otra, nos hicimos amigos de inmediato. Él... en todo el tiempo que lo conozco jamás se ha enfadado de verdad.

—¿De verdad? —preguntó con exagerado interés.

—Sí, jamás le he escuchado levantar la voz por nada —soltando una risa —, ni cuando jugábamos a juegos en línea se enfada cuando perdíamos o cuando el equipo que nos tocaba era malísimo. Siempre ha tratado de mantener la calma —recordando a su amigo —, claro que se enfada pero... se le pasa casi de inmediato. Él ha sido el único que ha entendido mi mal humor. Me ayudó como nadie más lo hizo, me hizo reír y... nos volvimos inseparables desde entonces.

Lope volvió a reír y a llamar la atención de Unai. Su mirada ahora estaba llena de coquetería.

—Ahora entiendo tus celos —bromeó Lope poniendo su mano sobre el pecho de Unai. Este como respuesta acarició su espalda.

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⏰ Última actualización: Jul 29 ⏰

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