Me habrás vuelto loco

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Rodrigo escuchó ruidos poco usuales que venían de arriba a media tarde del domingo. Sabía que Lope no era alguien ruidoso así que subió a ver que no se tratara de alguien más. La sorpresa fue tal que casi pierde todas las fuerzas que tenía, Lope estaba bajando una maleta vieja del trastero de la casa.

—¿Piensas irte?

—¿Qué? —girando su cabeza para ver a su abuelo con las bolsas de la compra aún en las manos —. No, no abuelo, no. No es eso... es que, me he olvidado de contarte, que Víctor me ha invitado a ir a Madrid dice que en verano se vacía y...

—Ya. Perdona lo exagerado de la pregunta es solo que...

—También lo recordé —confesó Lope acercándose a su abuelo para pararse a su lado —, dejó esta maleta porque... quería viajar... más ligero.

Ambos lo tenían presente, la muerte de Sofía provocó un tremendo dolor en Dante que lo hizo irse tanto lejos como fuera posible, dejando a Lope con su abuelo sin dar señales de nada hasta pasado seis meses, cuando le envió un correo diciendo que estaba viviendo en Italia. Con ese acto Rodrigo lo tuvo claro, no insistirían en que volviera ni intentarían contactar con él. El abandono de un padre resultaba imperdonable tanto que quiso proteger a su nieto de cualquier tipo de desplante por parte de su hijo.

—¿Y qué vas a hacer a Madrid? —en un tono lleno de curiosidad e ilusión, era la primera vez que el menor de sus nietos tenía alguna aventura y en su rostro se reflejaba todo: desde la alegría y ese nerviosismo que intentaba ocultar.

—Pues, han invitado a la banda a tocar en un... evento o algo así, cerca de Gran Vía y... Víctor ha planeado un recorrido por varios museos y... me ha dicho que tengo que conocer el Retiro y... ya lo conoce, está, como unas maracas —haciendo un montón de gestos con las manos.

—¿Y dónde os vais a quedar?

—En casa de Xavi Medina, el...

—Sí, sí, el nieto de Daniel, el amigo del Alcalde.

—Exacto, dice que su tío le ha dejado el piso libre para recibirnos.

—Bueno, entonces solo queda disfrutar, ¿no?

Lope sonrió con cierta timidez, a veces sentía que disfrutar no era lo suyo. Su abuelo había llevado una vida tranquila sin preocupaciones hasta el día en que Dante se fue de casa y dejó a Lope en la puerta de la suya, con todo el porvenir por delante. Notó el peso que un crío significaba para alguien de su edad que prometió no ser demasiada carga para él cuando le rogó quedarse con él y no con Rodrigo, su hijo mayor. No le costó mucho aceptar la oferta, después de todo casi todos sus hijos lo visitaban poco así que un adolescente pululando por su vida era algo que lo tranquilizaba.

Hasta ese momento ninguno cuidaba al otro. Llevaban vidas paralelas dentro de la casa pero ni su abuelo había intervenido mucho en su formación como adulto ni Lope se atrevió siquiera a tratar a su abuelo como un viejo. Sabían, sin haberse puesto de acuerdo, que días preparaba el desayuno uno y que días el otro, que días prefería Rodrigo salir a desayunar por su cuenta y que tardes Lope volvía tarde luego de pasar el día entero con Víctor.

Si bien, su pecho se llegó de orgullo cuando Lope entró en la universidad, fue hasta ese momento en que se percató que ahora realmente parecía todo un adulto, que nada quedaba de ese chiquillo de quince años que lloraba por las noches y al cual nunca supo como reconfortar. Supo que todo aquel hombre en que se había convertido Lope era por méritos propios, de ese deseo de sobrevivir a la adversidad que le había tocado que de nuevo sonrió en silencio lleno de orgullo.

—Tómate una birra a mi salud en el Gran Clavel, te va a gustar.

Lope sonrió y aceptó el dinero que su abuelo le había puesto en la mano y después le abrazó fuerte, algo inesperado para ambos que los acercó un poco como en todo ese tiempo no había conseguido la convivencia.

Enamorarse en MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora