El sábado por la mañana, Lope esperaba a Víctor en la plaza mayor, cerca del puesto de periódicos donde hojeaba una revista que había comprado solo par estar ahí parado porque se negaba a esperarlo dentro del Starbucks, creía que aquel local era un sacrilegio y más su ubicación, lo peor era que a su amigo le gustaba esa sensación de ir por la vida paseando un vaso de café helado como un vulgar americano.
Se dio tiempo de mirar a su alrededor y jugar a identificar algunos turistas. Podía diferenciar entre nacionales y extranjeros; porque estos últimos eran jóvenes, en chanclas, pantalones cortos y muchas veces cargando la maleta que se negaron a dejar en el hostal de mala muerte que habían reservado, los nacionales vestían parecido salvo que eran grupos de abuelos retirados que se entretenían conociendo el territorio nacional con sus amigos, leyendo guías turísticas y siguiendo a algún local joven con un banderín de detentado color para no perderse que hacía de guía.
De todos los momentos en que había visto aquella plaza, sin duda las primeras horas del día, en el que el frío corría por sus calles y el sol intentaba calentar y las mesas de los restaurantes estaban vacías, eran sus favoritas. La poca concurrencia le parecía de lo más apetecible porque dejaba a la imaginación cualquier cosa, a comparación de las noches, que sabía que eran mágicas por todo el tipo de romances que podría suceder, por la música que se tocaba, y que él ahora tocaba, para animar a la concurrencia.
Le gustaba ver la vida matutina de los abuelitos que salían de casa por cualquier pretexto: comprar lotería, quedar con los amigos en el bar, tomar el sol en la plaza; o la forma en que los camareros ponían de pie las mesas de terraza esperando ansiosos los primeros clientes; o incluso el bullicio de los cafés llenos de personas perfumadas y vestidos de traje listos para ir a trabajar que solo tenían un par de minutos para un desayuno rápido. Sentía fascinación por la sombra de los pasillos que rodeaban la plaza mayor, sus esquinas que parecían te transportarían a otra época si cruzabas su umbral. Sonrió dejándose llevar por todos esos detalles que veía y lo distrajeron por completo como para bajar la guardia y mirar a todos lados.
—¡Ya es un hecho!
—Víctor Manuel... un día me vas a matar del susto —mirando al grupo de abuelitas que conversaban de los modelos que veían en la revista Burda y que los miraron de reojo sin decir mucho porque no sabían distinguir aquel saludo —. ¿El que es un hecho? —acomodando sus gafas y acomodando su pelo que notó que ya necesitaba un corte.
—Xavi me ha confirmado el alojamiento y yo... tengo los billetes de tren, nos vamos el lunes.
Lope sintió como todo su cuerpo se llenaba de alegría tanto que no se contuvo de abrazar fuerte a Víctor, quien sintió todo el cariño que su amigo se negaba a mostrar.
—No me lo creo, ¡nos vamos a Madrid!
—Tienes que hacer una buena playlist para el camino, eh —dijo mirando su móvil.
—Eso está hecho. ¿Nos vamos a ir los cuatro juntos?
—No, me han dicho que ellos dos se van a adelantar, tienen que hacer algunos arreglos, charlas, ver que todo esté en orden para tocar. Así que solo seremos tú y yo con tres horas en tren por delante.
—Tendré que preparar la maleta.
—Sí, pero eh, solo conjuntos guays, eh. Que no quiero que se nos note mucho lo paletos —confesó mientras andaba hacia el local más céntrico y que quedaba en el paso de la entrada a la plaza mayor de quienes venían de las afueras de la ciudad o de los turistas que venían de una de las dos estaciones de tren que había.
—Ah —dijo sorprendido por tal afirmación —, ¿así que no te gusta que se te note lo paleto que vienes a comprar el café aquí?
—Eso he oído que hacen los chicos guays en la capital... —abriendo la puerta para que fuera Lope el primero en entrar a ese lugar de tonos grises, mesas marrón y luces amarillas que poca intimidad daban al lugar —. Incluso he escuchado que quedan para hacer los deberes aquí.
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Enamorarse en Madrid
Novela JuvenilEs el mítico sueño de todo el mundo: un romance de verano. Un romance desatado, lleno de emociones y sentimientos que se vuelven incalculables, que duran toda la vida pero, ¿y si no es un sueño? ¿Y si no es como lo pensabas? ¿Qué haces cuando todo s...