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Un rato después estaba comenzado a dormitar cuando su móvil volvió a sonar. Pensó que sería Unai pero el nombre que aparecía en la pantalla lo volvió a atormentar, su móvil se estaba llenando de mensajes de David. Comenzó a temblar, a sentirse incómodo. Se enfocó en ese rayo de fuera del salón, cerrar los ojos implicaba ver todo aquel dolor al que se sumaba este último a su corazón. Sus intentos por olvidarlos apretando sus ojos eran en vano; solo aparecían los momentos que había pasado con David: el nerviosismo de aquella primera noche en el bar en la que sus manos sudaban y se sentía que el mundo conspiraría para cumplir su objetivo o las risas y miradas cómplices que no pararon mientras bailaban como verdaderos locos sin importar que nadie les mirara o en lo que más le dolió, ese pequeño momento esperando el metro en el que cogió sus manos y le confesó que había sido lo mejor que le había pasado en todo el tiempo que llevaba fuera del closet. Que estúpido, por un momento se creyó importante para alguien.

¿Por qué lo había hecho? ¿Debió hacerse dado cuenta de alguna señal? ¿Cómo se suponía que tenía que saber si decía la verdad? No importaba nada ahora, había sido un ingenuo al que timaron en Madrid. Era un idiota soñador que pensó que el amor podía darse en un par de días; se creyó que era como en las pelis, como Romeo y Julieta, que encontraría alguien que se enamoraría de él y le juraría amor para siempre.

Es igual que su madre, recordó. Era lo que siempre le decían cuando lo veían hacer algo: no tiene futuro, es un soñador más bueno para nada que se va pasar la vida perdiendo el tiempo escribiendo o sabrá Dios que cosas. ¿Y si David había visto que no tenía futuro con él?Finalmente la oscuridad logró noquear su cabeza y ahogar todos sus pensamientos dejando todo en silencio  alrededor de las tres de la mañana y no hubo poder humano que lo lograra hacer despertar.

La mañana siguiente Lope sintió el cuerpo de Víctor a su lado. Estaba en su cama y la oscuridad que las persinabas bajas ayudó a mantener su sueño durante toda la noche. Se sintió avergonzado de pensar en cómo lo había encontrado Víctor la noche anterior. Contrajo todo su cuerpo rogando que no despertara a su amigo.

—¿Cómo estás?

Víctor estaba más tenso, jamás había dormido con otro hombre, ellos no solían hacer fiesta de pijamas o quedarse a dormir en casa del otro, pero recordó que eso hacía su madre cada vez que se ponía malo o se sentía pachucho. No tuvo muy claro si lo había hecho bien o no pero ahí estaba, calmando el dolor de su amigo.

Ambos estaban de espaldas el uno del otro pero Víctor sintió su movimiento y Lope respiró profundo y relajó su cuerpo, a pesar de que todo volvió como un rayo en su cabeza ya era un dolor reducido a un dolor de cabeza.

—Me siento un idiota. Lo eché todo a perder.

—No fue así. No fue tu culpa. El... enamorarse nunca es un error. Tal vez la persona sí pero...

—Víctor, déjalo. No quiero que tenga sentido. Solo quiero... darme mil golpes contra una pared.

—Vale —dijo Víctor poniéndose de pie. Había dormido con playera de tirantes y gayumbos, no se atrevió a quitarle ninguna prenda a su amigo así que Lope durmió en vaqueros y camisa de seda que ahora estaba llena de arrugas como para dejar parte de su vientre —, voy a decirle a Xavi que no vas a levantarte ahora...

—No —dijo entrando completamente a su antigua habitación —, podéis tomar el desayuno en pijama pero no podéis quedaros en cama —sentenció ofreciendo luz a ambos chicos.

—Pero...

—Tiene razón —dijo Lope poniéndose de pie —, que hoy es un día importante y quiero estar al cien.

—Vale.

—Solo... necesito un momento para despertar bien. ¿Podríais?

—Claro —accedió Víctor poniéndose de pie.

Xavi admiró el trabajo que Víctor ocultaba debajo de sus atuendos holgados: unos hombros anchos y brazos bien trabajados a contraste de una cintura bastante pequeña que su playera ajustada daba fe de su cuerpo galgo.

—¿Cómo está?

—Pues mal —concedió Víctor andando descalzo a la cocina para coger un poco de zumo —y lo peor es que no sé qué decirle para que no sienta tanto dolor —sentándose a la mesa  y mirando por un momento la nada que pasaba frente a él —, es que... no tenía que pasarle así.

—Lo sé amigo mío, lo sé.

——//——

Su madre abrió la puerta de su habitación y el olor a alcohol llenó su nariz. Todo el ambiente era pesado a pesar de que la luz ya entraba por la ventana. Estaba tumbado sobre las colcha hecha un rebujo boca arriba con su brazo tapando sus ojos.

—Estoy despierto —dijo con voz ronca, había llorado toda la noche.

—¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien?

—No.

Llevaba tiempo siendo independiente de sus padres. Con su trabajo y su vida social poco tiempo pasaba en la casa a diferencia de la mentira que le había dicho a Lope, tanto que no estaba ya acostumbrado a caer en el regazo de su madre a llorar. Conversaban en la mesa a la hora de la comida y se ponían al día de sus vidas pero nada como lo que estaba sucediendo ahí aquella mañana.

—¿Pero qué pasó? —sentándose a su vera, sin verlo moverse ni un milímetro.

Tardó en siquiera admitirlo en voz alta. Tal vez ese fue el problema.

—Me enamoré y lo perdí y me siento un capullo...

—Dime qué pasó por favor —dijo su madre que cada vez entendía menos.

David se incorporó en su sitio y dejó expuesto su rostro con marcas de lágrimas e hinchazón y miró a su madre con vergüenza.

—Yo... he estado fingiendo ser novio de Sonia y hace unos días conocí a un chico que me hizo dudar de todo: de mi vida, de lo que hago con ella y de que he perdido mucho tiempo sin buscar el amor. Pensé que no le volvería a ver porque lo vi en el museo, ¡pero volvió a aparecer! —dijo con cierta ilusión —, y le conocí y me gustó y... le dije que era lo mejor que me pasó en la vida y... —sintiendo como la adrenalina subía y bajaba en su cuerpo y al final lo dejaba vacío —, apareció Sonia y me besó frente a él.

—Vaya por Dios...

Enamorarse en MadridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora