CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO

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MARINETTE:

—De acuerdo —respondí. —Pero mi embarazo no va a ser motivo de que me ponga esa condición, de hecho, si le dice a Adrien estaría haciéndome un favor, y aquí entre nosotros, sabemos perfectamente que usted no es un hombre de hacer favores, ¿verdad?

Su sonrisa burlona desapareció.

—¿Qué quiere?

Si nuestra convivencia siempre se iba a basar en acuerdos y chantajes, sería una pesadilla.

—Yo trabajaré para usted, pero a cambio, Adrien podrá estar cerca de su hijo o hija, no debemos tener ninguna relación de intermedio, solo quiero que conozca al bebé y esté presente en su vida.

En está ocasión, él pareció dudarlo, mantenía el ceño fruncido sin dejar de mirarme a los ojos. Y yo tampoco le dí la satisfacción de desviar la mirada.

—De acuerdo —alargó su mano a la mía para cerrar el acuerdo, la cual estreché rápidamente. —Lindo broche.

Finalizó, señalando el broche que estaba en el escote del vestido, que fue un regalo de Adrien que dejó en la cafetería.

No respondí, me dí media vuelta y me alejé de él. 

Al fin y al cabo, todo se resolvería mañana.

[...]

Lo primero que hice al llegar a casa fue quitarme los zapatos, dejándolos a un lado en la entrada principal.

Estaba muy cansada, lo único que quería era subir a mi habitación a dormir.

—¿Fue un buen evento, no?

La pregunta de Adrien proveniente de la oscuridad me asustó. Busque el interruptor en la pared, y al encender la luz lo ví a él, con un semblante completamente serio.

—¿Qué haces aquí?

—No sé, ¿no era día de visita, verdad?

La sangre se congeló en mis venas, aunque me esforcé por aparentar normalidad.

—¿Día de visita? ¿De qué hablas?

—Ahora entiendo todo, tus rechazos constantes cuando quería verte y esa obsesión con ese maldito concurso, ¡claro! todo porque quieres ganarle a mi padre.

Abrí y cerré mi boca varias veces, sin saber muy bien qué decir o cómo defenderme, pero la respuesta no tardó mucho en aparecer en mi mente.

—Es un concurso, Adrien, es obvio que quiera ganar —argumenté, porque cuando mientes una vez, las mentiras siguen fluyendo hasta volverse una red a tu alrededor y dejarte en la cuerda floja, sin posibilidad de tener una vía de escape.

—No, tú sabes perfectamente que esto no se trata solamente de ganar o perder —aseguró, despeinando su cabello antes de juntar las palmas de sus manos y soltar un largo suspiro. —Tuve que ir a los extremos de invadir tu privacidad y la de mi padre para saber que estaba ocurriendo.

No podía ser cierto, ¿Gabriel se descuidaría de esa forma? 

Yo había cambiado la contraseña de mi celular para evitar algo así.

—No entiendo de qué hablas.

—Deja de tratarme cómo un idiota, ya lo sé todo —aseguró, y el tono de su voz fue tan serio que me hizo retroceder un paso. —Sé que tú y mi padre tienen una clase de apuesta, también sé que estás embarazada y bueno, yo sí soy sincero y puedo decirte que el broche que llevas puesto yo no te lo regale, lo mandó Chloé y tiene un pequeño micrófono integrado.

SIEMPRE//FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora