CAPITULO TREINTA Y DOS

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MARINETTE:

-¿Piensas quedártelos?

Pregunta Adrien con curiosidad.

-No lo sé, no quiero dejarlos en la calle.

Me siento en el sofá y dejo a ambos gatos en mi regazo.

-Quieres quedártelos.

Asegura más que preguntar, y no puedo negarlo.

-Tal vez.

-Ya les asignaste un nombre, creo que no hay mucho que pensar.

Se sienta a mi lado y toma al gato negro en manos. Era el más escurridizo de ambos. 

-Los lleve a la veterinaria antes de venir aquí, están sanos- le digo, observando cómo Tikki se ha quedado dormida en mi regazo.

-Necesitaremos comprar comida, y donde puedan dormir, collares…

Deja la frase en el aire ya que la lista es bastante larga y no necesita terminarla.

-Lo sé.

Me levanto del sofá, dejando a Tikki en donde estaba sentada antes de dirigirme a la habitación. Me coloco un abrigo más caliente y busco entre mis cosas algún suéter que ya no use de momento.

-¿A dónde vas a esta hora?

Pregunta Adrien, entrando a la habitación. Lo ignoro de momento ya que mi atención se centra en el sobre con dinero que hay sobre la cama.

Bufo para mis adentros y me acerco a tomar el dinero.

-No te preocupes, seré rápida.

-Vuelvo a preguntar ¿A dónde vas?

-No terminamos de hablar hace unos minutos- recuerda- quería disculparme por lo que pasó, no era mi intención ofenderte.

Sus palabras son sinceras, y cuando es tan honesto no puedo enfadarme tanto tiempo con él.

-Está bien, supongo que yo también debí decirte del correo que recibí de tu padre, no quería que su relación se perjudicara más de lo que ya está.

-Te entiendo puntitos, aunque hablar con mi padre es cómo hablar con la pared.

Bufa y pone los ojos en blanco.

-Yo intente ser clara con él pero es complicado, por eso pienso devolverle el dinero.

-Esa es una buena idea, yo puedo ayudarte.

[…]

-No creo que sea una buena idea.

Niego con la cabeza repetidas veces, ocultándome detrás de su cuerpo mientras de costado cómo ata el sobre a una piedra, haciéndole un gran nudo al cordón para que quede sujeta.

-Bueno, es esto o sentarnos sofisticadamente a beber un café mientras hablamos de nuestros intereses con él.

-Pero no tienes que ser así de drástico.

-Ya intentamos de todo y no funciona, no nos queda más que hacerlo a nuestra manera.

Lanza al aire la piedra un par de veces, antes de tomar impulso y arrojarla a una ventana de la mansión Agreste, donde él había dicho que estaba el despacho de su padre.

Sin embrago al instante en el que la piedra rompe el cristal, unas luces rojas dentro de la residencia comienzan a sonar, seguidas de un estridente sonido de la alarma.

-Olvide por completo el sistema de seguridad.

Comenta Adrien, aunque parece que la situación le causa gracia mientras a mi algo de temor.

SIEMPRE//FINALIZADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora