Cuando Arthur se acercó a la mesa, Matthew le pasó una taza de café y le dijo con una sonrisa: —Hay que comprar unas verduras, mi vida. El frutero del mercado tendrá las mejores cosechas temprano por la mañana—
Arthur asintió, aceptando la taza de café caliente que Matthew le ofrecía. El calor le reconfortó las manos y la bebida le calentó la garganta. —¿Me acompañas?— Matthew preguntó, lo miró a los ojos, y Arthur pudo ver la sencilla ilusión que albergaba en su rostro.
Pensó en la idea de pasear por el bullicioso mercado, tomando de la mano a Matthew, eligiendo tomates rojos y brillantes, y el olor a hierbas frescas que llenara el aire. A Arthur le gustaba la idea de la normalidad que la vida cotidiana traía, la rutina que parecía tan cálida junto a Matthew.
—Claro que iré contigo, mi vida— respondió Arthur, bebiendo el café de la taza con una sonrisa en los labios. Se sentó a la mesa, observando a Matthew que se movía por la cocina. Su mente se llenó de imágenes de la vida que podrían compartir, una vida tranquila y llena de paz.
Matthew sirvió dos platos con huevos revueltos y tostadas con mantequilla. Arthur se sentó a la mesa, y la conversación fluyó con facilidad, hablando de la vida, del pasado, del futuro. Matthew le contó historias de su infancia, de las aventuras que solía vivir en los bosques que rodean su hogar de la infancia. Arthur escuchó atentamente, maravillado por la vida que su amado podía contar, tan distante de la suya propia.
Mientras comían, Arthur tomó la mano de Matthew, acariciando la palma con sus dedos. —¿Te acuerdas de la noche que te dije que mataría por ti?— Matthew lo miró, su sonrisa se ensombreció ligeramente, recordando la confesión de Arthur. —Lo digo en serio, Matty. Haría lo que sea por protegerte, por hacernos felices—.
Matthew tragó con dificultad. No podía negar que las acciones de Arthur lo aterrorizaron, sin embargo, la sinceridad en sus ojos era indiscutible. Deseaba creer que podrían salir adelante, que su amor podía sanar las heridas que Arthur se infligía a sí mismo.
—Lo sé, Arthur. Y estoy contigo, en cada paso— respondió, intentando sonar convincente.
Desayunaron en silencio, cada mordisco del pan tostado llenando el vacío en la habitación. El sol se elevó en el cielo, bañando la cocina con rayos de luz que se colaban por la ventana. Arthur se levantó, tomando la taza de café y acercándose a la ventana. Matthew lo siguió con la mirada, la vida en la calle se despertaba lentamente.
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Un amor peculiar
De TodoMatthew, un poeta de 23 años se enamora de un asesino en serie de 26 años llamado Arthur. Poco a poco, Matthew descubre el comportamiento psicópata de Arthur pero aún así se queda a su lado, amándolo, consolandolo y apoyándolo mientras ambos se enam...