Capítulo Veintiuno

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«¡A este chico no hay quien lo entienda! ¿Es bipolar o qué? Me ha pervertido a la fuerza, mostrándome sin mi consentimiento parte de los placeres de la carne, ¿y ahora me viene con que se preocupa por mí, asegurándose de que tomo la decisión correcta y que luego no me voy a arrepentir? Cierto es que su comportamiento, al principio de conocernos, era forzado, una farsa. Pero... ¿tanto como para que ahora sea tan amable y considerado conmigo? Si es así, es porque realmente le importo...», caviló Claudia mientras lo miraba fijamente, viendo un atisbo de dolor y concentración en el rostro masculino y contraído de V. Sabía que el chico le estaba dando tiempo para que pensara con detenimiento la respuesta y no se precipitara con ella. Y por lo que veía reflejado en sus facciones, le estaba costando horrores la espera. ¡Si incluso había comenzado a sudar! Prueba de ello era la frente perlada con pequeñas gotitas de sudor.

No queriendo posponer más lo que tanto estaban deseando los dos, ni el sufrimiento que estaba soportando estoicamente Víctor, la muchacha, en vez de decir con palabras la respuesta elegida, optó por actuar con decisión y, sin apartar su azulada mirada de la de él, alzó sus caderas, juntando las pelvis e introduciendo parte del miembro de V en su vagina.

Víctor, en respuesta mientras la miraba entre sorprendido y complacido, acabó de rematar la faena saliendo a su encuentro. Dejó caer con contundencia sus caderas, hundiéndose profundamente en ella, notando en el recorrido el momento exacto en el que su verga rompía el himen, quien al notar cómo él derribaba dicha barrera, se quejó de dolor.

—Shhh, tranquila, muñeca —intentó apaciguarla él mientras le daba suaves besos por todo el acalorado rostro y se mantenía inmóvil dentro de ella. Estaba totalmente enterrado en sus cálidas y resbaladizas profundidades, provocando así que ambos vientres y pechos se tocasen—. No te muevas y deja que tu cuerpo se acostumbre a mi tamaño, a tenerme dentro de ti —le aconsejó excitado entre beso y beso.

Luego, al minuto, comenzó a moverse en círculos dentro de ella. Una vez que se había aprendido de memoria la forma, textura y temperatura de su vagina, se retiró para luego volver a hundirse de nuevo. Repitió un par de veces más la operación y, finalmente, se limitó a meter y sacar el miembro una y otra vez.

Al principio, había establecido un ritmo lento, pero según fueron pasando los minutos, sus arremetidas fueron ganando velocidad, al igual que los gemidos y jadeos de ambos habían aumentado de intensidad.

—¡La hostia, muñeca, esto se siente jodidamente bien! —exclamó pletórico V, quien al fin había conseguido hacerla suya sin tener que usar la fuerza ni nada por el estilo.

Así estuvieron un buen rato, donde Claudia se sentía flotar en las nubes del paraíso al verse al fin de esa manera tan íntima y especial con V. Al mismo tiempo, era consciente del cambio obrado en ella también. ¿Quién le iba a decir que acabaría perdiendo la virginidad con el mismo chico que le había hecho la vida imposible desde que sus vidas se entrelazaron? Ella, que reconocía que siempre había sido una chica tímida, inocente y demasiado ilusa en la mayoría de las ocasiones, no fue consciente de que, muy en el fondo, le gustaban la mayoría de las atenciones que le otorgaba él, en sus "momentos" de acosador, sobre todo los que concernían al sexo. No sabía si quizá fue movida por la lujuria, el deseo o la curiosidad de experimentar sensaciones nuevas, pero lo cierto era que, durante esa época, no lo pasó tan mal como debería.

¿La dejaba eso como una lunática? Seguramente, pero eso ya no tenía importancia, ya que había conocido la nueva faceta de Víctor, y lo que había visto le gustaba, reafirmando y reforzando los extraños sentimientos, al menos los positivos, que albergaba hacia él desde que lo conoció.

—Date la vuelta y ponte a cuatro patas —le pidió V mientras se retiraba, saliendo de su interior y también sacándola a ella de sus pensamientos.

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