Capítulo Veinticuatro

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Claudia se dirigió a los ascensores sin pararse a mirar si V la seguía. Estaba harta de todo y de todos.

«¿Es que no puedo llevar una vida normal y corriente como cualquiera? ¿No puedo enamorarme de un tío común? ¡Noooo, claro que no! Tengo que hacerlo con el menos indicado y el que hace que mi corazón lata a dos mil por hora», se dijo mientras le daba al botón de llamada, esperando que el ascensor no tardara en aparecer.

—Claudia, espera un momento —oyó la joven que le decía V a su espalda.

—No tengo nada que hablar contigo, Víctor, así que hazme un favor y ¡déjame en paz! —gritó frustrada, cansada física y emocionalmente.

—No voy a dejar que te marches sin que antes hablemos —afirmó mientras le daba alcance y se detenía a su lado, donde se encontraba esperando a que el maldito ascensor apareciera de una vez—. Tenemos muchas cosas de las que hablar.

—¿Qué parte no entiendes de "déjame en paz"?

Claudia lo miró fijamente, lanzándole dagas envenenadas con los ojos y con los brazos cruzados sobre los pechos, que en esos momentos andaban a sus anchas sin un sujetador que los afirmara. Estaba furiosa; ya no solamente por lo que había pasado, sino porque Víctor le hubiera mentido respecto a su madre. Odiaba los secretos y que la manipulasen.

—Lo he entendido perfectamente, muñeca, pero tú y yo vamos hablar ahora mismo quieras o no. —Se acercó más a ella para que no pudiera escapar y tuviera que enfrentarse a él, sí o sí. Su intensa mirada verde le decía sin palabras que no aceptaría un no como respuesta—. Así que tú decides, ¿por las buenas o por las malas?

«Ahí está. El macho dominante, el macho alfa que conocí el primer día de instituto y que, ¡para qué negarlo!, tanto me pone. No obstante, me ha mentido, ¡joder!, y eso no puedo consentírselo; ya bastante he tenido que soportar bajo su yugo como para tener que aguantar también esto. Aparte de todo lo que ha pasado con Daniel y el encargo que este le ha obligado a cometer, está lo de que ahora va y resulta que V es mi hermanastro. ¡Vaya una mierda, una grandísima mierda! Y encima, él sabía quién era yo. De ahí que supiera dónde vivía».

Sin darle tiempo a salir de sus ensoñaciones, el chico la agarró del brazo y la arrastró hacia un lateral. Allí había una puerta y, tras comprobar que no estaba cerrada bajo llave, la abrió.

Estaba todo muy oscuro, pero antes de que Claudia pudiera replicar ante el gesto abrupto de V, la habitación cobró vida, llenándose de luz.

—Escúchame bien, muñeca, ya que solamente te lo diré una vez. —Su intensa mirada se clavó en la de ella, sin pararse a mirar a qué habitación habían ido a parar.

Claudia, quien sí había escaneado el lugar tras haber parpadeado un par de veces para acostumbrarse a la intensa luz que ahora los envolvía, le aguantó la mirada, esperando a que se explicara.

—Es cierto que soy tu hermanastro y que desde el principio supe quién eras. —Claudia, que todavía no había llegado a asimilar del todo esa realidad, se estremeció tras escucharle pronunciar esas palabras—. Y sí, por eso acepté a la primera lo que me propuso Daniel, gustoso de hundir a la hijastra de la furcia de mi madre...

—¡Eh, para el carro! No insultes a tu madre en mi presencia. Ella no es ninguna furcia. Ella simplemente tuvo el valor de dejar a un hombre al que no amaba, para ser feliz e irse con otro que sí la hacía sentir viva y, encima, le correspondía. Ella no te abandonó, reconócelo Víctor. Fuiste tú el que renegó de ella por haberse largado con otro.

V frunció el ceño y endureció la mirada. Sin embargo, no dijo nada al respecto porque sabía que Claudia tenía razón. No obstante, le costaba un huevo y parte del otro reconocerlo, y más abiertamente. Además, bastante la había cagado ya como para comenzar ahora con otra discusión cuando todavía tenían una pendiente.

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