Capítulo Catorce

36 3 0
                                    


En cuanto Víctor dejó de absorber con intensidad la fina piel del cuello de Claudia, con cuyo gesto provocó un notorio chupetón de al menos cinco centímetros de diámetro, la palma de una pequeña mano impactó contra su rostro varonil, hasta entonces con semblante satisfactorio. Semblante que cambió radicalmente tras la bofetada que acababa de arrearle Claudia, gracias a un arrebato impulsivo.

—Pero... ¡Qué diablos! —rugió Víctor, que debido al impacto la había liberado.

Ahora, sus manos, que hasta escasos segundos antes habían estado sujetando a la muchacha por las nalgas, se encontraban en diferentes posiciones. La izquierda acariciaba de manera distraída su mejilla golpeada, y la derecha, en un acto impulsivo, se había alzado de manera amenazante.

Claudia miró dicha mano, temiendo que V la dejara caer y la golpeara con ella, como ella había hecho previamente con él.

«¿Cómo he sido tan ilusa, tan osada y poco precavida para hacer algo así? ¿Cómo se me ha ocurrido levantarle la mano a Víctor? ¡Mierda, ya puedo darme por muerta!», se dijo una asustada Claudia, que lo miraba horrorizada por lo que acababa de hacer.

—¡Me cago en la puta! —rugió rabioso, alzando más la mano, que ahora parecía más amenazadora.

La muchacha lo miró asustada a más no poder; cerró los ojos, esperando el inminente impacto. Sin embargo, cuando lo escuchó maldecir una vez más, y viendo que el guantazo no llegaba tras varios segundos donde V se limitó a blasfemar, abrió de nuevo los ojos.

—Mira, porque no quiero dejar marcas sobre tu lindo rostro, perra, o si no, sabrías lo que es bueno —la advirtió—. Pero no te creas que te vas a ir de rositas tras tu atrevimiento. —La miró con rabia, con el rostro encendido y la marca de la palma de la muchacha tatuada en la mejilla golpeada—. Verás como, tras esta lección de modales que te voy a dar, la próxima vez te lo pensarás mejor antes de levantarme la mano de nuevo.

Se acercó a ella, ante su mirada asombrada, eliminando los diez centímetros que los separaban. A continuación, apoyó ambas manos sobre sus hombros, haciendo presión hacia abajo, consiguiendo su objetivo: que Claudia se viera en la obligación de arrodillarse ante él. Cuando la tuvo donde quería, se abrió la bragueta y liberó su hinchada polla, ya que siempre que la tenía cerca, su pene cobraba vida. ¡No podía evitarlo!

—Ahora, abre tu puñetera boca y chúpamela —ordenó, sin perder en ningún momento su semblante serio.

Claudia, tras sus obscenas palabras, abrió desmesuradamente los ojos, que estuvieron a punto de salir de las órbitas. Tragando saliva y muy nerviosa y asustada, musitó, temblando:

—Víctor..., por favor, no me pidas que haga algo así... —Sabía que estaba suplicando, pero no le importaba rebajarse hasta tal punto de quedar humillada. Si así conseguía librarse de hacerle una felación, rogaría las veces que hiciera falta—. Perdona mi desfachatez, prometo no hacerlo nunca más.

—Calla, perra, por supuesto que no lo volverás a hacer en tu puta vida. —La miró esta vez con desprecio—. Iluso de mí, preocupado a más no poder mientras creía que nos íbamos a estrellar, creyendo que te iba a perder, y tú mientras tanto gozando entre los brazos de ese mal nacido. —Claudia se asustó más al verlo así de alterado, sin detenerse a pensar que V le acababa de confesar que temía perderla—. Porque no tengo ninguna prueba, que si no, a ese pederasta le iba yo hacer pagar duro por tocar lo que es mío. —Relajó la mandíbula que tenía contraída mientras hablaba con los dientes apretados, y dijo con voz autoritaria—: Ahora chúpamela, no me obligues a repetírtelo de nuevo. —Fue decir eso y agarrarle la cabeza con ambas manos, atrayéndola hacia su sexo—. Y como se te ocurra morderme o hacer algo que me lastime una vez más... —su mirada se volvió llameante, como la de un fuego en todo su apogeo—, te juro que no respondo de mí.

ACOSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora