Epílogo.

133 20 2
                                    

『 ♡ 』

Hace tan solo unas semanas, cuando Alastor descendió del avión, un profundo suspiro escapó de sus labios, llevando consigo todas sus preocupaciones. Cada paso que daba hacia el lugar al que se había negado a regresar en tantos días, sentía cómo su pecho se hundía un poco más. Su instinto primario fue buscar su bolígrafo en el bolsillo, mientras apretaba los tallos de flores en su mano derecha. Con un dedo arrastró la punta en un gesto nervioso. No podía precisar cuántos años habían pasado desde que había abandonado ese lugar, había vivido sin preocuparse por el tiempo.

No deseaba regresar a aquel sitio tanto como anhelaba ser arrastrado de nuevo hacia allí. Sin embargo, desde que se había mudado y graduado de la facultad de derecho, una gran sombra oscura había cubierto su vida. Cada acción que emprendía parecía hacerla crecer, pero ahora, extrañamente, eso no parecía un problema tan grande.

Le permitía avanzar aunque sintiera miedo en su interior.

A medida que se acercaba a su antiguo hogar, las imágenes y los recuerdos se agolpaban en su mente, amenazando con desbordarse. El temor a enfrentar los fantasmas del pasado se entrelazaba con una extraña sensación de liberación. Sabía que había asuntos pendientes, heridas sin cerrar que necesitaban ser sanadas, pero también había una parte de él que se sentía despojada de las cadenas que lo habían atado por tanto tiempo.

A medida que se adentraba en aquel lugar que una vez llamó hogar, el viento susurraba secretos del pasado, recordándole los errores cometidos y las oportunidades perdidas. Sin embargo, Alastor se negaba a dejarse consumir por el remordimiento o la autocompasión. Había aprendido a aceptar y perdonar, tanto a los demás como a sí mismo.

Al mirar a su alrededor, notó que las calles y los edificios habían cambiado, pero también había algo familiar en el aire. Aquella sensación de pertenencia y arraigo que había tratado de ignorar durante tanto tiempo comenzaba a abrirse camino en su corazón. Este lugar, con todas sus imperfecciones y recuerdos dolorosos, seguía siendo parte fundamental de su historia y de quién era.

Pero mientras avanzaba, sintió cómo la oscuridad que había envuelto su vida comenzaba a disiparse, dejando espacio para la luz y la promesa de un nuevo comienzo. No importaba cuánto tiempo había pasado, ahora se permitiría moverse adelante.

Alastor contuvo la respiración cuando sus pasos comenzaron a guiarlo solo, sus piernas temblaban de anticipación.

No sabía qué hacer.

Sus ojos todavía estaban pesados e hinchados por los días sin dormir, intento alejarse, intento olvidarlo, e incluso deseo que jamás lo encontrara de vuelta, pero su corazón contaba otra cosa. No podría hacer eso que anhelaba, porque... no era lo que quería.

Alastor no sabía lo que su mente rujía en esos momentos, tal vez miedo o incluso arrepentimiento. No lo comprendía.

Los minutos pasaron hasta convertirse en horas, el tráfico seguía siendo espantoso, pero la calidez del día fue relajante. Era un día lluvioso.

Alastor toma medidas cuidadosas, su corazón se hincha a pesar de sorprenderse cuando en una acera nota el gato gordo familiar. Cuenta en su cabeza y saca la mano para sentir las paredes irregulares de esas calles.

Por ese tiempo que estuvo alejado, él realmente estaba devastado, tanto por la soledad como el rechazó de todos lo que lo rodeaban. Ahora que su padre lo había obligado a estudiar derecho, sus días de artista se esfumaron como el humo ante el viento.

Lo único que lo había mantenido en movimiento eran sus pensamientos sobre la posibilidad de... volver, su inútil esperanza. Había soñado que lo volvía a ver y corrió hacia él con sentimientos encontrados, algunos llenos de pesar y dolor. Así como la suavidad de la dulzura.

Hace tiempo cuando investigo un poco, fue a esa antigua tienda de flores sin embargo ese lugar que diariamente estaba llena de calidez por el contacto del joven o su dulce mirada, se quedó en total silencio, en un frío invierno que congeló el corazón de Alastor. Se había marchado, olvidándolo posiblemente.

La tienda fue cerrada.

Pero la anciana del edificio solo se lamentó por el joven sordo, como lo llamo ese día. Alastor mantuvo la boca cerrada, sin tener idea de lo que debía decir o si sus oídos le estaban jugando una mala pasada. Se maldijo mil veces a sí mismo por su ignorancia, causando que pasara los días sentado en el sofá negro del salón principal de su nuevo departamento, esos días sin querer ver o hablar con nadie. Sin embargo, su soledad realmente no fue tan larga ni extenuante como creyó, pues luego de unas semanas el hizo todo lo posible por arreglar sus pendientes, y así poder encontrar el paradero de cierta persona.

Sabía que estaba enloquecido por buscarlo.

Pero solo quería verlo.

Al menos una vez.

Su primer amor.

Ahora frente a un nuevo edificio, la presencia conocida hizo que Alastor se quedara paralizado repentinamente, observando con anhelo el cristal frente a él. Sus pupilas se contrajeron al encontrarse con el encantador rostro de su entonces desconocido; El aire frío nuevamente llenó su pecho al recordar los suspiros que sólo eran para el joven.

Aquellos sentimientos aún no se han marchitados, crecieron nuevamente como los pétalos exuberantes de las rosas.

Descuidado y ansioso por su repentina prisa, se adentró lentamente a esa tienda dispuesto a encontrar al menos el mirar de esa persona.

Sin notar que cierto vendedor había atrapado su figura, cuando se levantó rápidamente de su lugar.

Las dos partes al moverse y encontrarse con ese alguien que habían estado esperando de una manera única, colisionaron en un asombroso tropiezo que tal vez inicio por la prisa de estos... o el miedo de que fuera una ilusión, haciendo que el piso bajo los pies pareciera resbaloso. Delante de él Alastor noto como un cuerpo se enfrentó a la inminente caída donde no encontraría nada para aferrarse.

Sus manos no dudaron al atraparlo. A la perfección, como si esta persona hubiese sido hecha sólo para sostenerlo entre sus brazos. Fue un pensamiento que le agrado.

Con una mano en la espalda y otra en su brazo, Alastor afianzó su agarre en uno totalmente seguro.

Cuando unos orbes cristalinos se levantaron, junto a las comisuras de sus labios que temblaron al inicio de una sonrisa, se aseguró de hablar lentamente esta vez "Un antiguo cliente trayendo consigo flores a su vendedor de flores es un término irónico, Lucifer"

La profunda mirada de Alastor hizo que todo el cuerpo del nombrado temblara en expectativa.

Estaba allí.

Alastor observo a ese joven de antaño, al parecer el tiempo lo había cambiado ahora era más grande que este, lo sorprendió al aferrase a él con firmeza. Sus rasgos faciales eran realmente apuestos, llenos de una reconfortante calma que en este momento no podía disfrazar el aire de alegría salvaje que lo dejo aturdido.

Especialmente en ese profundo mirar rojizo que yacía iluminado con la luz del día, Alastor sentía sus manos temblar junto a su propio cuerpo pues lo que había anhelado como a nada más en el mundo, yacía en sus brazos, reconfortándolo con su calor, que tanto anhelo hace años, haciéndole prometerse que sin importar lo que pasara, nunca permitiría irse de su lado de nuevo.

No se alejaría sin importa que.

══════ •『 ♡ 』• ══════

.

.

.

Fin del Epilogo.

.

.

.

NOTA:

Si el FanFic es del agrado, puedo pensar hacer episodios especiales en cuanto a la relación de estos, ya veremos cómo evoluciona todo :3

Posdata: Las flores que llevo Xue Yang son Camelias, significa un te amo y aun te sigo Anhelando UwU

Never Forget Love. -RadioApple-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora