celo

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Gire la llave de la ducha y el agua tibia empezó a salir uniformemente. Lave mi cabello con cuidado, cepillando mis hebras castañas con los dedos.

En ese momento lo sentí. Una sensación extraña pero ansiosamente placentera. Mi celo había llegado.

—Demonios...

...

Me seque y dejé que mi cabello se secara al natural.

Pude sentir la precencia y el olor de su perfume varonil.

Apreté las piernas entre si en un intento de calamar mi lujuria, pero solo lo empeore.

Paso por mi lado con unos papeles entre sus manos, ignorandome completamente.

                          ....

Pude distinguir el olor de su perfume a vainilla, pero algo más vuluntuoso era el olor de su celo.

Fue muy complicado ignorarla cuando la precencia de su celo me carcomía las fosas nasales.

Estaba exitado, muy exitado.

Sali de mi habitación a por una taza de café o algo que me bajara la calentura.

El agua se estaba calentando cuando note su pequeña precencia en una esquina de la cocina.

Tenía una taza en las manos y en su cuerpo llevaba un vestido de dormir que apenas cubría sus muslos, los tirantes que más bien parecían hilos y su cabello avellana oscuro caía en bucles por su espalda y clavículas.

Otra vez ese maldito y precioso olor, el olor de su celo volvió a inundarme y envío descargas eléctricas a mi miembro.

Tense la mandíbula.

Para un hombre el celo de una mujer es literalmente imposible de soportar. Si no fuera por mi esfuerzo inhumano, ya me habria abalanzado sobre ella y la habría hecho mía por primera vez.

Abrió y cerró la boca sin encontrar las palabras correctas para dirigirse a mi.
Estaba en una posición de alerta, contra la pared.

—¿Necesitas algo o te vas a quedar ahí parada mirándome?

Note que se tenso ante lo áspera que salió mi voz.

—Hola...—dijo por fin.

No respondí.

Empezo a caminar hacia mi dejando la taza en la encimera como excusa.

Al tenerla más cerca mi libido estaba a punto de explotar.

Su pequeña altura comparada con la mía era casi graciosa.
Era un duende comparado con mi 1.98.

—¿Se te ofrece algo?—menciono ante en silencio de la cocina.

Niega con la cabeza.

—¿Entonces?

Tenso la mandíbula intentando aguantar las ganas de abalanzarme sobre ella.

Finalmente lleva sus delicadas manos a los tirantes de su vestido y este cae al suelo como seda arrugada.

Miró expectante su piel blanca y lechosa, sus aureolas rosadas, su estrecha cintura y su vientre plano en el cual algún día habitará mi hijo.
La curva de sus caderas se hace presente ante su fina cintura y sus pechos no son grandes pero son del tamaño perfecto para entrar en mi boca, duros y firmes.
Noto un pequeño lunar en el medio de sus pechos y me pongo más duro.

—Mi celo ha llegado....—confiesa con vergüenza.

—Me di cuenta, princesa.—la devoró con la mirada.

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⏰ Última actualización: 6 days ago ⏰

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