Capítulo V

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Las visitas al jardín con su padre se volvieron más frecuentes de lo que Helaena esperaba. Había días en que la enfermedad se apoderaba de Viserys, haciendo imposible que caminara, dejándola sola en el jardín, lo que luego su padre agradecía porque sabía que con ello aquel lugar no sería olvidado o destruido.

Las veces que estaban juntos, Helaena practicaba su valyrio con él; en otras ocasiones, le hablaba del futuro en forma de sueños, intentando no revelar demasiado. Sin embargo, él siempre terminaba rápidamente aquellas conversaciones, diciendo que los sueños eran solo eso: sueños. Helaena sentía una mezcla de frustración y alivio cada vez que su padre desestimaba sus palabras. Por un lado, le angustiaba no poder compartir la gravedad de lo que sabía; por otro, se sentía momentáneamente liberada del peso de su conocimiento.

En otros días, él le explicaba cómo había sido la transición de su reinado y cómo deseaba que Rhaenyra gobernara con más paz de la que a él le había tocado. Helaena lo escuchaba y preguntaba con mucha curiosidad, pues entendía mejor ciertas cosas que habían omitido tanto Aegon como Rhaenyra para ganar el trono rápidamente. Al mostrar interés genuino en el futuro del reino, había logrado que su padre hiciera firmar a algunos lores un documento donde indicaban su aceptación de Rhaenyra como heredera, comprometiéndose a no cambiar aquella decisión. Helaena observaba con cierta esperanza cómo esas pequeñas victorias parecían dar forma a un futuro más estable. Sin embargo, en el fondo de su corazón, el miedo a lo que pudiera suceder no la abandonaba. La incertidumbre sobre si sus esfuerzos serían suficientes la mantenía en un estado constante de tensión, pero no permitía que esa preocupación ensombreciera sus días con su padre, sabiendo que cada pequeño paso podía marcar la diferencia.

—Hoy los Lannister y Baratheon vinieron a firmar la aceptación de mi sucesión —dijo su padre mientras tomaba el brazo de Helaena para caminar—. Aunque, a decir verdad, les pareció extraña mi solicitud al ordenarles firmar aquel documento.

Helaena se tensó un poco al escuchar el nombre de aquellas casas. Conocía muy bien quiénes eran y una parte de ella sabía que, aun en papel, los Lannister y Baratheon no eran personas de quienes fiarse. Los Lannister, por lo poco que había escuchado por los pasillos, no eran afines a ningún rey o reina; si se encontraban en el consejo verde la última vez que escuchó de ellos, era porque buscaban su propio beneficio y estabilidad, privilegios que Aegon y los demás les habían prometido, pero sabía que si algo cambiaba, correrían hacia el apoyo de Rhaenyra. En cambio, no podía olvidar a los Baratheon, quienes habían sido la sede principal de la muerte de Lucerys, y por aquel suceso se cobró la vida de su pequeño hijo. Un nudo de dolor y resentimiento se formó en su pecho al recordar los pequeños gritos de Jaehaerys pidiéndole ayuda.

—Estas uniones firmadas —continuó su padre, apenas volviendo a escuchar su voz— afirman que el reinado de Rhaenyra será uno pacífico, y sus hijos y nietos igual lo tendrán —dijo Viserys con un tono de voz que trataba de transmitirle una paz que parecía nunca antes haber tenido.

Helaena apretó los labios, tratando de reprimir las lágrimas que amenazaban con brotar, mientras sentía la mano cálida y pesada de su padre sobre la suya. Se preguntaba si aquel apoyo que le estaba dando a Rhaenyra serviría de algo o si era correcto apoyarla sabiendo que su familia corría peligro con ella en el trono. La pregunta la atormentaba, una y otra vez, como un eco implacable en su mente.

Si lograba que Rhaenyra tuviera una sucesión pacífica, muy probablemente podría tener una vida tranquila con sus hijos, que era lo único que la mantenía con un poco de paz en su agitado corazón. Helaena sabía que aún había muchos caminos por recorrer para que aquello sucediera, y asegurar una paz duradera entre las familias era una tarea titánica. Sus pensamientos giraban constantemente en torno a esta misión, y en sus momentos de soledad, se imaginaba un futuro donde sus hijos creciesen sin la sombra del conflicto y la guerra. Era por ello que había planeado que, a futuro, cuando naciera Jaehaera, haría lo imposible para que se confirmara una unión entre ella y Aegon, el hijo de Rhaenyra. Con ello, impediría un derramamiento de sangre momentáneo. Además, aseguraría que Jaehaera tuviera un buen esposo, algo que ella no había tenido la suerte de conseguir. Pero al menos Jaehaera sí, pues cualquier hijo de Rhaenyra trataría bien a su hija, ya que algo que siempre aplaudian de ellos, era que todos heredaban de ella; una armonía, paz y caballerosidad. Características que, lamentablemente, ninguno de sus hermanos había obtenido.

The last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora