Capítulo X

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Rhaenyra se detuvo en seco, sorprendida ante las palabras de su hermana. Su mano tocaba su vientre; apenas llevaba dos meses de embarazo, y muy pocos sabían de ello. El rostro de la princesa se contrajo en una expresión de desconcierto y temor, mientras luchaba por entender cómo Helaena podría conocer algo tan íntimo. El peso de aquellas palabras la invadió por completo y le erizó la piel, como un mal presagio que había estado oculto bajo la superficie, aguardando el momento oportuno para revelarse.

"¿Cómo era posible?" Se repetía una y otra vez en su mente, como el eco de un golpe que no cesaba de resonar. Había sido estricta en contar la noticia solo a unos pocos y había hecho lo imposible para que nadie en Desembarco del Rey supiera de su estado. Sin embargo, ahí estaba Helaena, pronunciando esas palabras con una certeza que parecía imposible. Su hermana siempre había sido peculiar, distante, perdida en sus propios pensamientos. Pero esto... esto iba más allá. ¿Qué sabía Helaena que los demás no? ¿Qué había visto?

Rhaenyra hizo un gesto a sus guardias para que se retiraran, dejándolas solas de nuevo en la penumbra de aquel momento. El aire en la sala, que antes era ligero, empezó a volverse más denso, cargado con una tensión invisible que le oprimía el pecho. Se sentía desnuda frente a su hermana, despojada de sus secretos más profundos.

Helaena vio la incertidumbre y el miedo en los ojos de Rhaenyra, y sintió un nudo en la garganta. La mirada de su hermana la atravesaba, buscando respuestas, pero ¿cómo explicarle que su conocimiento no provenía de este tiempo, sino de algo más allá, de algo inexplicable? Sabía que con cada palabra que pronunciaba estaba jugando con hilos delicados del futuro, pero ¿qué otra opción tenía? Si salía de aquel castillo sin haber dicho lo que sabía, todo estaría perdido. La guerra, la muerte, la destrucción... todos los recuerdos que la atormentaban día y noche se harían realidad, y ella no podía cargar con el peso de no haber hecho nada para evitarlo.

—Sé que deseas una niña, pero será un niño —dijo Helaena, su voz ahora apenas un susurro cargado de tristeza. Las palabras escapaban de sus labios como una confesión que nunca debió pronunciarse, pero la verdad se le escapaba como el agua entre los dedos—. Si es niña la llamarás Visenya, pero como será varón lo nombrarás Viserys, en honor a nuestro padre.

El silencio que siguió fue abrumador, una quietud sofocante que parecía ahogar a ambas hermanas. El color desapareció del rostro de Rhaenyra, como si la sangre hubiera huido de su cuerpo. ¿Cómo podía Helaena saber aquello? Era como si el frío de la piedra se hubiera trasladado a su propia piel, helándole los pensamientos y paralizándola por completo. Aquello que antes consideraba un refugio, un secreto compartido solo con Daemon, ahora se sentía violado, expuesto de una manera que jamás habría imaginado.

—Esto no es posible, —susurro Rhaenyra, mientras su corazón martilleaba en su pecho.

Las palabras de Helaena resonaban en su mente, mezclándose con el miedo que empezaba a germinar en su interior. ¿Cómo había llegado a saber lo que ni siquiera había compartido con nadie más? Sus ojos, normalmente llenos de fuego y determinación, ahora estaban empañados por el miedo, un miedo que crecía como una semilla envenenada que empezaba a echar raíces.

—¿Cómo...? —La voz de Rhaenyra tembló al intentar formular la pregunta, pero no logró completarla. La frialdad de las palabras de Helaena le impedía articular palabra alguna. Sentía que todo a su alrededor comenzaba a tambalearse, como si la realidad misma se hubiera agrietado.— ¿Cómo lo sabes? —formuló finalmente. Su voz temblaba, como si sus propias palabras la arrastraran a un abismo oscuro.

Helaena bajó la mirada, incapaz de sostener los ojos llenos de terror de su hermana. Por primera vez, alguien le temía, y aquel sentimiento le provocaba náuseas. No quería que la temieran, no de esa manera. El peso del miedo ajeno la aplastaba, y un nudo se formaba en su garganta, impidiéndole hablar con claridad. Sentía que con cada palabra, se distanciaba más de la hermana que una vez había conocido.

The last hopeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora