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Expectador
Agarro la base de maquillaje en el aire. Todo el tocador está repleto de cosméticos desparramados, volcados y destapados. Me tardo un buen rato en encontrar el labial casual que tengo pensado para esta noche.
Aplico el color a toques suaves, mis ojos resaltan entre el trabajo de sombras y rimel, dándome una mirada filosa. Estoy llevando el iluminador como polvo de hadas a las mejillas cuando siento una nube de presión en el ambiente, poniéndome nerviosa. Un cosquilleo me eriza los vellos de mi nuca.
Veo a mí novio, Eren, por el reflejo. Está cruzado de brazos, con el cuerpo apoyado sobre el marco de la puerta. Una de sus comisuras se levanta, dibujando esa sonrisa salvaje suya al haberme percatado de su presencia. Los ojos le brillan con intensidad.
—Te queda espectacular —halaga sin acercarse. Estudia mí cuerpo inclinado sobre el espejo de arriba abajo. Las manos no se me quedan quietas, toqueteando mí cabello y rostro, intentando que cada detalle esté perfecto.
—Gracias —mi voz sale tímida y me doy vuelta para recompensarlo. Tiene la mirada fija en mis piernas desnudas, removiendose en el lugar. —¿No pensás que es demasiado?
Tironeo el borde del vestido de tela centelleante, un poco insegura. Esa tarde, al comprarlo, no había dudado un segundo. Es bellisimo, me encanta su diseño y la manera en que abraza mí cuerpo, pero...
—No, para nada. Estás deslumbrante —Eren me saca de mis pensamientos típicos. Se aproxima, cruzando la habitación a dos zancadas para tomarme de los brazos. Acaricia mi piel con los pulgares. —Nunca es demasiado.
Lleva sus toques hacía mis codos, pegándome a su cuerpo. Suelto una risa involuntaria, cantarina, que Eren ahoga planteándome un corto beso.
—Para que después no digas que te arruino el maquillaje —bromea mirando mí rostro atentamente. Ladea la cabeza, formando una sonrisa divertida.
Levanto una ceja, extrañada. Todavía no me suelta y me sorprende su actitud pegota.
—¿Qué pasa? —inquiero, dubitativa. El agarre se intensifica, ahora sus trabajados brazos me rodean apresándome. La tela se enrolla hacia arriba. —Decime.
No deja de esbozar una sonrisa boba, negándose a responder. Parece tener el cielo estrellado entero en la mirada y mí corazón brinca al saber que es por mí. Palmo su pecho, ejerciendo una leve presión.
—Te voy a pegar un rodillazo sabes dónde —amenazo, aunque el tono juguetón delata mí falsa molestia.
—Que mal por vos.
Balanceo nuestros cuerpos intentando liberarme de su abrazo, soltando una carcajada por su actitud atrevida. Tengo los antebrazos apoyados sobre su pecho, le rasguño el cuello por su impenetrable negativa a hablar o, al menos, dejarme respirar. Amores que matan, supongo.
—Bueno, bueno —se rinde largando una risa hechizadora que resuena en toda la habitación. Deja de estrujarme contra él para acariciar mis mejillas con ambas manos. Me observa por unos largos instantes, como si estuviera memorizando cada línea y detalle de mi piel, antes de decir:
—Será mejor que te vayas... o no te voy a dejar salir.
—Am —expresó mordiéndome el labio inferior, revoleando los ojos, sin darle creencia a sus palabras. Me vuelvo hacia el tocador, barriendo con la mirada cada producto colorido, buscando si falta alguno por usar. Escucho un chasquido de lengua detrás de mí. —Voy a volver bastante tarde.
Él no dice nada como respuesta a mi aviso. Miro de soslayo lo que lo haya dejado sin palabras, pero no me dá tiempo a ubicarlo que me presiona contra el tocador. Nuevamente, pegándose a mi cuerpo. Me acaricia los brazos, dejando un camino de besos ardientes desde el hombro hasta mi cuello.
Tengo que sostenerme del borde del mueble para no perder el equilibrio. Sus grandes manos están peligrosamente cerca del final del vestido. A causa de la sensación dulzona en mi vientre, no logro decir nada más que:
—Eren... no me hagas esto.
—¿Qué cosa? —pregunta inocentemente. Lo maldigo en mi mente. Sus labios hacen un tenue sonido al estamparme un beso extasiante detrás de la oreja. Puedo escucharlo luchar por controlar su respiración.
En una cuestión de segundos estoy sobre el tocador, la alfombra aminora la caída de labiales y brochas empujados a causa mía. Enredo mis dedos entre su maraña castana, atrayéndolo hacía mí. Me envuelve en caricias por todo el cuerpo, toqueteando mi piel sobre la tela sedosa. Roces peligrosos, desesperados. Sostiene mi cintura con posesión, un agarre del cual no hay escapatoria. Besa el hueco de mí cuello, elevando su vista. El fuego parece haber arrasado todas las estrellas de su mirada, dejando solo cenizas.
Le levanto el rostro para fundir nuestras bocas, sin importarme correr el color aplicado, dispuesta a demorar mi salida, dejando el autocontrol a un lado; pero de repente una bocina martilla desde afuera.
Nos alejamos lo suficiente para recobrar la compostura. Eren agarra el borde del tocador, atrapándome entre sus brazos un poco más. Luce abatido, pero lo oculta rápidamente. Dibuja una sonrisa casi cómica, veo en sus esmeraldas el crepitar bajo control. Suelto un bufido.
—Cualquier cosa me llamas, ya sabés —recuerda enderezando su cuerpo, haciendo como si nada hubiera pasado. Me bajo del tocador de un salto, clavando los tacos en el afelpado suelo. Le arrebato un último beso mientras me cuelgo una diminuta cartera. Echo una última ojeada al desastre que dejamos atrás para bajar la escalera. Y eso que solo fueron unos instantes.
—Pasala lindo —abre la puerta un poco, puedo ver a mi amiga dentro del auto aguardando. —Te espero... despierto.
El guiño juguetón y cabeza ladeada me anticipan que va a ser una noche larga, más de lo que esperaba.
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Ay
Espero que les haya gustado muchísimo! Quise tardar en publicarlo para agradecerles con el alma la cantitad de lecturas que tienen las historias. Gracias por leer cada línea hasta el final, dejar sus votos y comentarios! No saben lo mucho que me alegra ver que lo que escribo es leído 😭💗