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Eren pertenece al equipo de basquet
-Ay, chicas, ese está brutal- decía embobada Mikasa al ver a un chico de corte mullet y expresión presumida hacer canasta. Dirigí mí mirada hacia él, cómo corría por una parte de la cancha y miraba fugazmente para nuestro lado en la tribuna.
Era divertido ver al equipo de básquet cuando entrenaban, parecían esculpidos por los mismos dioses griegos con esos fuertes músculos y altura que hacía suspirar a cualquiera. Una vista increíble. Aunque a mí, ninguno me llamaba la atención todavía. Cada una de las chicas parecía haber fichado alguno a la distancia y soliamos terminar en la cancha por arte de magia para mirarlos mientras sudaban y bebían água.
Tomé un sorbo de mí gaseosa sin despegar la mirada de los chicos que practican en grupo. Hasta que un moreno se cruzó en mí campo de visión. Pasaba por el costado de la cancha con pasos seguros y una sonrisa resplandeciente. Aún llevaba su bolso deportivo colgado y saludaba a sus compañeros mientras se dirigía hacia un rubio estirando en el piso.
Podía notar su sonrisa encantadora a pesar de que estaba a metros de él. Cada movimiento suyo parecía hipnotizante. Cómo sus cabellos oscuros rebeldes se escapaban de su rodete hacía su frente y aquella mirada atractiva.
No despegué mis ojos de él, lo estudié todo, cada parte de su cuerpo. La manera en que se quitó su buzo gris para dejar a la vista la camiseta rojiza del equipo me hizo moder mí labio inferior inconscientemente.
-Parece que alguien anda pensado cosas raras con el capitán del equipo- bromeó Sasha mientras movía su mano delante de mis ojos lo cual provocó risas entre mis amigas.
-Ay... chicas, por favor. Está guapísimo, pero mal- confesé boquiabierta mirando a todas a los ojos, que reían por mi expresión cautivada. Ese chico me había flechado con solo haber puesto un pie en la brillosa cancha y ni siquiera haberme mirado.
Sasha me dió un codazo disimulado y habló por lo bajo.
-Ni se te ocurra girarte. Pero justo está mirando para acá.
No pude evitar girar mí cuello como el exorcista para encontrarme con la intensa mirada de mí nueva obsesión.
-Sos una tarada- soltó Sasha, revoleando los ojos.
Él hablaba con un pelinegro de baja estatura con chomba blancay pantalones de vestir, que parecía estar explicando algo seriamente, él lo escuchaba mientras hacía ejercicios de movilidad con los brazos. Antes de despegar su mirada de la mía me sonrió burlonamente, cosa que casi hace que me desmaye en ese momento. Rápidamente desvié la mirada, sintiendo el calor en mis mejillas. Dios, estaba cayendo en sus encantados inevitables.
-Chicas, creo que me enamoré.
Annie rodó los ojos y Mikasa se mordió el labio intentado ocultar una risa.
-Ese anda con todas... es un gato.
Solo pude soltar un pequeño suspiro. Verlo seguir con su serie de flexiones y abdominales mientras de vez en cuando dirigía la mirada a la parte alta de la tribuna, en donde estábamos. Verlo cansado mientras me miraba hacia que me sintiera especial.
No podían culparme por ser una tonta y estar hechizada por él ¿Quién no lo estaba?
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Basado en hechos reales, no más que no tuve tanta suerte de que me mirara.
