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Trabajas en una florería y Eren llega un día buscando un ramo
El suave tintineo hizo que despegara la atención del libro sobre mis piernas. Lo apoyé sobre el mostrador para recibir al cliente que acaba de llegar. Aunque este estaba sumido en la sección de lirios rosados.
-¿Puedo ayudarlo en algo?- pregunté cordialmente, rodeando el mostrador con curiosidad. Él me escuchó y se giró para mirarme con una amable sonrisa. Vestía colores oscuros, que resaltaban en el mundo de flores bañadas por el cálido sol de la tarde y sus hojas brillosas.
-Buscaba tulipanes... amarillos si pueden ser- pidió mientras investigaba con la mirada por el lugar repleto de naturaleza.
-Por supuesto- contesté caminando hacia el otro lado del local, a una esquina junto a la vidriera de letras rojas. Señalé a la sección de tulipanes, con todos los colores posibles, de un profundo carmesí hasta un turquesa agua. Él me asintió como agradecimiento y yo volví detrás del mostrador vidrioso, para dejarlo mirar y elegir tranquilo.
Para muchas personas escoger flores es una tarea fácil. Pero para los que realmente hemos comprado algún ramo, ya sea para un amigo o amor, es todo lo contrario. Y él lo demostraba, estando totalmente concentrado en aquel abundante mar de flores en recipientes metálicos. Algunas con ramos ya armados y otras sueltas, puestas para ser elegidas. Probablemente había llegado con una idea en mente, pero al ver tantas posibilidades estaba abrumado pensando cuál sería la mejor opción. Hasta yo solía pasar un largo tiempo eligiendo flores por mí indecisión.
-Disculpe, ¿se pueden combinar las flores?- me preguntó, con una sonrisa dulce y avergonzada. -Es que no puedo ponerme de acuerdo.
-Claro ¿Cuál le gustaría combinar?- averigué, acercándome a él mientras planchaba mí verdoso delantal.
Después de que le explicara sobre la cantidad de combinaciones y su precio, él escogió. Durante ese tiempo, me escuchó atento y aunque fuese un cliente más, su mirada me ponía algo nerviosa. Quizás eran esos preciosos ojos esmeraldas los que provocaron desviar mí cabeza refugiándome entre los pétalos de vez en cuando.
Armé un bonito ramo de tulipanes rosados y amarillos, acompañados de lirios bellísimos. Sea a quien sea que se lo regalase le encantaría.
-Lo va a amar- halagó ante el lindo ramillete que le entregué. Sus ojos jade brillaban más que cualquier hoja en el lugar y la luz amarillenta natural me había hecho mirarlo mejor por unos instantes. Rápidamente desvié mí mirada culpable, probablemente le había entregado el ramo que regalaría a su pareja.
-Em, sí. De seguro- aseguré regresando al mostrador para cobrarle sus flores.
Me agradeció complacido antes de dirigirse a la puerta, con su ramo en mano y esa estupenda sonrisa.
Aunque, cuando puso su mano sobre el picaporte se detuvo cómo si alguien hubiera dicho su nombre. Se giró para mirarme, atrapandome con mí novela en mano a punto de seguir mí lectura.
-Te digo algo, estás flores son para mí hermana en el hospital- contó volviendose hacia mí, se notaba nervioso. -Voy de camino hacía allá para conocer a mí sobrino.
-Eso es maravilloso- le dije sonriente con una pizca de sorpresa en mí voz. Él solo se limitó a asentir tímido, sin mirarme a los ojos. No sabía qué intentaba decirme con esto.
-No deberías estar nervioso. No tiene nada de malo- intenté contenerlo- Cuando nació mí primera sobrina me pasó lo mismo. Estaba realmente intranquila por conocerla y estaba que me moría- conté riendo por lo último. Era algo raro hablar de eso con él, pero sabía que lo necesitaba. Él dirigió su mirada a mi rostro, observándome por un segundo antes de sonreír felizmente.
-Gracias...
Completé su oración con mí nombre y se dirigió hacía la puerta vidriosa finalmente.
-Eres la más hermosa entre todas estas flores- alabó antes de salir del lugar sin más, con una gran sonrisa rumbo al hospital. Dejandome con el rostro encendido y asombrada.
Me llevé las manos a mis mejillas que ardían ante ese dulce comentario. Solo pude reír por lo bajo, avergonzada.
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I m just a girl que quiere que le pase esto. Soñar no cuesta nada