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Lo ví deshacer de un tirón la corbata color obsidiana, mientas peinada su cabello hacía atrás con frustración en sus facciones. Crucé la sala lentamente, dejando a un lado la copa con vino tinto, iluminada por el hogar que chispeaba salvajemente, cómo si compartiera el mismo pésame. Llegué a él, abrazando su cintura con cariño desde atrás, mientras me apoyaba en su ancha espalda sintiendo como sus músculos se relajaban bajo mí toque. Eren me aceptó con gusto, agarrando mis manos entrelazadas suavemente sobre su abdomen. Lo oí soltar un suspiro liberador, mientras nuestros cuerpos se mecían levemente frente al fuego vívido, disfrutando de la cercanía.

En un movimiento ágil estaba frente a mí, sin soltarse del abrazo, y acarició mí mejilla con suavidad. Sus ojos, a pesar de estar de espaldas al fuego, parecían llamear mientras estudiaba cada parte de mí rostro apoyado en su pecho por el mentón.

Con él, a su lado, me transmitía plena seguridad. Tan cómoda que no me importaba mostrarme vulnerable ante él, tanto que me permitía mirarlo de esa forma; a pesar de haber creído que nunca nadie iba a merecerlo.

Sonrío ligeramente, en apenas una sonrisa para muchos, pero que para mí era la más hechizadora de todas. Un hombre cómo él, que tenía a toda la ciudad en su mano, sonreía solo con lo importante. Y eso, me hacía completamente feliz.

Desenlacé mis dedos, alejándome a penas un paso por lo que me permitieron sus labios sobre los míos sin previo aviso. Dulce, mientras me tomaba del rostro, y cariñoso. Aunque, eso duró poco. Rápidamente su boca se volvió necesitada sobre la mía, devorándome completamente con su dominante lengua y sus manos que se deslizaban por mí cintura y me apretujan contra su cuerpo fuertemente. El choque entre ambos me hizo soltar un tenue gemido, que cortó nuestro beso, y que pareció encender algo dentro de él por el cual sus ojos relampaguearon fugazmente. Sin más, me agarró por el trasero en un movimiento tan despreocupado, cómo si fuera una muñeca, que me hacía agradecer las mañanas enteras que pasaba en el gimnasio.

Arrastró sus manos por mis muslos deseoso. Para después ponerme contra la pared, atrapándome entre el tapiz oscuro y su trabajado cuerpo. Como un depredador, que miraba con hambre a su presa aprisionada bajo sus garras.

No dije una palabra, solo mantuve la mirada, rogándole con ella que siguiera y no se detuviera. En esos momentos no necesitábamos hablar, solo un brillo ansioso o pupilas dilatadas era suficiente.

Necesitado comenzó a dejar un camino de besos y mordidas ardientes, marcas que no me molestarían más tarde, en mí clavícula hasta mis hombros desnudos. Los labios entrecerrados me quemaban con su aliento mientras levantaba la vista y se detenía en el escote del vestido. Masajeó mis senos por encima de la tela para después, de una manera torturosa, con solo su dedo índice, tirar de uno de los breteles hacía abajo, a la vez que sus ojos veían cada parte de mí encenderse ante su toque. Esbozó una maliciosa sonrisa, satisfecho por lo que un simple contacto provocaba galopar a mí corazón sin parar, al igual que mí respiración cada vez más agitada.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 𔓕 Eren Jeager Donde viven las historias. Descúbrelo ahora