TAYLOR ORTIZ
Llegaba tarde al trabajo, y eso era lo único que ocupaba mi mente. Mientras yo corría por la casa intentando mantener todo bajo control, mis hermanos pequeños vivían en su mundo, despreocupados por lo que significaba la responsabilidad. Claro, para ellos, la vida todavía era un juego.
-Parece que alguien va a llegar tarde -se burló Kimy con una sonrisa despreocupada.
-No sé por qué te ríes -le respondí, tratando de mantener la calma-. Si me despiden, no tendrás con qué pagar ese teléfono que tanto usas. Mamá no te lo iba a comprar, ¿verdad?
-Lo siento, Taylor, pero ¿cómo iba yo a saber que tu alarma no sonaría? -se excusó, encogiéndose de hombros.
No esperaba mucho de los más pequeños, pero de Kimy... ella entendía lo que significaba ser responsable, aunque pocas veces lo aplicaba. Su trabajo como lavandera no era demandante, así que vivía como si el tiempo no existiera.
-¿Vestiste a las gemelas? -le pregunté, notando que mi paciencia se agotaba.
-No quieren que lo haga yo -respondió con indiferencia.
-¿Qué están tratando de decir?
-Se encerraron en el baño y no han salido en media hora.
Fui directo al baño, golpeando la puerta con frustración. Ser el hermano mayor era una responsabilidad constante y una prueba de paciencia.
-No van a salir -anunció Robin desde el pasillo.
-¿Y ahora qué pasó?
-Dicen que si no es mamá quien las viste, no van a ir.
-¿Y tú por qué no estás vestido? -le reclamé, viendo que también él seguía en pijama.
Ser el mayor no solo significaba cuidar de todos; a veces tenía que ser también la figura paterna. Las gemelas, en especial, sabían cómo ponerme al límite. Eran las más pequeñas, pero también las más difíciles.
-Niñas, abran la puerta -intenté suavizar mi tono.
-Ya te lo dijimos -replicó Jessy desde el otro lado-. No vamos a salir.
-Mamá está trabajando, no puede venir solo para vestirlas -traté de razonar.
-Pero Kimy es pesada -se quejó Daysi-. Nos regaña por no saber ponernos los tapatos.
-Si salen, les preparo huevos revueltos al estilo Taylor -ofrecí, tratando de tentarlas.
Hubo un silencio, y luego la puerta se abrió lentamente. Las gemelas asomaron la cabeza, con esa mezcla de timidez y obstinación que conocía tan bien. Al menos estaban uniformadas, aunque no de la mejor manera.
-Lo sentimos, Taylor -se disculpó Daysi.
-No queríamos que llegaras tarde al trabajo -añadió Jessy.
Les hice dos coletas a cada una, algo que había aprendido a dominar con el tiempo. Las llevé al salón para que Kimy les arreglara los zapatos, lanzándole una mirada de advertencia. Randall y Robin ya estaban listos, lo cual me dio algo de alivio.
Después de recoger un poco mi habitación, me puse una chaqueta negra, colgué mis audífonos alrededor del cuello y tomé la llave de mi cuarto. El desayuno aún estaba pendiente.
☯️☯️☯️
Después de dejar a Randall en la pastelería de la señorita Spink, nos dirigimos al restaurante. Hoy le tocaba a Robin acompañarme, mañana sería el turno de Randall. La señorita Spink, una mujer estéril que adoraba a los niños, se había ofrecido a cuidar a uno por día. Mi madre, Ginny Ortiz, había tenido la suerte de encontrar a alguien dispuesto a ayudar. Y yo había conseguido que el Sr. Harry me permitiera llevar a un hermano al trabajo, para no sobrecargar a Kimy.
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NO SON EL UNO PARA EL OTRO || EN PROCESO
Teen FictionPORTADA: CREDITOS A @TorieMalfoy ☯️☯️☯️ A ella le encanta llamar la atención. El prefiere pasar desapercibido. Mientras ella va por el mundo irradiando carisma. El prefiere ser amable dentro de la serenidad mismas. Cómo cualquier otra historia de...