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La sociedad nunca iba a darle lugar a una mierda como él, eran de mente superficial y cerrada, solo buscaban el beneficio propio. Mientras, los demás, seguían de largo como si nada, un mapache suplicaba a gritos y llanto que aquéllos vándalos lo dejarán, pero estos no hacían caso, seguían golpeando con diversión en aquél callejón.
-¡ESTO TE PASA POR INTENTAR ROBARME, MALDITA RATA DE MIERDA! - Le gritó, mientras pateaba sin cesar al pobre chico -.
El pequeño peli grisáceo lloraba y buscaba protegerse de aquéllos golpes, pero era inútil... Aquéllos chicos eran más fuertes que él, y lo lastimaban aún más con cada patada que le entregaban.
Se limitó a pedir ayuda a la gente que pasaba por allí, pero estos no hacían caso, dejando indefenso al pequeño.
-¡Oww! ?¿Busca a su mamita el bebé? ¡MALDITO MARICON! - Se burló del menor un segundo, quién estaba sujetando al chico -.
Así estuvieron un largo rato, pateandolo e insultandolo como si de nada se tratase... Le habían provocado hematomas, fracturas y algún que otro sangrado... No podía moverse, sentía un dolor agudo en sus rodillas. Pensó que era de los golpes que había recibido, pero en realidad, le habían clavado un cutter en la rodilla izquierda. Al notarlo, intentó a sacar con cuidado aquél pedazo de metal, que por suerte no estaba oxidado, pero el dolor era tan inmenso que no podía hacerlo. Un gimoteo salió de sus labios al sentir la sensación del frío material rozando el interior de su piel, no podía hacerlo...
El mapache solamente decidió recostar su cabeza en una almohada destrozada que había a su lado, y ahí se largó a llorar con fuerza, tratando de desahogarse de aquél dolor inmenso, que aunque era físico, también era mental...
De repente, una voz femenina, desde arriba del callejón gritó con furia, obligándolo a que se callara y dejara de molestar con su llanto. El pequeño hizo caso, pero aún seguía sollozando.
¿Por qué las personas lo trataban así? ¿Acaso era un error? ¿Sus padres lo abandonaron por eso? Solo sabía una cosa de todo aquéllo que se preguntaba, y es que era una peste en aquél mundo...
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La noche llegó a abrazar la ciudad, junto al frío invernal que arrasaba con fuerza, dando un canto feroz que asustaba al pequeño.
Este se abrazaba a sí mismo, mientras trataba de mantener la fogata, que aunque era muy débil, le proporcionaba un poco de luz y calor, pero igualmente, sentía desde la piel el frío.