35. Reencuentro.

135 12 1
                                    

꧁ ♰ ꧂


Siguen el localizador de Toni por casi una hora, hasta que finalmente llegan hasta su auto, que está estacionado abruptamente en mitad de la nada. Carlo dobla la dirección de su Ferrari y estaciona elegantemente el auto a un costado, justo cuando se escucha una pequeña ráfaga de disparos.

Asustada, abres la puerta del Ferrari y sin prestar atención a los gritos del italiano tras de ti, corres en esa dirección tanto como tus piernas te lo permiten. Un fuerte dolor empieza a recorrer tu cuerpo con cada paso que das, pero decides ignorarlo y continuar.

—¡Frida, joder! ¡Espera!—Carlo pasa su cabeza por debajo de tu hombro y con una bella elegancia te ayudar a caminar. 

Frente a ustedes se encuentra Gustabo, con los ojos abiertos como platos observando a un desconocido vestido con un uniforme con las letras FIB en su espalda, parado frente a él. Te asustas al ver el cuerpo de Toni a un costado, sin moverse.

—¡AHHHH!—No puedes evitar soltar un grito desesperado. Sin pensarlo mucho empujas a Carlo y corres hacia dónde está su hermano.

—¡¿Pero que hiciste, maldito cerdo?!—Grita Carlo. Entonces escuchas sus pisadas ansiosas tras de ti.

Llegas hasta dónde Toni. Le ha salido un poco de sangre por la boca y sus ojos están cerrados, casi como si estuviera dormido. Asustada, acomodas su cabeza en tu regazo y le tomas el pulso tan rápido como puedes. En cuanto notas sus latidos, tu alma de pronto parece quitarse una piedra de encima.

—Está vivo.—Dices, dejando escapar las lágrimas de tus ojos. Le pasas una mano por su mejilla, que aún está cálida y sonrojada, como si se tratara de un niño que recién terminó de llorar. Lo abrazas fuertemente, apretándolo contra ti. 

Carlo suelta un suspiro aliviado y se deja caer a tu lado, toma de la mano a su hermano y comienza a buscar heridas visibles. Cuando finaliza, se queda observando a Toni con los ojos llorosos. 

—Hermano.—Le susurra, con su voz quebrada, rota. Es cuando deja escapar lágrimas de poco en poco. Su mano tiembla sobre el pecho de Toni, mientras sube y baja.—No me habría perdonado el perderte.

Sientes como si aquellas palabras te atravesaran la piel hasta tu corazón.

—Gus...—Dice, con una voz dulce de pronto, causando que levantes la mirada.

El desconocido se queda observando a Gustabo de arriba a abajo, boquiabierto. Pero el rubio no se mueve, casi como si estuviera en estado de shock.

—Tú... estás vivo... Gus, estás aquí. Eres... real.—La voz del extraño se quiebra.

Sus ojos se inundan, mientras se deja caer sobre sus rodillas hasta el suelo y comienza a sollozar, sin perder de vista al rubio, que por fin reacciona regalándole al extraño una sonrisa con sus ojos acristalados. Carlo levanta la mirada hacia ellos y aprieta la mandíbula.

—Parece que se alargó un poco esta misión.—Gustabo se pone de pie con torpeza y camina hacia el extraño, entonces levanta su rostro lleno de lágrimas y se agacha frente a él.—Pero aquí estamos. Incluso después de que el sol dejó de brillar.

Entonces lo jala hacia él y lo envuelve en un abrazo. Puedes escuchar al extraño sollozar, mientras rodea a Gustabo en sus brazos.

—Pro...prometí estar a tu lado y...

—Shh..—Le dice Gus.—Yo fui el que falló, Horacio. Yo fui el que hizo este cagadero.

El tal Horacio, hunde su cabeza en el regazo del rubio al escuchar aquellas palabras y se quedan así por unos segundos.

El señor de la Mafia.(Toni Gambino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora