22. Un hospital de secretos. Pte 2.

348 40 24
                                    

Salir de aquella habitación donde estaba Valentina te costó casi diez minutos de esfuerzo. Entre el cotilleo y las risas, habías descubierto a una nueva amiga en una mujer que parece tener muchas cosas en común contigo.

Pero ahora mismo tienes algo importante que resolver.

Llamas a Toni preocupada por no saber aún nada de él, pero este no responde. Te encaminas en la dirección en que lo viste marcharse y al cabo de unos segundos llegas a lo que parece una terraza. Tu corazón brinca de alivio cuando vez una cabecita rubia de espaldas al otro lado y sin pensarlo dos veces, sales al exterior. Pero te desanimas un poco cuando ves la camisa en tono vino. Es Carlo. 

Te mira de arriba a abajo, con una media sonrisa.

—¿Y esa urgencia por verme?—Está fumando. 

—En realidad busco a Toni.—Te encoges de hombros. El italiano hace una mueca, como si no le hubiese gustado mucho escuchar eso.—Después de hablar con Hai, me dejó sola y desapareció.

—¿Qué?¿De qué habló con Hai?—Su expresión entonces cambia a preocupación, lo que no parece una buena señal.

—Amm...no tanto. Sobre Fedor, la familia. Y sobre Anie ó Ana...

—¿¡ANYA!?

—Si, Anya.

—Chino de los cojones...—Su voz se apaga.

Carlo se recarga sobre la barandilla y observa desde arriba a la gente del estacionamiento con desesperación. Entonces una duda comienza a aparecer dentro de ti, casi como un susurro.

—¿Carlo?

—Si.—Su tono es distante.

—Yo sé que puede ser una pregunta incómoda...—Carraspeas.—Y sé que quizás este no sea el momento adecuado para preguntar...

—Si, yo también sentí algo en ese beso.—Suelta de golpe. Gira su rostro hacia ti y te sonríe.

Te quedas sin palabras, mirándolo totalmente sorprendida. El se separa de la barandilla y camina en tu dirección. Miras su camisa desabotonada,  que permite ver un poco de su pecho y abdomen. Se ve bien, muy bien, acercándose a ti con la seguridad y experiencia digna de un dios italiano, como si de eso viviera. Retrocedes cuando está a muy poca distancia. Carlo lo nota, y se detiene de golpe.

—Carlo... No era eso, no...

—Disculpa.—Desvía la mirada y tensa su mandíbula. Da un paso hacia atrás.—Discúlpame, no es el momento.

—Amm...—Notas como evita tu mirada. Suspiras.—¿Tu..?

—No importa.—Te corta.—¿Qué querías preguntar?

Nerviosa por el acercamiento tan sorprendente del italiano, sacas un cigarro y lo dejas sobre tus labios mientras buscas tu mechero. Carlo se acerca un poco dudoso, pero con mucha elegancia y cuidado, lo enciende por ti. Su mirada se cruza con la tuya y te sonrojas, apartando la cabeza con cierta vergüenza.

¿Por qué no pude tener jefes feos?

No es cierto, la verdad es que no te molesta para nada.

—Amm... si.—Te aclaras la garganta.—Toni es una persona fuerte, o al menos es mi perspectiva de él. Pero hoy, cuando Hai mencionó a la chica...

—Ah, entiendo.—Empieza a juguetear con las mangas sueltas de su camisa color vino.—Si, es un tema delicado para mi hermano. Anya era una miembro de la mafia, igual que tú. Llegó encomendada de Hai junto con otro más, que resultó un ratto traditore (rata traidora).—Carlo vacila.—Pero ese es otro rollo. Anya era una chica muy atractiva. Y bueno, se enamoraron.

El señor de la Mafia.(Toni Gambino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora