17. Los Gambino también pelean.

459 39 14
                                    


Como si de un disparo se tratara, Toni se apresura a poner distancia entre los dos justo cuando Carlo entra al despacho, cruzado de brazos. Su hermano le da un abrazo que no contesta.

—¿Interrumpo algo?—Pregunta al aire, serio.

—¡Para nada, hermano! Siéntate, te estábamos esperando.—Toni le señala la silla.

Pero Carlo se acerca a ti y te da dos besos, uno en cada mejilla, que duran un poco más de lo normal, mientras toma tu rostro con ambas manos. Se sienta en la silla junto a la tuya y busca tu mirada, pero tú la desvías, molesta. Crees por un momento haber visto a Toni poner los ojos en blanco, pero lo descartas porque no hay posibilidad alguna.

—¿Todo bien?—Te pregunta Carlo por lo bajo, extrañado. No le respondes.

Toni carraspea.

—Espero que hayas llegado bien anoche, hermano.—Se recarga en su escritorio.—¿Cómo salió todo?

Carlo que no había apartado la vista de ti, se gira finalmente hacia Toni.

—Con todo respeto, hermano. ¿No crees que eso lo tengamos que hablar a solas?

—¿Por qué?—Preguntas, dejándote llevar un poco por el coraje acumulado hacia Carlo.

—No Tess.—Se apresura Toni.

—Son cosas que no podemos contarte, bella.—Una sonrisa coqueta se asoma en sus labios, lo que te molesta más.

—¡Ah! Yo creo que si que puedes.

—Teressa, no.

—Digo, si pudiste torturarme y prácticamente secuestrarme bajo la escusa de una deuda inexistente, todo sin corroborar quien era y dejando a mamá expuesta a otra mafia para luego arrepentirte justo cuando ya pensaste que quizá me estabas exponiendo de más en esa fiesta, perfectamente puedes permitir que escuche.

—¿Qué?—Sus ojos se abrieron de par en par y se dirigieron hacia su hermano rubio.—¿Toni?

Este vencido por la situación, suspira fuertemente mientras baja la mirada.

—Si, le conté.

No puedes explicar como es que la expresión de Carlo cambia tan rápido, pero pasa de sorpresa a ira. Su mirada se ensombrece y sus cejas se bajan. Se cruza de brazos y fríamente observa a su hermano. Puedes notar como se le marca una vena por su sien.

Yo debería estar molesta, no él.

Pero rápidamente te das cuenta que en el fondo, esto no se trata de ti.

—¿Cuándo? ¿Por qué le contaste?

—Apenas ayer.—Toni se inclina hacia el frente.—Cuando salimos de la fiesta.

Carlo se ríe, irónicamente.

—¿Y la mafia?

—Ya está dentro.

Un silencio inunda la habitación, casi tan tangente como un cuchillo afilado.

—Lo volverás a hacer, ¿no?—Carlo suelta las palabras como si las escupiera.

—¿Cómo?

—Me volverás a apartar.—Se pone de pie.

—¿Qué? ¿Por decirle, sin que estuvieras?

Una parte de ti comienza a sentirse culpable.

—No Toni, porque no sé de que manera le hayas dicho, aunque seguramente una no muy buena si ahora se comporta así conmigo.—Notas un quiebre en su tono de voz, algo le duele. Y es ahí cuando terminas de sentirte mal con lo que has dicho.—Pero sobre todo porque cuando tú te fuiste, no te importó nada. Decidiste que no te importaba si me mataban en la esquina, si comía, si me intentaba suicidar, porque sí que lo intenté. Fui a buscarte varias veces, en varios lugares y de varias formas. Pero solo hiciste cortina de humo y mandaste al mindundi de José Perra...

El señor de la Mafia.(Toni Gambino)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora