25. Lullaby

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Parte 2/2 os 23...

Habían pasado varios meses desde el día donde Enzo te confeso aquel sueño que habitaba en su mente con frecuencia.

Luego de aquella mañana, no tardaste mucho en quedar embarazada y Lucia crecía rápidamente en tu vientre. 

Ya llevaban 6 meses de casados y apenas minutos siendo padres primerizos.

La habitación estaba llena de una energía tranquila y serena, una sensación de calma y agotamiento que se mezclaba con la primera luz del amanecer que se filtraba a través de las persianas del hospital.

Te acostabas contra las almohadas, todavía recuperando el aliento, la experiencia surrealista del parto que se sentía sobre ti en oleadas.

Enzo permanecía a tu lado, sosteniendo tu mano con una mezcla de asombro y preocupación en sus ojos.

La enfermera estaba cerca, acunando a su bebé.

Enzo te miraba, con los ojos bien abiertos e inseguros. Tragaba con fuerza, una risa nerviosa se escapó de sus labios. — Yo, eh, no sé. Nunca hice esto antes.—

Sonreíste, apretando su mano de forma tranquilizadora.

— Yo tampoco, En.— dijiste en voz baja, con un toque de humor en tu voz. — Pero es nuestra bebé, te va a salir bien.—

Él asentía lentamente, su vacilación sigue siendo evidente. La enfermera aconsejó que se quitará la camisa para el contacto piel con piel, explicando lo importante que es para el vínculo.

Te suelta la mano a regañadientes y se pone de pie, los nervios se muestran en cada uno de sus movimientos.

Enzo pasó la remera sobre su cabeza, exponiendo su pecho y respiró hondo. Te miró una vez más, y viste la determinación establecida en sus ojos.

Se acercó al sillón individual que se encontraba en la esquina de la habitación, sentado con cuidado, con los músculos tensos.

Los primeros rayos del sol están empezando a pintar la habitación con una luz suave y dorada. Se siente como el comienzo de un nuevo día, un nuevo capítulo. La anticipación cuelga en el aire, espesa y palpable.

Observaste cómo la enfermera acercaba a tu hija a él. Podías ver el miedo y la emoción luchando dentro de él, pero también había un amor profundo y abrumador que reconocías demasiado bien. Es la misma sensación en la que habías estado envuelta desde el momento en que la viste.

La enfermera le sonríe a Enzo, reconociendo su nerviosismo.

— Está bien, Sr. Vogrincic.— le tranquiliza. — Relájese y respire hondo.—

Enzo asiente con la cabeza, tomando una respiración firme mientras se colocaba a su lado, su hija acurrucada en sus brazos.

— Apoye su cabeza con una mano.— instruye, — y use su otro brazo para acunar su cuerpo.—

Enzo siguió su guía, con las manos temblando ligeramente mientras extiende la mano. La enfermera transfiere suavemente a tu hija a sus brazos, ayudándole a ajustar su agarre hasta que esté firmemente acurrucada contra su pecho.

Puedes ver que la tensión en sus hombros comienza a aliviarse mientras mira hacia abajo a su cara pequeña y perfecta.

— ¿Vió?— La enfermera dice en voz baja. — Lo hace muy bien. Solo téngala cerca, y sentirá su calor y su latido del corazón.—

Enzo te miraba, sus ojos brillando con una mezcla de lágrimas y asombro.

— Es tan chiquita.— susurra, como si tuviera miedo de hablar demasiado alto y romper el hechizo del momento.

— Lo es.— respondes, tu voz se ahogó de emoción. — Es preciosa.—

Se asienta contra el sofá, sosteniendo a tu hija cerca, sus ojos nunca salen de su cara.

— Ey, bonita.— murmura Enzo, con su voz tierna y llena de asombro.

Sentiste que tu corazón se hinchaba de amor mientras los veías juntos, el vínculo entre padre e hija ya se estaba formando en estos primeros momentos preciosos. La vacilación inicial de Enzo se había derretido, reemplazada por un profundo sentido de conexión y protección.

La enfermera dio un paso atrás, dándoles a ambos espacio para absorber la belleza de este momento.

A medida que la puerta se cierra suavemente detrás de la muchacha, la habitación se asienta en una tranquilidad pacífica, el único sonido es la suave respiración de tu hija recién nacida enclavada contra el pecho de Enzo.

Enzo miraba hacia abajo, a su bebé, con sus ojos rebosados de lágrimas que reflejan las profundas emociones que surgen dentro de él. Él ajustaba suavemente su agarre sobre ella, asegurándose de que su pequeña cabeza esté apoyada de forma segura. Sus dedos cepillaban ligeramente sobre su cabello suave y peludo, su tacto ligero como una pluma y lleno de asombro.


— Hola, Luci.—, comienza, su voz temblando de emoción. — Soy tu papá. Hace mucho tiempo estaba esperando conocerte.—

Una lágrima rodó por su mejilla, pero no se molestó en limpiarla. En cambio, continúo, su mirada nunca salió de aquella pequeña cara.

Tomando un aliento tembloroso, con los ojos brillantes. — Sos tan hermosa, tan perfecta. No puedo creer que por fin estés acá. Te soñé durante mucho tiempo. Y ahora, mirándote, me doy cuenta de que todos esos sueños no podían acercarse a lo increíble que de siente tenerte en realidad.—

Otra lágrima se desliza por su cara, y se ríe suavemente, su sonrisa radiante a pesar de las lágrimas. — Te lo prometo, Lu, que siempre voy a estar para vos. Para protegerte, para guiarte, para amarte con todo mi corazón. Ya hiciste mi mundo un lugar mejor con solo estar acá.—

Se inclinó, presionando un suave beso en su frente, sus lágrimas mezclándose con la suavidad de su piel.

Observaste, tus propias lágrimas fluían libremente, mientras Enzo continuaba  hablando suavemente con tu hija, su voz, una melodía relajante de promesas y sueños. El amor y la devoción en sus palabras los rodeaban a ambos, creando un nido de calidez y seguridad.

Susurró, con su voz densa de emoción, — Pase lo que pase, siempre serás amada. Por mí, por tu mamá, por todos los que tienen la suerte de conocerte. Bienvenida al mundo, mi Luci. Te estábamos esperando, y te amamos demasiado.—

Enzo te miraba de nuevo, una lágrima se le escapa por la mejilla.

— Gracias.— Te dijo en voz baja, rompiendo su voz. — Por ella. Por todo.—

Tenías tus propias lágrimas rodando por tus mejillas en este punto, las emociones del parto y ver al amor de tu vida sostener tu nuevo paquete de alegría fue suficiente para hacerte llorar.

— Ya sos un papá baboso.—  Le sonreíste suavemente.

Se mordió el labio inferior para detener más lágrimas. — Es que es la nena de papá.—




















SWEET LIKE CANDY BUT HE'S SUCH A MEN
que tierno esto lagrimie, segunda parte porque se ve que les encanto la primera y ultima creo..
no se olviden de votar y comentar que tal.
besos lobas

- 🧸💋

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⏰ Última actualización: Aug 09 ⏰

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O.S | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora