7. Mala mia II

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Fueron necesarias unas cuantas juntadas más antes de que Enzo se animara a verte. Después de todo ese calvario en el bar, se sintió avergonzado de sus acciones. Para ser honesto, no sabía lo que le pasó. En un momento estaba decidido a arreglar las cosas con vos y al siguiente se sintió atacado de alguna manera injusta y no podía guardárselo para sí mismo. 

Cuando te alejaste, pareció recuperar la sobriedad de inmediato y se dio cuenta de que una vez más era el pelotudo de la situación. Esta vez ni siquiera podía culpar a Elena, porque era culpa suya. Sólo él era responsable de cómo actuaba y manejaba sus sentimientos, nadie más. 
Y fue una verdadera llamada de atención. Durante los meses que él y Elena estuvieron juntos, sus amigos siempre lo descansaron por volver o por su forma de ser, pero nunca les daba bola. Ninguno de ellos realmente le dijo la verdad sobre cómo le afectó su relación. En un pequeño comentario tuyo, que ahora vio que no estaba realmente dirigido a él, se dio cuenta de que había sacrificado a sus amigos por una relación.

Así que una noche se paro al frente de tu puerta, con una botella de vino en una mano y una pizza en la otra. Fue una ofrenda de paz. A todo el mundo le encanta el vino y la pizza, ¿o no?

-- ¿Enzo?-- Saludaste, confundida cuando abriste la puerta y encontraste a ese molesto hombre en tu puerta principal. La pizza y el vino llamaron tu atención de inmediato. -- ¿Qué haces aca?--

Estaba hermoso. Tenia una remera negra que se le ajustaba al cuerpo y pantalones a juego. Hacía un poco de calor afuera, pero no pareció molestarle.

Deberías haberle cerrado la puerta considerando cómo fue la última conversación entre ustedes y cómo él te había estado ignorando las últimas semanas. Te evitaba en cualquier reunión grupal e incluso llegó a irse la noche de Truco que organizaste en tu casa para no tener que hablar con vos.

Aún así... tenías curiosidad, todavia no habías comido y esa pizza tenía buen olor.

Entonces te hiciste a un lado y lo dejaste entrar.
-- Pasa.--

-- Gracias.-- Miró alrededor de tu casa e inmediatamente sintió una sensación de hogar y paz. Era una bonita casa de planta abierta donde la puerta de entrada daba directamente a la sala de estar, el comedor y la cocina. Desde la puerta, pudo ver las escaleras subiendo. A lo largo del camino había una serie de fotografías artísticas de la naturaleza de la costa australiana y de sus lugares emblemáticos. ¿Te gustaba la fotografía?

-- Pense que no sabías mi dirección, ¿hay alguna razón por la que no pudiste venir a la juntada que hice?--

-- Tenía vergüenza--, admitió el morocho, parándose cerca de la puerta principal un poco incómodo mientras vos buscabas vasos y platos. Bueno, no esperabas esa respuesta.  -- Sería un cara dura si venía por cómo te trate esa noche... fue inaceptable.--

-- Pero ahora estas acá.-- Levantaste una ceja, señalando el sillón para invitarlo a sentarse mientras te acomodaste en tu rincón favorito.

Él siguió tu ejemplo y se sentó a tu lado, manteniendo una distancia adecuada. -- Bueno... intento ser caballeroso y no un tarado.

-- Te sale bastante mal.-- Resopló, tratando de resistir la sonrisa que intentaba jugar en sus labios. Aunque era un boludo, todavía enzo que te atraía. Y no era el hermoso pelo ni esos ojos marron oscuro que tenía. 

-- Lo intento.-- Se encogió de hombros y te pasó un plato de la mesa ratonera antes de abrir la caja de pizza. -- ¿Una o dos?-- Al mirarte, descubrió que lo observabas atentamente.

No estaba seguro de lo que estabas pensando, pero encontró tu expresión atractiva e inquietante. Esa parecía ser una experiencia común a tu alrededor. Ambos lograron excitarlo y asustarlo al mismo tiempo.

O.S | enzo vogrincicDonde viven las historias. Descúbrelo ahora