—Está nerviosa —escuché con dificultad en la lejanía. Aquella voz se abrió paso entre el espesor de mis sentidos como una amenaza distante, una señal confusa que alertaba a mi instinto. Todavía atrapada en el umbral entre el sueño y la realidad, me sentía vulnerable, frágil, sin el control de mi propio cuerpo. Intenté aferrarme a cualquier atisbo de lucidez, pero era como intentar retener arena en una mano abierta.
Mis ojos permanecieron cerrados, aunque, al comprender que seguía viva, un temblor inesperado recorrió mi piel, estremeciéndome desde la nuca hasta los pies. Una extraña paz me invadió al notar que descansaba en una superficie cálida, suave, algo estable; parecía el lecho de una cama, un refugio que mi cuerpo abrazaba con un agotamiento tan hondo que apenas me atreví a moverme, temerosa de que fuera un espejismo. Por un instante olvidé la angustia del barco, el vaivén constante y amenazante de las olas. Aquí, al menos, había calma… una calma delicada que parecía romperse en cualquier momento.
—Está volviéndose loca —otra voz. La percibí como un eco amenazante, un recordatorio de algo desconocido y oscuro que aguardaba fuera de mi visión. Mis pensamientos borrosos trataron de encontrar sentido a esa advertencia, y mi mente, como si temiera por mí, luchó por arrancarme del letargo. La sensación era densa, sofocante, algo estaba fuera de lugar. Algo en esa voz…
De pronto lo recordé. Un destello de consciencia me atravesó con tal fuerza que impulsó mi cuerpo, haciéndome levantar de la cama de un solo movimiento, desafiando la pesadez que aún se aferraba a mis extremidades. No sabía bien dónde estaba, pero un nombre resonó con claridad en mi mente, un anhelo que me ardía en el pecho. Lisa.
—Hay que darle tiempo.
—Jennie no quiere más tiempo sola.
Sola.
El eco de esa palabra fue como una chispa helada que se esparció dentro de mí. Sentí que mis pies descalzos tocaban un suelo frío y firme, de un marrón reluciente que contrastaba con el calor de mi lecho. Mi cabeza giraba, la confusión se enredaba en mis pensamientos, pero aún así di unos pasos hacia la puerta, ignorando el cansancio que se amontonaba en mis músculos. Atravesé la habitación, mis pasos tambaleantes resonando en el silencio, y con un acto de voluntad abrumadora, abrí la puerta sin vacilar, sin inmutarme cuando el golpe de la madera contra la pared hizo eco en el pasillo.
Jihyo y Minho estaban allí, sentados en una pequeña sala de estar, observándome con miradas que parecían perforarme. Mi mente, aún borrosa, trataba de entender sus rostros, descifrar lo que mis ojos veían. Estaba en tierra firme, un alivio instintivo me recorrió al comprenderlo, aunque inmediatamente me invadió una desesperación sorda al darme cuenta de lo que más me importaba: no recordaba cómo había llegado hasta allí, ni nada después de la tormenta, y, lo más doloroso de todo, no sabía dónde estaba Lisa.
Una mezcla de emociones desbordantes se acumuló en mi pecho, la confusión, la desorientación y la ausencia de Lisa se fusionaron en un solo torrente. Sufrí una punzada de dolor que me atravesó como una ola, tan profunda que no pude sostenerme. Caí de rodillas, sintiendo el fresco contacto de la madera en mis palmas, mientras la sorpresa dibujaba sombras en los rostros de Jihyo y Minho. Ninguno se acercó a mí, sus miradas parecían inmóviles, como si el dolor que yo sentía también los hubiese paralizado.
Incliné la cabeza, sujetando mi abdomen mientras un ardor punzante comenzaba a brotar desde mi centro, extendiéndose como fuego lento que quemaba cada fibra de mi ser. Clavé las uñas en el suelo, en un intento desesperado de aferrarme a algo, de contener aquella marea de agonía. Un jadeo gélido escapó de mis labios, helando el aire a mi alrededor.
Escuché a Jihyo murmurar algo, pero las palabras me llegaron como un susurro apagado, ininteligible en medio de mi tormento interno.
De repente, un ruido seco llenó el pasillo, las puertas en el extremo opuesto se abrieron de golpe. Lo escuché todo, cada paso firme y decidido que se acercaba a mí, un ritmo que reconocí al instante. Jihyo exhaló un suspiro bajo, solemne, mientras Minho gruñía en un intento de controlar su propia tensión. Sentí que el aire se atascaba en mis pulmones, mi cuerpo temblaba al intentar alzar la mirada, pero mi fuerza flaqueaba, mis ojos se mantenían bajos, pesados.
ESTÁS LEYENDO
Palacio
FanfictionEl palacio, corazón del poder imperial Japonés, albergaba a las familias más influyentes, compuestas por alfas y omegas destinados a crear alianzas estratégicas. Impecable en su presentación, se transformaba en un escenario de pureza y decadencia, d...