Los tatuajes de los destinados aparecen cuando se dan su primer beso, sellando un pacto inquebrantable entre ellos, confirmando el amor puro que se tienen y formando una silueta que refleja el primer sentimiento que compartieron al cruzar miradas. No existe un lugar exacto donde el símbolo emergerá en su cuerpo. De repente, una sensación de ardor comienza a invadirles, como si el fuego del deseo y la posesión los consumiera desde dentro. La piel arde, palpita, y el dolor se convierte en una tortura lenta, una llama viva que se extiende. La única cura para aquel tormento es el contacto de su pareja, quien, con un gesto casi animal, debe lamer la marca, calmando el dolor con su toque.
En ese instante, TaeHyung estaba tendido sobre su cama, los músculos de su cuerpo rígidos por el esfuerzo de soportar la agonía que lo atravesaba. Cada fibra de su ser parecía sucumbir al dolor, sus manos se aferraban con fuerza a las sábanas empapadas de sudor, mientras sus piernas temblaban incontrolablemente. El aire que aspiraba no alcanzaba a llenar sus pulmones, y su cuello ardía como si una llama invisible lo consumiera desde dentro. Aquel lugar exacto, en su delicado cuello, donde la marca de su destino estaba formándose, parecía pulsar con vida propia.
Las lágrimas corrían silenciosamente por sus mejillas, dejando surcos húmedos en su piel enrojecida. Cada sollozo que escapaba de sus labios era una súplica desesperada, un eco de la intensa conexión que compartía con JungKook. Sabía que no era un simple dolor físico. No, aquello iba mucho más allá. Sus lobos internos aullaban en lo profundo de su ser, llamando a la luna, proclamando al mundo que ya se habían reclamado mutuamente, que sus almas estaban enlazadas de por vida.
— Pa-papi me duele mucho — Gimió TaeHyung, su voz quebrándose en medio del llanto, justo cuando EunSeom entró apresuradamente a la habitación.
Llevaba un paño húmedo de agua fría en sus manos, dispuesto a aliviar el tormento de su cachorro. La nana se encontraba a su lado, con el rostro compungido, secando el sudor que perlaba la frente de TaeHyung, mientras su padre y su hermano aguardaban fuera de la habitación, incapaces de ocultar sus gruñidos.
Sabían perfectamente lo que había sucedido. No era necesario preguntar ni hacer conjeturas. TaeHyung debía haber besado a JungKook, ese beso lleno de inocencia y devoción había sellado su destino, había desatado el poder oculto de su conexión y, con ello, provocado la aparición del tatuaje. Pero ninguno de ellos, ni siquiera en un momento de desesperación, llamaría al Alfa para que viniera a lamer la marca de su cachorro. No, eso estaba fuera de toda discusión. Era algo demasiado íntimo, demasiado sagrado.
— Tranquilo, mi amor — Susurró EunSeom con suavidad, limpiando con delicadeza el sudor del rostro de su hijo — Muy pronto pasará.
Aunque en su interior, como padre, le preocupaba profundamente el sufrimiento de TaeHyung, no lo iba a reprender. Él mismo había experimentado ese dolor cuando apenas tenía quince años, cuando su propio tatuaje apareció tras su primer beso. Y aunque el suyo había surgido mucho antes, comprendía que su hijo no había hecho más que seguir los dictados de su corazón. No iba a impedir que su cachorro fuera feliz, que abrazara el destino que la vida le había otorgado.
— Ya está terminado — Anunció la nana, después de examinar con atención la marca que ahora se revelaba en el cuello de TaeHyung. El proceso había concluido, y tras limpiar la pequeña cantidad de sangre que brotaba de la piel, la forma de una delicada flor de loto quedó al descubierto.
EunSeom se inclinó sobre su hijo, besando su frente con ternura, notando cómo comenzaba a sucumbir al agotamiento que lo envolvía.
— Descansa, cachorrito... duerme ya.
TaeHyung cerró lentamente sus ojos, dejándose llevar por el cansancio abrumador que lo había dejado exhausto tras tres largas horas de sufrimiento. Pero incluso mientras su cuerpo caía en el sueño, su mente vagaba hacia JungKook, preguntándose cómo su Alfa habría experimentado el mismo proceso, imaginando que él también llevaba ahora esa flor de loto como símbolo de su unión. Estaban destinados, de eso no había duda.
Lejos de allí, JungKook atravesaba su propio calvario. Sin embargo, como un Alfa puro, su cuerpo podía soportar mejor el dolor, y su lobo interior lo ayudaba a mitigar el sufrimiento. A pesar de eso, su mente no podía dejar de pensar en su Omega, en TaeHyung, y en el dolor que él debía estar sintiendo. Cada pensamiento era una punzada de preocupación, pero también de determinación. No quería más que estar a su lado, lamer esa marca y aliviar su sufrimiento.
Con la ayuda de su padre, DongWook, JungKook se dio cuenta de que en su cuello también se estaba formando una flor de loto, el mismo símbolo que reflejaba paz y pureza. La paz que ambos habían sentido la primera vez que se vieron, esa sensación de calma absoluta que inundó sus almas. Y la pureza, por el amor inmaculado que TaeHyung le ofrecía, un amor tan sincero y verdadero que JungKook lo atesoraba como el mayor regalo de su vida.
Con el torso desnudo y cubierto de sudor, sus músculos tensos, y apenas unos pantalones de dormir, JungKook sintió cómo su lobo interno arañaba su pecho, inquieto, exigiendo la presencia de su Omega. Quería a TaeHyung a su lado en ese mismo instante, ansiaba lamer la marca y sellar para siempre su destino compartido. No se arrepentía ni por un segundo de haber probado los labios de TaeHyung, ese dulce sabor a fresas que lo había convencido de que estaba perdidamente enamorado.
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just let me adore you 𐙚 kooktae
Fanfictionfinalizada ⋮ «los tatuajes de los destinados aparecen cuando se dan su primer beso, confirmando el amor puro que se tienen y formando una silueta del sentimiento que tuvieron la primera vez que se vieron» taehyung es un omega con un aroma muy partic...