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La tarde estaba oscura como si fuera de noche, aunque no había diferencia con el día, ya que tanto el sol como la luna siempre estaban ocultos tras las nubes grises, acompañados por fuertes brisas frescas

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La tarde estaba oscura como si fuera de noche, aunque no había diferencia con el día, ya que tanto el sol como la luna siempre estaban ocultos tras las nubes grises, acompañados por fuertes brisas frescas.

Un joven de cabellera castaña se encontraba frente al espejo en su habitación, asegurándose de que su apariencia fuera impecable para su cita. Llevaba una camisa blanca de botones con una corbata negra, sobre la cual vestía un chaleco liso negro. Abajo, usaba pantalones y botas del mismo color.

Estaba vestido con ese conjunto elegante porque iba a uno de los restaurantes más caros de Bahía Blanca para una importante cita de trabajo. Aunque no era la primera vez que tenía una reunión de este tipo, sí era la primera vez que lo citaban en un restaurante de tal categoría.

El joven de veintitrés años, con cabellera castaña despeinada y ojos verdes, era Rodrigo Carrera. Un joven que nació con una memoria fotográfica que, en lugar de ser una desventaja, le dio innumerables ventajas. Gracias a ella y a cómo supo utilizarla, logró graduarse de la secundaria a los dieciséis años con notas excelentes y sobresalientes. En la universidad, estudió la carrera de medicina, graduándose con honores a los veintitrés años, y ahora estaba realmente emocionado por comenzar con la práctica.

Él deseaba convertirse en cirujano y ya estaba en el camino de lograrlo, pero con ello también venían muchas ofertas de trabajo en hospitales de todo el mundo, las cuales había rechazado, ya que, al analizarlas, ninguna le convencía o las políticas de los hospitales no eran de su agrado. Sin embargo, esta vez, decidió probar suerte y ver si este hospital tenía las cualidades que él buscaba.

Rodrigo ajustó la corbata una última vez y se miró en el espejo. Su reflejo le devolvía una imagen de determinación, aunque también había un leve nerviosismo que no solía acompañarlo. Sabía que esta reunión podría marcar el comienzo de una nueva etapa en su vida, una que lo llevaría lejos de Bahía Blanca, lejos de todo lo que había conocido desde su nacimiento.

Desvió la mirada del espejo para tomar el abrigo negro y se lo colocó sobre los hombros. Luego, comenzó a caminar hacia la salida de su habitación. Antes de cerrar la puerta, se detuvo un momento para echar un último vistazo. La habitación estaba ordenada, con libros de medicina cuidadosamente apilados en el escritorio y varias fotos enmarcadas en la pared, recuerdos de los años en que había estudiado incansablemente para llegar a donde estaba hoy. Pero lo que más le llamó la atención fue la figura de Barry, su fiel amigo felino de pelaje naranja y blanco, que dormía plácidamente sobre la cama.

Rodrigo sonrió tiernamente y se acercó al borde de la cama para acariciar suavemente la cabeza de Barry. El gato se estiró perezosamente y lo miró con sus grandes ojos miel.

—Deséame suerte, Barry —murmuró Rodrigo con una sonrisa—. Tal vez cuando vuelva, ya tenga algo concreto.

Barry solo ronroneó, cerrando los ojos nuevamente, como si supiera que su dueño tenía algo importante entre manos y le deseara lo mejor a su manera. Con una última mirada a su mascota, Rodrigo se dirigió hacia la puerta de salida.

 PRETTY PLEASE                                                        _Rodriván_Donde viven las historias. Descúbrelo ahora