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La tarde era tranquila, aunque las nubes seguían cubriendo el cielo

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La tarde era tranquila, aunque las nubes seguían cubriendo el cielo. A pesar de ello, no quitaba la calma que se sentía, acompañada por una ligera brisa. Era un día ideal para llevar un abrigo, pero eso no impedía que fuera agradable tanto para estar al aire libre como dentro de casa.

En un parque bastante alejado de la ciudad de Buenos Aires, se encontraba un lugar donde casi nadie tenía el privilegio de estar; solo las entidades inmortales tenían acceso. Allí, la belleza de la naturaleza se mezclaba con una paz increíble, un verdadero refugio para aquellos destinados a la eternidad.

Un joven de cabellera negra y ondulada se hallaba en una zona apartada, sentado en una hamaca de madera sostenida por resistentes cadenas de hierro, colgada de un Jacarandá. Observaba los árboles secos a su alrededor, como si estuviera esperando a alguien, pero aprovechaba el momento para contemplar el lugar con un leve brillo en sus ojos, un destello que raramente se veía en él últimamente.

El ángel dejó de tener ese leve brillo en sus ojos al recordar el verdadero motivo por el cual estaba esperando en ese parque: debía informar a su señor sobre las novedades de la misión, y realmente esperaba que el acercamiento que había tenido con ese mortal le sirviera. Mientras pensaba, se balanceaba suavemente en la hamaca, dejando que el crujido de las cadenas se mezclara con el susurro de la brisa.

Buhaje había sido fiel a su señor desde tiempos inmemoriales, cumpliendo cada mandato con devoción absoluta. Como era costumbre para un ángel, obedecía a su creador sin cuestionar nada, algo que sabía desde el mismo momento en que cobró vida. Sin embargo, esta vez sentía que estaba fallando. En esta misión, que consistía en vigilar a ese humano, no había logrado el acercamiento que su señor le había ordenado, y no podía entender por qué.

Era extraño, ya que en otras ocasiones lo había hecho a la perfección, o al menos eso creía. Todo parecía ahora borroso y completamente oscuro. Este pensamiento le resultaba inquietante, pero se desvaneció rápidamente al sentir una mano en su cabellera negra y ondulada. Al instante, todos sus pensamientos desaparecieron, sumiéndolo en un vacío de oscuridad e incomprensión.

Al sentir la mano en su cabellera, Buhaje se estremeció. Sabía quién estaba detrás de ese gesto sin siquiera voltear. Su cuerpo, antes inmerso en dudas, ahora se tensaba ante la presencia de su señor. El leve susurro de la brisa se desvaneció, y el crujido de las cadenas cesó, como si el mundo mismo hubiera dejado de girar.

—Vaya que estabas bastante metido en tus pensamientos —dijo Rubius con una voz grave, pero con una tonalidad suave, casi relajada.

El ángel cerró los ojos con fuerza por un segundo, sintiendo la presión invisible que siempre acompañaba su presencia, pero esta vez se sentía más pesada de lo normal. Era obvio que su señor no estaba en su mejor estado de ánimo. Al abrir los ojos rápidamente, Buhaje miró a Rubius, quien le otorgó el derecho de hablar.

 PRETTY PLEASE                                                        _Rodriván_Donde viven las historias. Descúbrelo ahora