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[ChanYeol]

Hace siete años...

Veintisiete puntadas en su cabeza. SanDara sostuvo la mano de Jay todo el tiempo, a pesar de que no le permití acercársele mucho. De algún modo ella consiguió acceder a la zona "prohibido personas" de Jay que era como un escudo invisible.

Mirándola, supongo que no debería haberme sorprendido. Era hermosa y suave, dulce y acogedora. ¿Qué hombre en su sano juicio rechazaría su tacto?

El médico de urgencias quien suturó la cabeza de Jay pidió hablar conmigo fuera de la sala.

—Él tiene una colección de cicatrices en el rostro y la cabeza —me dijo cuando entramos al pasillo—. Esta fue hecha definitivamente con una cuchilla. El trozo de piel recortada es de un cuchillo de sierra. Probablemente un cuchillo de cocina, si tuviera que adivinar. Si el corte hubiera sido un cuarto de pulgada a la derecha, no tendría ojo en este momento.

Volví a mirar dentro de la habitación. Las puntadas de Jay iban desde la frente hasta la barbilla. El ojo derecho estaba hinchado por la paliza que volvió a recibir la noche anterior.

—Jay no habla mucho —le expliqué—, pero creemos que es un grupo de adolescentes. Aparentemente, es un juego suyo. Ganan puntos por el daño que causan a las personas sin hogar.

—Escuché de ello en las noticias. Me asusta el futuro de nuestra sociedad. —El doctor negó con la cabeza—. ¿Él ha ido a la policía?

—SanDara trató de que lo hiciera. Incluso ha ido ella misma un par de veces; trató de presentar informes en su nombre. Parece que no les importa.

—¿Puedes mantenerlo en el refugio?

—Él solo va a comer. Así es como SanDara lo conoció. Ella es voluntaria en el lugar donde él suele comer, pero él no se queda a dormir. Cuando las mesas para la cena están llenas, toma la comida y se va a una esquina, lejos de las personas. Las camas en el refugio están demasiado cerca una de las otras para que él lo pueda soportar. No le gusta que las personas se le acerquen demasiado.

—Lo van a asesinar si esto sigue así. Al menos necesita protegerse a sí mismo. No tiene heridas defensivas en las manos o brazos.

—¿No se está protegiendo a sí mismo? —pregunté conmocionado.

—No se ve como si lo hiciera. Las cosas son así: o él es el agresor, o él está acurrucado en una esquina mientras alguien le da patadas en la cabeza repetidamente.

—Definitivamente, él no es el agresor.

—Entonces tal vez deberías tratar de hablarle acerca de defenderse. O acabará con un cráneo agrietado.

Me sentí mal por Jay, lo hice, pero siendo honesto, esa no fue la razón por la que fui al refugio la tarde siguiente

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Me sentí mal por Jay, lo hice, pero siendo honesto, esa no fue la razón por la que fui al refugio la tarde siguiente. Fui por SanDara. Bueno, también por mí. Necesitaba que esta situación mejorara.

Había un equipo de construcción abriendo muros para ampliar mi nuevo espacio de oficina, una sesión de fotos en un estudio improvisado en el laboratorio de investigación, y acababa de contratar a dos nuevos empleados esta mañana. El interés en mis nuevos productos mantuvo a la recepcionista ocupada todo el día. Me estaba ahogando por tanto trabajo, pero aquí estaba yo, a punto de hablar con un hombre sin hogar acerca de la autodefensa.

Sabía que SanDara tenía una audición y por eso no estaría en el refugio. Imaginé que Jay prestaría más atención a lo que yo tenía que decir sin distracciones. Llegué poco antes que comenzara el servicio de la cena y esperé afuera. Él cojeó por la calle, justo a tiempo.

—Oye, Jay. ¿Crees que podamos hablar un momento?

Me miró, pero no dijo nada. Esto iba a ser una conversación realmente rápida con solo uno de nosotros dos hablando.

—Ven. Vamos a tomar algo de comer antes que se llene el lugar, y podemos hablar durante la cena.

Permití que Jay dirigiera el camino hacia donde quería sentarse. Lo seguí obedientemente, con mi bandeja en la mano, me dirigí a la esquina más alejada del comedor. No estaba directamente sentado frente a él, inseguro de la proximidad con la que él se sentiría cómodo. En su lugar, me senté en diagonal, a pesar de que no había nadie más en cualquier lugar cercano.

—SanDara realmente se preocupa por ti —le dije.

Resultó que esa fue una buena manera de iniciar. Jay hizo contacto visual, algo que rara vez parecía hacer. Desde que tuve su atención, me acerqué con mayor confianza.

—Se pone muy molesta cuando te lastimas. ¿Por qué no te proteges, Jay? No puedes dejar que esos chicos te pateen y te hagan daño.

Él revolvió su comida. Al parecer, solo la mención de SanDara era digna de su plena atención. Así que la usé.

—SanDara quiere que te protejas.

De nuevo, eso ayudó que se concentrara en mí.

—Ella quiere que te cubras la cabeza cuando te golpean. O salir de allí cuando vienen. ¿Puedes hacer eso por ella, Jay?

Me miró fijamente.

—¿Tienes algo para protegerte? Eres un tipo grande. ¿Tal vez una pieza de metal? ¿Un tubo? ¿Algo que puedas guardar en tu bolsa para intentar asustarlos?

Me sorprendió cuando habló.

—Cuchillo.

—Sí. —Mirando las puntadas frescas, asentí—. Te pegaron, ¿verdad?

—Cuchillo —él repitió.

—Esa es la razón de por qué necesitas protegerte. El médico dijo que ni siquiera estabas levantando las manos. No protegiéndote de un cuchillo.

Lo dijo de nuevo—: Cuchillo.

Entonces me di cuenta de que no estaba diciéndome lo que pasó; me estaba pidiendo ayuda.

—¿Quieres un cuchillo? ¿Es eso lo que me estás diciendo?

Me asustó como la mierda cuando puso el brazo sobre la mesa, palma arriba.

—Cuchillo.

—No tengo un cuchillo para ti. —Mire sus manos. Estaban sucias y con cicatrices. Incluso sus manos fueron lastimadas—. Espera. En realidad, sí.

Buscando en el bolsillo delantero, saqué la pequeña navaja de bolsillo que había estado cargando por tanto tiempo como podía recordar. Era una vieja, navaja suiza hecha de nogal. Lo compré en una venta de garaje cuando tenía doce años. Grabado en la madera estaban las iniciales S.E., y había una pequeña grieta junto a la E que hacía una perfecta X del mismo tamaño que las iniciales. La cosa era vieja, y la hoja tenía una esquirla. Básicamente, la compré porque decía SEX en ella... y yo tenía doce años.

Con el pasar de los años, lo había utilizado como destapador de botellas. Miré a Jay y luego la navaja, dudoso. Algo acerca de ofrecérselo no me dio buena espina, pero era lo menos que podía hacer.

Me dejó colocarlo en la palma de su mano y lo tomó rápidamente.

—Ten cuidado. No lo uses para nada más que protección. ¿De acuerdo, Jay?

Nunca estuvo de acuerdo.

El Jefe ➳ ChanBaekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora