Sin querer

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Los domingos salía temprano por lo que aprovechó el tiempo que le restaba de la tarde para subir al camión de la ruta que daba directo con el taller del señor Choi, lo más probable es que había metido la pata al proclamarse el interés amoroso de Minho delante de un ex esposo con intenciones de hacerle la vida imposible tanto como le fuera posible. Las palabras salieron sin filtro alguno aún cuando no tenía intenciones de meterse en asuntos ajenos. Por un momento llegó a creer que la relación del señor Choi podría volver a funcionar si lo intentaban, pero si miraba todo seriamente, una reconciliación era más que absurda, a menos, claro, que Minho cediera, cosa que no ocurriría.

¿Ahora cómo se lo confesaba? Con la pregunta bailando dentro de su mente bajó del autobús mirando los pequeños señalamientos tardando casi diez minutos en dar con el taller de cerámica, lucía tan sobrio desde afuera, hogareño por los detalles en madera, se adentró apretando el agarre en su mochila, a la expectativa de su reacción, no lo llenaría de regaños, o eso deseaba.

—Hola, ¿en qué puedo ayudarte? —habló una mujer mayor tras la línea de recepción.

—Vengo a ver al señor Choi.

—Lo siento hijo, por el momento está ocupado, cuando termine lo que esta haciendo voy a decirle que viniste, si gustas puedes esperarlo en las bancas de la esquina.

Al parecer tenía un grupo por lo que se sentó en la barra acolchada abrazando por instinto su mochila, unas plantas adornaban los costados y lámparas iluminaban desde las alturas dándole un aire cálido a pesar el clima que avisaba de una pronta lluvia. Con forme el tiempo pasó en el golpeteo de las manecillas del reloj sus ojos dieron parpadeos más lentos poco a poco, acurrucado en la pared apoyó la cabeza contra esta quedando dormido justo cuando la lluvia llegó.

—Nos vemos la próxima semana. —un grupo de personas salieron del taller siendo despedidos por el moreno quien se trataba de limpiar las manos, los primeros pasos eras los más sucios.

—Minho, un chico vino a verte.

—¿Un chico? —echó el trapo sobre su hombro pidiéndole a la señora que le ayudaba con la recepción, mostrarle a su invitado, no esperaba a nadie, mucho menos esperó ver a un rubio acurrucado contra la pared.

—Iré a despertarlo, espere.

—No, lo haré yo, puede retirarse, la veo mañana.

Al verla acomodar sus cosas en su bolso de mano, mordió su labio inferior algo pensativo, no quería asustar a Wonbin, posiblemente la jornada de trabajo fue tan extenuante como para terminar dormido, por lo que le dio ese tiempo para que despertara por si mismo. La señora Park se marchó poco después haciendo el menor ruido posible, por su parte, Minho calentó algo de café en el espacio de cocina donde usualmente preparaba más los materiales que comida en sí.

Terminó de limpiar algo asustado para ese entonces, desde que terminó la última clase el rubio se encontraba dormido y una hora y media después seguía en ese estado. Secó sus palmas antes de acomodarse en cuclillas frente su cuerpo, era la primera vez que lo veía desde abajo, tan cerca como para notar sus pestañas definidas, y su cabello con la raíz asomando en el tono natural.

—Wonbin...

Repitió en más de una ocasión su nombre, era corto y muy adecuado para ese rostro. Una carcajada casi sale de sus labios cuando las expresiones en medio del sueño lo hicieron ver en extremo divertido, no obstante, debía despertarlo o se haría más tarde. Levanto un poco la mano colocándola sobre una de las ajenas.

—Wonbin, te has quedado dormido. —al ver su cuerpo removerse suspiró con una sonrisa.

Lo primero que veía al despertar era siempre el techo o la pared, pero en esa ocasión, observo entre el aturdimiento un rostro que con lentitud logró identificar, por instinto sonrió obteniendo una expresión similar en aquel rostro, el señor Choi era muy guapo, ¿cómo Taemin pudo engañarlo? Un par de minutos después consiguió despertar por completo.

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