Admirador secreto

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Azotó la puerta en cuanto entro a su departamento perdido en sus pensamientos, no dejaba de recordar o que hace minutos había visto tras la puerta del taller de Minho, ya no tenían nada, entonces ¿por qué la sangre le hervía después de verlo besar a ese mocoso? Preso del enojo lanzó de golpe sus cosas mirando a lo lejos un par de pies desnudos, cualquier deseo por hacer algo más fue drenado.

—¿Qué carajos haces aquí? —soltó empujándole para poder entrar a su habitación.

—Dijiste que podía venir cuando quisiera, pero parece que no estás de buen humor. ¿Otra vez problemas con tu ex esposo? —se giró tomando de la cama su ropa, la ducha que había tomado para estar fresco no funcionaba ahora.

—¿Quién se cree para andar besando tan públicamente a ese mocoso?

—Sí es por él, ¿así que se consiguió un nuevo chico? Parece que te olvido muy rápido. Mírate, estás a punto del colapso y él se encuentra seguro ya en los brazos de otro. —trató de acercarse para contenerlo recibiéndolo solamente una serie de empujones que terminaron por aburrirlo.

—¡Cállate de una maldita vez Kai!

Sabía perfectamente el aspecto que daba. Se suponía debía ser al revés, ser él quien pasara las noches con diferentes personas o incluso una exclusiva. Pero solo estaba volviéndose loco porque Minho tenía un aspecto tan feliz alrededor de ese rubio, la envidia lo dominaba. Su mente, presa de tantas malas emociones permitió que Kai se marchara para estar a solas con su miseria. Nada en su vida se encontraba en su sitio.

—¡Por que estás tan feliz! Deberías llorar para que vuelva contigo, tendrías que ser tú quien muera de celos al verme con otro, ¡eres un imbécil Minho!

Lanzó lo primero que tuvo al alcance contra la pared escuchando al fondo los cristales caer ruidosos sobre el suelo, pronto el llanto se hizo presente adornándole las mejillas. Todo estaba bien al inicio, entonces por qué ahora todo se encontraba patas arriba, si tan solo ese chico no estuviera en el medio, todo estaría a su favor. ¿De dónde carajos se habían conocido? ¿qué le veía Minho a ese mocoso como para llevarlo a un lugar tan personal como el taller?

Al otro lado de la ciudad Minho dejó la comida frente el menor, después de lo sucedido, los alimentos perdieron el calor, y con el corazón hecho un caos, lo mejor fue que tuvieran una distancia sana. Wonbin agradeció con una sonrisa que para Minho fue como un hermoso rayo de sol.

—¿Puedo llevarte a tu edificio? —trató de sonar lo más natural posible aun cuando su pecho estaba doliendo por el recuerdo fresco de sus labios. ¿Era correcto el ritmo que llevaban?

—No me lo tomes a mal, por hoy quiero ir separado, siento que si vamos juntos me voy a morir de la vergüenza. —parecía tan centrado en la comida que no dudó en levantar el brazo para que lo viera a los ojos.

—Entonces ya somos dos. —le sonríe dejando una caricia suave sobre su mentón, lo suelta comenzando a comer, aunque por los nervios termina cayendo un poco de ésta.

La comida trascurrió entre pequeños tropiezos, sus emociones estaban en la mesa, aunque ninguno les colocaba un nombre, después de superar el miedo y arriesgarse, ahora se encontraban en una zona desconocida, ¿quién daría el primer paso sobre aquel suelo incierto?

Cerró la puerta tras la salida de ambos mirando de reojo la manera en la que el menor se acomodaba la boina en la cabeza y cruzaba los audífonos por su cuello. Era momento de separarse, aunque no quería hacerlo, así que en cuanto guardó las llaves en su chaqueta se giró mirándole directamente a los ojos, no podía irse sin antes dejar en claro lo que sentía.

El camino seguía siendo incierto, pero si estaban agarrados de la mano podrían tener mayor seguridad porque estaban juntos en el proceso.

—¿Sucede algo? —habló justo cuando terminó de amarrar las mangas de la sudadera por sus caderas.

MENTIRADonde viven las historias. Descúbrelo ahora