LEN
El bar estaba lleno de vida, mucho más de lo que Len había esperado. Al cruzar la puerta, se vio envuelto en un mar de luces, risas y música de fondo que hacía vibrar el suelo bajo sus pies. Max, a su lado, se movía con la seguridad de alguien que había hecho esto muchas veces antes, mientras que Len, a pesar de sus esfuerzos por relajarse, no podía evitar sentirse abrumado.
-Vamos, primo -dijo Max, dándole un codazo amistoso-. Relájate un poco. Esta es tu primera noche en la ciudad, no te preocupes por nada y simplemente disfruta. Tienes mi permiso -dijo, señalándose a sí mismo-, como tu tutor temporal, para divertirte y salir con cualquier chica que te guste.
Len rodó los ojos, aunque algo en la actitud despreocupada de Max comenzaba a calmarlo. Miró a su alrededor, tratando de adaptarse al ambiente. Las personas se movían por el bar con confianza, como si todos supieran exactamente dónde debían estar y qué debían hacer. En comparación, él se sentía fuera de lugar, pero no iba a dejar que eso lo detuviera.
Max, como si detectara su incomodidad, se inclinó hacia él y dijo en voz baja:
-No te preocupes tanto por encajar. Solo déjate llevar, y todo fluirá. -Le dio una palmada en la espalda y luego, como si fuera parte de un plan ya establecido, desapareció entre la multitud, dejándolo completamente solo.
Len miró a su alrededor, tratando de decidir qué hacer. No quería parecer perdido, pero tampoco sabía bien cómo manejarse en ese tipo de entorno. Respiró hondo y decidió acercarse a la barra, pidiendo una bebida. Algo para mantener sus manos ocupadas mientras observaba el lugar y trataba de entender la dinámica.
La música de fondo se desvaneció por un momento, y las luces del bar comenzaron a bajar gradualmente. Las conversaciones se redujeron a susurros mientras todos parecían esperar algo. Len sintió que la energía en el lugar cambiaba, se hacía más intensa, más expectante. Apretó su vaso con un poco más de fuerza, su curiosidad creciendo.
De repente, las luces se apagaron por completo, sumiendo el lugar en la oscuridad total. Hubo un breve instante de silencio absoluto, y luego, una voz masculina resonó en los altavoces del lugar.
-¡Tres, dos, uno...!
Las luces se encendieron de golpe, inundando el escenario con un resplandor brillante que casi cegó a Len por un segundo. Cuando sus ojos se adaptaron, vio que la multitud había comenzado a moverse hacia el frente, acercándose al escenario donde se preparaba una banda. Instintivamente, Len hizo lo mismo, dejándose arrastrar por la marea humana.
A medida que avanzaba, las primeras notas de una guitarra comenzaron a llenar el aire. La batería se unió, marcando un ritmo que hizo vibrar el pecho de Len. La energía en el lugar se elevó, y cuando finalmente llegó a la parte delantera del escenario, las luces se enfocaron en la banda que estaba tomando su posición.
Lo primero que notó fue a la baterista, una chica con el cabello recogido en un moño alto y una expresión de absoluta concentración. Parecía ser una con su instrumento, marcando cada golpe con una precisión que hacía que la música fluyera de manera impecable. Len no pudo evitar admirar su habilidad, pero cuando sus ojos se movieron hacia la derecha, su atención fue secuestrada por completo.
Allí, de pie en el centro del escenario, estaba la guitarrista. El cabello desordenado de la chica caía en cascada por sus hombros, y su cuerpo se movía con una fluidez natural al ritmo de la música. La forma en que tocaba su guitarra, con una mezcla de pasión y precisión, era hipnótica. Pero no era solo su talento lo que lo cautivaba; había algo en su presencia, en la forma en que parecía dominar el escenario sin esfuerzo, que lo dejaba sin aliento.
Len sintió cómo su corazón se aceleraba mientras la observaba. No era solo porque era hermosa; había algo en ella que lo hacía incapaz de apartar la mirada. La conexión que sentía con la música, la forma en que parecía perderse en las notas y al mismo tiempo controlarlas, lo fascinaba de una manera que nunca había experimentado antes.
Cada acorde que salía de su guitarra parecía resonar directamente en su pecho, como si la chica estuviera tocando para él y solo para él. Len sabía que era una tontería, que ella ni siquiera sabía que él existía, pero no podía evitar sentir esa conexión, como si el destino lo hubiera llevado a ese lugar en ese momento exacto solo para conocerla.
En medio de su ensimismamiento, la música subió de intensidad, y la voz de el cantante, arrancando vítores de la multitud. Len apenas registró el cambio; toda su atención estaba centrada en la chica, en Candás, en cómo cada movimiento suyo parecía estar en perfecta armonía con la música, creando una experiencia que era tanto visual como auditiva.
La multitud alrededor de él comenzó a moverse al ritmo de la música, saltando y coreando junto con la banda. Len sintió la energía pulsante a su alrededor, pero permaneció inmóvil, absorto en la escena frente a él. La guitarra de Candás se alzó por encima del tumulto, destacándose en medio de la sinfonía de sonidos.
De repente, sintió una presencia familiar a su lado. Max apareció, con una sonrisa traviesa en el rostro, moviéndose al ritmo de la música con una despreocupación que contrastaba con la intensidad de Len.
-¡Vaya show, ¿eh?! -gritó Max por encima del ruido, inclinándose hacia Len para hacerse escuchar.
Len, aún embelesado por la visión de Candás, asintió sin apartar la mirada del escenario.
-¿Ya le echaste el ojo a alguna mina? -preguntó Max, claramente disfrutando de la noche.
Len tragó saliva, su corazón todavía martillando en su pecho. Finalmente, giró la cabeza hacia Max y, con un ligero gesto, señaló hacia el escenario.
-Ella -dijo, su voz apenas audible entre el clamor del bar.
Max siguió la dirección de su dedo y luego soltó una carcajada.
-¡Vaya! Apuntas alto, primo. Pero, ¿quién podría culparte? Es un bombón y toca como una diosa. -Le dio un codazo amistoso-. A ver cómo haces para llamar su atención.
Len no respondió, incapaz de apartar la vista de Candás. Algo dentro de él sabía que esta no era solo una atracción pasajera. Había algo en ella que lo hacía sentir que su vida nunca volvería a ser la misma. Y, aunque no sabía cómo, estaba decidido a descubrirlo.
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~A pocos días, pocas cuerdas~ ©
RomanceCandás, una rockera, ha decidido vivir sin ataduras tras recibir un diagnóstico terminal. Su única prioridad es disfrutar de la música y el presente, alejándose de las expectativas tradicionales de la adolescencia y vivir sus últimos días bajo sus p...