CAPITULO 22💖💖

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CANDÁS Y LEN🎸📚✨

QUERIDO LECTOR/RA DE CORAZÓN GRACIAS POR ESPERAR MIS ACTUALIZACIONES, TE DESO UN FELIZ DIA.

SIN MAS QUE DECIR: FELIZ DIA DEL LECTOR💗✨

La casa rodante avanzaba con suavidad sobre la carretera, alejándose del pueblito que habían dejado atrás. La tarde había comenzado a desvanecerse, tiñendo el cielo de tonos dorados y rosados. Candás estaba en el asiento del copiloto, absorta en su teléfono móvil, mientras Len, al volante, se mantenía en silencio, sumido en sus pensamientos.

Finalmente, Len rompió el silencio. —Estaba pensando... Tal vez en Los Ángeles podríamos encontrar especialistas mejores que podrían tratar tu enfermedad—.

Candás levantó la vista de su celular, su expresión cambiando a una mueca de desagrado. —Len, ya me dieron el diagnóstico hace meses. No hay nada que puedan hacer—.

El rostro de Len se tensó. —Pero deberías aferrarte un poco más a la vida. Dale una oportunidad—.

Candás frunció el ceño, exasperada. —No se trata solo de desearlo, Len una oportunidad ya le estoy dando. Te recuerdo que tengo registros firmados que indican que no necesito atención médica y que soy responsable de mi propia muerte—.

Len la miró, frustrado. —Eso no es una excusa válida. Sabes que esos registros dejarían de ser considerados después de una buena charla—.

Ella suspiró, agotada por la conversación. —Por favor, al menos hazlo por mí. Iremos al hospital en cuanto lleguemos a Los Ángeles, ¿si?—.

—Está bien. Vamos a hacer lo que me pides, pero que no te sorprendan los resultados—.

La tensión en el ambiente comenzó a disiparse. Len, aliviado por la respuesta de Candás, sonrió levemente.

Mientras avanzaban por la carretera, Candás, inmersa en su teléfono, encontró algo que rompió el silencio. Con una expresión emocionada, mostró a Len una imagen en su pantalla. —¡Mira!, es una invitación para una actividad donde lanzarán luces flotantes mañana por la noche—.

Len la miró con escepticismo, noto que Candás solo intentaba distraerlo; el preguntó si quería ir a verla. —¡Claro que quiero!—, dijo con entusiasmo.

A pesar de la tensión reciente, Len sonrió. —Está bien, iré contigo a la actividad. Pero, en serio, cuando lleguemos a Los Ángeles, te harás un chequeo, ¿entendido?—

Candás asintió, satisfecha con la respuesta de Len. —Sí, lo prometo—, le dedicó unos ojitos tiernos y le saco miñiquie.

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A medida que el sol se ocultaba, la casa rodante se detuvo cerca de una colina que tenía un pequeño lago. Candás, emocionada, se preparaba para disfrutar de una noche especial. Len sacó unas sodas de la hielera y, de repente, Candás emergió del espacio de almacenamiento con un hermoso bikini nuevo. Len se quedó boquiabierto.

—¿Qué te parece?—, preguntó Candás con una sonrisa juguetona.

Len, aún atónito, balbuceó. —Te queda... hermoso—.

Candás, insegura pero contenta, tomó la soda de Len y subió a la parte superior de la casa rodante para contemplar el atardecer. Len, después de un momento de duda, se unió a ella.

—¿Puedo subir?—, preguntó él, alzando una ceja.

—Dale—, respondió Candás, sonriendo.

Una vez arriba, comenzaron a charlar. Len, con curiosidad, preguntó: —¿Extrañas a la banda y tocar?—

Candas pensó por un momento. —Sí, sinceramente sí. Pero como dicen, "A pocos días, pocas cuerdas".

Candás cambio de tema. —¿No vas a encender tu celular para ver si tu madre te escribió?—

Len la miró con un dejo de tristeza. —Lo haré después, no te preocupes —.

Len, consciente de que extrañaba un montón a su hermosa madre, trato de disipar su melancolía y se levantó, extendiendo su mano a Candás. —Ven, quiero mostrarte algo—.

Ella aceptó su mano y se levantó. Len la abrazó por la cintura, haciéndola sonrojar. —¿Escuchas las aves volver a sus nidos?—, preguntó él—.

Candas agudizó sus oídos y escuchó los suaves aleteos de las aves. —¡Sí!—

—¿Y los grillos dando paso al sonido?—, continuó Len, acariciando suavemente su barbilla y haciéndola mirar al horizonte. —observa el color del cielo—.

El corazón de Candás latía con fuerza al estar tan cerca de él, ya lo habían estado, pero no con ella llevando algo tan.... —Es lo que siempre quise hacer Candás, y nunca me había dado cuenta hasta ahora: disfrutar de un atardecer junto al amor de mi vida—.

Candás lo observo con ternura, una lagrima amenazando con salir y le preguntó: —¿Soy el amor de tu vida?—

Antes de que pudiera responder, Len la besó con una profunda pasión. El beso fue un reflejo de su necesidad y amor mutuo. Eso era lo que coexistia entre ellos la necesidad de estar juntos por siempre; de dejar ese amor mutuo permacenecer por la eternidad.

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Más tarde, ya sentados en la colina al lado de un mantelito, Candás devoraba unas ricas alitas de pollo que compraron en el pueblo que estaban. Len reía divertido por sus comentarios. —Si me dejaras, comería alitas fritas hasta el último de mis días—, bromeó Candás, con la boca llena.

Len sonrió, sintiendo que cada momento con Candás era precioso. Los días pasaban rápido, pero cada instante con ella era un regalo invaluable.

Así callo la noche; la joven pareja disfrutando de ésta bajo las estrellas, rodeados por el sonido de la naturaleza y el calor de su amor.

NOTA DE LA AUTORA:

¡Ay! esto cada vez se vuelve más hermoso.✨❤

Y cada vez más se acerca el final. Rompiendome el alma, la verdad es que no quiero empezar a escribir el epílogo; 😭😭😭 si fuera por mi llegaríamos a mil capítulos.

Espero y estén amando tanto como yo el desarrollo de la trama. No olviden dejar su voto si les ha gustado el capítulo. Y cualquier comentario os leo😴💫💖

~A pocos días, pocas cuerdas~ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora