LEN
El viaje en autobús fue largo, pero finalmente, después de horas de paisajes que cambiaban lentamente de campos verdes a edificios imponentes, Len llegó a su destino: la ciudad. Mientras el autobús se deslizaba por las calles concurridas, Len miraba por la ventana con una mezcla de asombro y nerviosismo. El bullicio y la energía que emanaban de cada rincón eran abrumadores, un contraste impactante con la tranquilidad de su pequeño pueblo.
Cuando el autobús finalmente se detuvo en la estación central, Len bajó con su maleta y sus cajas en la mano, sintiendo el peso de todo lo que dejaba atrás y la emoción de lo que le esperaba. A pesar de que la idea de mudarse a la ciudad había sido un sueño durante años, ahora que estaba aquí, una sensación de incertidumbre se apoderó de él. Todo era tan nuevo, tan grande. Las voces, las luces, los coches pasando rápidamente a su alrededor; todo era un caos organizado que lo hacía sentir pequeño e insignificante.
Con un suspiro, Len se dirigió hacia la salida de la estación, buscando el rostro familiar de su primo, Max. Si, su madre se había tomado las molestias de llamar a Max para que lo recibiera. Max se había criado en la ciudad y según lo que contaba, le estaba yendo muy bien.
No tuvo que buscar mucho; Max estaba apoyado contra su coche, con una sonrisa despreocupada y una chaqueta de cuero que lo hacía destacar entre la multitud.
-¡Len! -exclamó Max cuando lo vio-. Bienvenido a la jungla, primo.
Len no pudo evitar sonreír al escuchar la voz de Max. Aunque sus personalidades eran diferentes, siempre se habían llevado bien. Max era el tipo de persona que tomaba la vida con ligereza, sin preocuparse demasiado por el futuro, mientras que Len siempre había sido más serio y enfocado en sus metas. Aun así, había algo en la actitud relajada de Max que Len encontraba reconfortante, especialmente ahora que estaba tan lejos de casa.
-Gracias, Max. -Len le devolvió el abrazo que su primo le ofreció-. Es... bastante diferente de lo que estoy acostumbrado.
-Y eso es lo mejor -respondió Max con una sonrisa-. La ciudad está llena de oportunidades y de cosas que hacer. Ya verás, te va a encantar.
Max tomó una de las cajas de Len y la lanzó al maletero del coche con un gesto rápido.
-Vamos, te llevo al apartamento para que te instales. Tenemos mucho que hacer esta noche.
Len frunció el ceño mientras subía al coche.
-¿Esta noche? Pensé que me tomaría un tiempo adaptarme...
-¡Nada de eso! -lo interrumpió Max, arrancando el coche y adentrándose en las calles llenas de vida-. La mejor manera de adaptarse a la ciudad es lanzarse de cabeza en ella. Te prometo que lo vas a disfrutar.
El camino hacia el apartamento de Max fue una especie de revelación para Len. Las luces de neón brillaban intensamente en cada esquina, y las aceras estaban llenas de gente que parecía no tener prisa por llegar a ningún lugar en particular. Había algo embriagador en la atmósfera de la ciudad, algo que hacía que Len se sintiera vivo, aunque también un poco abrumado.
Finalmente, llegaron a un edificio alto y moderno. Max aparcó el coche en un pequeño estacionamiento y llevó a Len hasta el ascensor. Mientras subían al piso donde Max vivía, Len sintió una mezcla de emoción y ansiedad. Todo esto era tan diferente de su hogar, tan lleno de posibilidades, pero también tan incierto.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, Max guio a Len por un pasillo hasta llegar a la puerta de su apartamento. Con un movimiento rápido, la abrió y entraron en un espacio sorprendentemente ordenado. El apartamento era pequeño pero acogedor, con muebles modernos y una vista impresionante de la ciudad a través de las ventanas.
-Este es tu nuevo hogar, primo -dijo Max, dejando las cosas de Len en el suelo-. Esa habitación pequeña, de allí es tuya, eso hasta que decidas si conseguir algo más permanente.
-Gracias, Max. -Len dejó escapar un suspiro de alivio-. Es mejor de lo que imaginaba.
-Lo sé -respondió Max con una sonrisa pícara-. Y la mejor parte es que estamos justo en el centro de la acción. Hay bares, clubes y restaurantes a solo unos pasos de aquí.
Len se sentó en el sofá, sintiendo el cansancio del viaje por primera vez. No había dormido bien en el autobús, y ahora todo el peso de la mudanza y el cambio se le venía encima. Cerró los ojos por un momento, disfrutando de la tranquilidad del apartamento. Pero esa paz no duró mucho.
-¡Vamos, no te duermas todavía! -exclamó Max, dándole un golpecito en el hombro-. Esta noche, te voy a mostrar lo que significa vivir en la ciudad. Hay un bar increíble cerca de aquí que tienes que ver. Tienen buena música, y hoy toca una banda que todos están esperando. No te puedes perder esto.
Len abrió los ojos y lo miró, indeciso.
-Max, estoy cansado. No sé si sea una buena idea...
-¡Bah! -Max agitó la mano en el aire, restando importancia a la preocupación de Len-. Una vez que estés allí, te olvidarás de todo el cansancio. Confía en mí. Necesitas despejarte un poco, disfrutar de tu primer día aquí. No te preocupes, no te voy a arrastrar a una fiesta loca ni nada. Solo será una salida tranquila, para que veas lo que la ciudad tiene para ofrecer.
Len dudó por un momento, pero finalmente asintió. Había venido a la ciudad para experimentar cosas nuevas, para salir de su zona de confort, y esto parecía una buena oportunidad para empezar. Además, Max tenía razón: tal vez necesitaba relajarse un poco antes de sumergirse de lleno en la vida universitaria.
-Está bien, acepto. Pero solo por esta vez -advirtió Len, intentando sonar serio, aunque la sonrisa de Max era contagiosa.
-¡Ese es el espíritu! -dijo Max, claramente complacido-. Te prometo que no te arrepentirás.
Max se tomó unos minutos para cambiarse de ropa y prepararse para la salida, mientras Len se acomodaba un poco. Se lavó la cara, intentando despejarse un poco, y luego eligió algo casual pero presentable para la noche. Cuando estuvo listo, se sintió un poco más animado, aunque todavía había un nudo de incertidumbre en su estómago.
Salieron del apartamento y tomaron un taxi hacia el bar que Max había mencionado. La ciudad era aún más vibrante de noche, con las luces y los sonidos intensificándose a medida que se adentraban en su corazón. Los rascacielos se alzaban a su alrededor, como gigantes que observaban su recorrido. Len no podía evitar sentirse diminuto entre toda esa grandeza, pero al mismo tiempo, algo dentro de él se encendía, como una chispa de emoción ante lo desconocido.
Finalmente, el taxi se detuvo frente a un bar de aspecto animado. Las luces de neón parpadeaban sobre la entrada, y un cartel anunciaba en letras grandes y brillantes: "¡Hoy toca su banda favorita!"
Max sonrió y le dio una palmada en la espalda a Len.
-Aquí es, primo. La noche apenas comienza.
Len tragó saliva, sintiendo cómo la adrenalina comenzaba a recorrer su cuerpo. Miró hacia la entrada del bar, con el cartel que prometía una noche inolvidable, y supo que, de una forma u otra, esta sería una noche que marcaría el inicio de algo nuevo en su vida.
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~A pocos días, pocas cuerdas~ ©
RomanceCandás, una rockera, ha decidido vivir sin ataduras tras recibir un diagnóstico terminal. Su única prioridad es disfrutar de la música y el presente, alejándose de las expectativas tradicionales de la adolescencia y vivir sus últimos días bajo sus p...