CAPITULO 27💕💕

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CLOUDY AND ROCKSTAR🎸📚✨

Los días habían comenzado a transcurrir con una rapidez extraña en el hospital. El bullicio constante de pacientes entrando y saliendo creaba un ritmo al que todos se adaptaban, pero para Candás, el tiempo era un concepto difuso. Estaba atrapada en una burbuja de espera, donde la rutina era interrumpida solo por la visita de un médico o la llegada de algún visitante.

Candás seguía en reposo, aunque su cuerpo respondía positivamente al tratamiento. Lo peor parecía haber pasado, y aunque se sentía considerablemente mejor, el último diagnóstico aún pendía sobre ella como una nube oscura. Aún no se atrevía a soñar demasiado.

Len había conseguido algo de descanso, y eso se reflejaba en su semblante. Sus ojeras se habían desvanecido un poco, y las líneas de preocupación que habían marcado su rostro se habían suavizado. Sin embargo, seguía sin apartarse del lado de Candás. Habían compartido varios momentos juntos, algunos silenciosos, otros llenos de palabras que no necesitaban decirse. El simple hecho de estar juntos era suficiente para ambos.

-¿Recuerdas cuándo nos conocimos? -le preguntó Candás una tarde, mientras observaban la lluvia caer a través de la ventana del hospital.

-Claro que sí -respondió Len, tomando su mano-. Fue esa noche, en el bar donde tocabas; ni siquiera quería ir pero Max insistio.

Candás sonrió.

-Y aquí estamos, después de todo lo que ha pasado. Nunca pensé que... -su voz se quebró ligeramente-. Nunca pensé que llegaríamos hasta aquí.

Len apretó su mano, llevándola a sus labios para darle un suave beso.

-Ni yo. Pero me alegra que lo hayamos hecho. Eres lo mejor que me ha pasado, Candás.

Las palabras de Len llenaban a Candás de una calidez que apenas se atrevía a reconocer. Sabía que aún había una gran batalla por delante, pero tener a Len a su lado hacía que todo fuera más soportable.

Mientras tanto, los padres de Candás se habían acercado más a su hija. Habían sido días duros para ellos, enfrentándose al hecho de que casi la pierden. Pero, gracias a Violet, habían comenzado a entender mejor quién era Candás ahora. La joven los guiaba, hablándoles de las cosas que a Candás le gustaban, de sus aficiones, de la música que le gustaba escuchar y de los libros que devoraba.

-Candás es más fuerte de lo que creen -les dijo Violet un día mientras charlaban en la cafetería del hospital-. Sé que todo esto ha sido difícil, pero ella ha encontrado su manera de lidiar con las cosas. Si quieren entenderla, deben conocerla, deberán volver a acercarse a ella y dejar en el olvido aquel día en el que los abandonó.

La madre de Candás, con lágrimas en los ojos, asintió.

-No sabía cuánto había cambiado... Es tan difícil aceptar que ya no es mi pequeña niña.

Violet sonrió con suavidad.

-Nunca dejará de ser su hija, señora. Solo ha crecido, y ahora tiene otras maneras de ver la vida. Lo importante es que estén aquí para ella, que la apoyen como lo han hecho hasta ahora.

Esas conversaciones ayudaron a los padres de Candás a ver a su hija bajo una nueva luz. Comenzaron a preguntarle sobre sus bandas favoritas, a llevarle libros para entretenerse y a compartir mas charlas con ella. Aunque la enfermedad había sido una sombra constante, también había creado un espacio para que la familia se reencontrara de una manera diferente, más profunda.

Pero a pesar de esos momentos de conexión, todos sabían que la espera era lo más difícil. La vida seguía pasando a su alrededor, pero estaban atrapados en un limbo, esperando el último diagnóstico que determinaría el futuro de Candás.

~A pocos días, pocas cuerdas~ ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora