Capítulo 8| La Biblia

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Chiara Oliver

Siento el calor abarcando mi cuerpo. Oigo una dulce y tranquila melodía justo a mi lado. Apresuro a estirar mi brazo para apagar la alarma y no despertar a mi compañera. Todos mis movimientos los he hecho de manera automática, aún siendo dominada por la somnolencia, pero, poco a poco, recupero el manejo de mis sentidos y reparo en la situación en la que me encuentro. Una cabellera pelirroja descansa sobre mi pecho, un brazo tostado por el sol y adornado con un tatuaje de una frase en italiano rodea mi cintura y una pierna está sobre mi muslo. No sé en qué momento pasamos a estar en esta postura, pero Violeta está plácidamente dormida encima de mí. Mi brazo descansa sobre su espalda y, tal como hizo Eva con la manzana, caigo en la tentación de acariciarla suavemente, no quiero que se despierte y nos encuentre de esta manera.

La conversación de anoche vuelve a mí como si de un boomerang se tratase, golpeándome el pecho con fuerza. ¿Dónde estaba la mujer fuerte que siempre se muestra segura de sí misma? No lo sé, porque ayer solo pude ver a una joven llena de miedos, que me entrega su corazón lastimoso en una bandeja de plata. No me gustó en absoluto verla así, indefensa y reclamando algo que daba por perdido. Ver llorar a Violeta es algo para lo que nunca estuve preparada, y sigo sin estarlo. Tiene que volver la Violeta alegre y bromista, que sigue mis tonterías aunque parezcan infantiles. Hoy tiene que volver como si la noche de ayer solo hubiese sido una pesadilla.

Hay algo que no ha cambiado, y es que duerme tan profundo como una marmota, lo que me permite librarme de su cuerpo para coger algo de ropa y bajar al piso de abajo, con máximo cuidado de no hacer ruido. Me visto con unos pantalones de lino blanco y un top del mismo color, con las mangas en azul, imitando a las camisetas de béisbol. Me arreglo lo justo y necesario para ir directa al comedor. Pero, antes de atracar el buffet, paso por la recepción del complejo, haciéndole una visita a mi querido amigo... ¿Álvaro se llamaba?

- Buenos días- Saludo con efusividad

- Buenos días, señorita Oliver

- Pensé que te había dicho que podías llamarme Chiara- Recalqué con cercanía y amabilidad

- Perdona, me sale solo- Admitió soltando una risa nerviosa

- ¿Cómo es que te acuerdas de mí? Por aquí deben de pasar cientos de huéspedes

- Pero no todos tienen un temazo como "La invitada"- Su confesión me deja sorprendida y hace que sonría abiertamente. Nunca me acostumbraré a esta sensación

- ¿Conoces mi música?

- No solo la conozco, ¡me encanta! Estuve tentado a pedirte una foto el primer día pero te vi un poco agobiada y no quería molestar

- ¡No molestas! ¿Tienes el móvil por ahí?

- Sí- Dijo emocionado mientras capturaba el momento con su dispositivo- Muchas gracias, Chiara

- Un placer, Álvaro- Al oír que lo había llamado por su nombre, me dedicó una sonrisa tan amplia que sacó a relucir su dentadura

- ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

- De hecho, sí - Apoyo ambos antebrazos en el mostrador- Me gustaría reservar el spa esta tarde para Violeta y para mí- Si un buen masaje no la alegra, definitivamente no es Violeta

- De acuerdo. Es un circuito con cinco estaciones de diferentes modalidades: baño turco, sauna, piscina de hidromasaje, camas de agua y tratamiento de barro. Por último, recibirán un masaje de cintura para arriba

- Genial- A veces se me olvida que estoy de vacaciones, y recordar que voy a poder relajarme en un spa de lujo hace que las ganas crezcan en mi interior

Dama de Honor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora