Capítulo 10| El Percutor

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Chiara Oliver

7 años, 3 meses y 11 días antes
Cuando se armó el percutor

Mis dedos presionan el botón verde de la llamada mientras trato de relajar los nervios que me carcomen desde dentro. Vestida de fiesta, con una bolsa llena de chucherías en la mano, frente a la casa de los Hódar a la una de la mañana.

- ¿Kiki? ¿Qué pasa? - Su voz denota sorpresa y confusión pero no somnolencia, al menos no la he despertado

- Ábreme, estoy en tu puerta- Digo con convicción

- ¿En mi...?- Cuelgo la llamada antes de que pueda seguir preguntando. Poco después, se abre la puerta que nos separaba. Al verla, se confirman mis sospechas. Está vestida de calle, con unos vaqueros y una camiseta larga, pero su ropa está mal colocada, como si acabase de salir de un torbellino. Su pelo suelto no representa la perfección habitual, en la que cada pelo está en su sitio en perfecta armonía, no, más bien está despeinado y revoltoso. Pero lo que termina de asentar el golpe final a mi estómago es ver que tiene el rímel corrido, los ojos rojos y tan hinchados como sus labios y sus mejillas. Ha estado llorando y durante mucho tiempo.

- ¿Qué haces aquí? Pensé que estabas en la fiesta de Marcos- No lo pregunta con reproche, al contrario, parece agradecida de que haya aparecido

- Lo estaba. Pero mi mejor amiga cree que puede engañarme diciéndome que está bien y pretende que yo me lo trague. ¿Te lo puedes creer?- Respondo suavemente y logro mi objetivo: sonríe levemente y se aparta de la puerta dejándome pasar. Yo accedo al interior y me giro sobre mis pies para decir algo más que se queda guardado en mi garganta, pues ella se abalanza sobre mí para abrazarme. Un abrazo tan necesitado, tan fuerte, tan intenso, que apenas siento sus uñas clavadas en mi espalda, me concentro en devolver esa intensidad sin importarme nada más.

- Gracias por venir- Dijo en un susurro tan débil que de no ser por la cercanía se hubiese perdido en el silencio

- Yo siempre iré a donde tú estés cuando me necesites, me lo pidas o no- Un día lo juré y a día de hoy lo sigo cumpliendo

Sin necesidad de más palabras, nos separamos lo justo para que ella tome mi mano y subamos hasta la segunda planta. Una vez dentro de su habitación, Vivi se sienta en el borde de la cama, juntando las palmas de sus manos, y yo en la silla de su escritorio, justo en frente, dejando la bolsa que traía conmigo sobre la mesa. Su cabeza se mantiene gacha, analizando cada poro de su piel como si fuese lo más interesante del mundo, mientras yo me dedico a mirarla y pensar en qué demonios ha pasado para que esté así.

- ¿Dónde están tus padres y Tana?- Opto por solucionar una duda secundaria antes de abordar el problema principal

- Se han ido a Granada a ver a mis abuelos esta mañana. Como yo tenía el examen, iré mañana por la mañana- Su voz se mantiene triste, al igual que la de una niña que ha perdido su peluche favorito. Al menos sus ojos han decidido que los míos son mejores vistas que el frío suelo. Iba a seguir hablando hasta que una vez más, me atraca a mano armada, robándome todas las palabras de mi arsenal

- Estás muy guapa- Yo sonrío tímidamente, tratando de ocultar mi sonrojo, pero ella solo me mira con una seriedad que me asusta- Estás guapísima y en vez de estar en la fiesta, pasándotelo bien y disfrutando, estás aquí conmigo, que parezco un cadáver

- Si fueses un cadaver, todo el mundo querría morir si eso significara parecerse a ti- Solo quería verla sonreír y, aunque lo consigo, vuelve a desdibujar la sonrisa de su cara para bajar la mirada. Decido poner fin a la distancia y me siento a su lado, tomo su mano sin que ella ponga resistencia y la acaricio con mimo para acompañar las palabras que estoy a punto de decir

Dama de Honor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora