Capítulo 13: Una rosa sobre la Almohada

6 3 0
                                    

Tatiana despertó cuando el sol ya se colaba por las ventanas, llenando la habitación con un resplandor dorado. Parpadeó un par de veces, tratando de orientarse, y fue entonces cuando se dio cuenta de que el usual bullicio matutino ya resonaba por toda la casa.

El sonido de risas y pasos apresurados en el pasillo le hizo darse cuenta de que probablemente era la última en levantarse.

—¡Maldición! —murmuró, al darse cuenta de que se le habían pegado las sábanas.

Se incorporó rápidamente, su corazón comenzó a acelerarse al imaginarse las posibles reprimendas de Lady Katherine por su tardanza. Pero algo sobre su almohada llamó su atención y la frenó en seco.

Ahí, justo al lado de donde había descansado su cabeza hasta hacía un momento, había una rosa. Pero no era una rosa cualquiera; sus pétalos tenían un color inusual, un vibrante tono de azul profundo, casi como el de un zafiro, que parecía brillar con la luz del sol. Tatiana no pudo evitar sonreír al verla. La curiosidad la invadió, pero lo que realmente la desconcertó fue la carta cuidadosamente colocada junto a la flor.

Con un suave movimiento, recogió la carta y se reclinó contra el cabecero de la cama. El sobre no tenía remitente, pero al abrirlo, reconoció inmediatamente a quién pertenecían esas palabras.

"Querida Tatiana,

Sé que tienes muchas preguntas y que mi comportamiento ha sido confuso, incluso desconcertante. Es hora de que te dé algunas respuestas y sea completamente sincero contigo.

Te esperaré para cenar en el mirador del jardín oeste de mi casa. Allí podremos hablar sin interrupciones.

Con aprecio,
Hugo"

Se quedó unos segundos inmóvil, asimilando lo que acababa de leer. Su corazón latía un poco más rápido de lo normal. Hugo quería hablar con ella, en privado. Lo cierto es que después de todo lo que había sucedido en los últimos días, necesitaba respuestas más que nunca. Pero más allá de la intriga, había algo en la forma en que él la había tratado, todo lo que había ocurrido, la forma en que la miraba... que hacía que un torbellino de emociones contradictorias se agitaran en su interior.

—Bueno, esto se está poniendo interesante —murmuró para sí misma con una pequeña sonrisa asomando en sus labios. Al menos, pensó, la carta había conseguido que su mañana comenzara de manera inesperada y emocionante.

Decidida a no darle demasiadas vueltas a sus pensamientos, dejó la carta en la mesilla y se dirigió al armario para vestirse.

Mientras se preparaba, el ruido de la casa seguía creciendo. Podía oír a las doncellas hablando apresuradamente y el sonido de la vajilla siendo organizada para el desayuno en la planta baja. Por un momento, se imaginó bajando con la rosa azul en la mano, y todas las miradas curiosas clavadas en ella. ¿Se pondría celoso Mark? Se echó a reír ante la imagen.

—No, creo que la dejaré aquí —dijo en voz alta, dejando la rosa sobre su tocador. Hoy, al menos, guardaría un pequeño secreto más.

Se sentó frente al tocador, con la vista fija en el reflejo de su rostro aún somnoliento. Sabía que el día que se avecinaba iba a ser largo, así que lo mejor era comenzar con buen pie, o mejor dicho, con buena cara. Se recogió el cabello en un moño suelto, dejando algunos mechones caer despreocupadamente, y se aplicó un poco de rubor, recordando con cierta nostalgia sus sesiones matutinas frente al espejo, pero con productos mucho más modernos.

Después de vestirse con un vestido de día que había encontrado en el armario (uno que le resultó sorprendentemente favorecedor), se dirigió a su maleta, que estaba medio escondida bajo la cama. La abrió con cuidado, como si estuviera a punto de destapar un secreto guardado durante siglos. En realidad, lo único que buscaba era su desodorante y un poco de perfume, pero la sensación de estar utilizando esos productos del siglo XXI en medio de aquella habitación antigua le causaba una mezcla de emociones extraña, casi surrealista.

Entre encajes y misteriosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora